Una
terrible ráfaga de fuego se retorcía en su estómago, expandiéndose
hacia su corazón como si tratara de agujerearlo y atravesarlo. Sus
ojos se desperezaban y sus latidos lentos se estremecían al
experimentar una mañana más aquel saludo hiriente, extravagante y
absurdo que la envolvía sin conocer el motivo real.
Trataba
de saber por qué estaba tan angustiada pero, al intentarlo, sólo
conseguía incrementar aquel remolino, esparcirlo todavía más. Era
como tener un agujero negro en su cuerpo, girando y girando y
abriendo un portal de miedo y dolor que la absorbía y la
transportaba a un estado de parálisis que la dominaba totalmente.
- ¿Será esto un ataque de pánico? - se preguntó.
Sus
temores estaban ahí, muy claros, pero había algo más, algo que se
estaba apoderando de su voluntad, algo que no comprendía.
Recordó
que si se concentraba tal vez lograría ver más allá en su memoria
y podría descubrir de dónde procedía ese miedo tan poderoso.
- Sólo cálmate, Valeria, tranquila, respira, tranquila...
Su
cama era cómoda, reconfortante, era como un refugio donde se sentía
a salvo. Hacía pocos años que la había comprado con su anterior pareja,
pero ahora estaba sola, acompañada por aquel vacío que sentía
removerse dentro de ella. Lo cierto es que no sentía miedo a estar
sola, sin embargo, aquellas experiencias la atemorizaban, pues
desconocía lo que significaban.
Después
de respirar profundamente empezó a escuchar aquella voz, aquella voz
masculina que siempre le susurraba palabras de sosiego a través del
silencio de su habitación.
- No temas, todo está bien, piensa eso, repítete eso.
- Pero estoy muy asustada, algo se mueve dentro de mí, es como si el mismo universo se hubiera concentrado en mi estómago y en mi corazón, como si un agujero de gusano se estuviera construyendo desde dentro de mí, como si a partir de ahí algo estuviera emergiendo, traspasando el espacio y el tiempo, como si yo fuera un portal interdimensional, ¿me estoy volviendo loca?
- No, claro que no, lo que te ocurre es que estás dejando ir el pasado.
- Pero... ¿cómo? No entiendo...
- Mira, lo que ocurre es que debes soltar ya todo tu dolor, toda esa culpa que te pesa tanto, debes cerrar ya ese capítulo de tu vida, no hiciste nada mal hecho, lo hiciste lo mejor que pudiste, debes perdonarte y perdonar a las personas implicadas, dejar de atormentarte y dar ese paso que tanto miedo te da.
- Tengo mucho miedo, sí, es cierto, no quiero hacer daño a nadie, pero me lo estoy haciendo a mí misma retrasando esta decisión.
- Eso es. Tu cuerpo te habla, trata de sacar lo que llevas dentro, trata de que expulses todo ese sufrimiento estancado y acumulado durante tanto tiempo, provocado por tu sentimiento de culpa, por tu autocrítica, por tu sentimiento de desamparo.
- Pero es que les hice daño, destrocé lo que habíamos creado, sólo porque el amor cambió en mí, sólo porque yo no era ya la misma, y además me abandoné a mí misma, me hice daño, tanto daño.
- No lastimaste a nadie a propósito, fue algo que sucedió, algo que estaba fuera de tu control, ¿o acaso crees que el amor es algo que se pueda encarcelar y domesticar? Si antes no supiste amarte, ahora es el momento de que lo hagas.
- Ya, ya lo sé, pero tal vez podría haber hecho las cosas de otra manera, no sé, tal vez he sido demasiado osada, demasiado tozuda...
- Sí, podrías haber actuado de muchas maneras distintas, pero este es tu presente, ése fue tu pasado, y ahora es tu responsabilidad crear tu futuro, así, de forma consciente, soltando lo que viviste, soltando para liberarte, soltando para ser tú misma, sin más culpa, sin más dolor, sin más miedo.
- Ese paso del que me hablas...es una decisión demasiado importante, implica a muchas personas, no sé si podré decidir correctamente.
- Lo sé, por eso estás sintiendo ese remolino. Tu cuerpo trata de deshacerse de lo que ya no sirve, eso no eres tú, no forma parte de la nueva Valeria, más consciente, más despierta, y al mismo tiempo, tu futuro, que estás creando con tus pensamientos, está fluctuando, porque en un momento decides que sí, y en otro momento decides que no.
- ¿Crees que debo hacerlo? ¿Debo salir de mi zona de confort? ¿Debo empezar de cero?
- Yo sólo creo que si te amas, tomarás la decisión que te llene de dicha a ti, porque tu felicidad llenará los corazones de aquellos que te importan, aunque al principio no parezca que es así. Los cambios dan miedo, preciosa, siempre, pero lo importante no es ese miedo, sino la valentía y el coraje de dar cada paso a pesar de ello.
- Tengo mucho miedo, me siento como una niña asustada que necesita un fuerte abrazo que la tranquilice, por favor, abrázame.
- Ya te tengo entre mis brazos, tranquila, pequeña, todo está bien, todo es perfecto como es, todo va a salir bien, y yo estoy aquí, no te dejo sola, descansa y deja de darle vueltas a ese asunto, sólo duerme...
La
sensación de quemazón había ido disminuyendo mientras hablaba con
él, y su cuerpo se había relajado tanto que el sueño comenzaba a
hacer efecto sobre sus párpados.
Él
había vuelto a acogerla con su dulce energía, como un sueño difuso
en su mente confusa, frágil y vulnerable como una niña, sensible y
dulce como una delicada flor, encarándose ante los miedos con la
única arma que conocía, la confianza, fluyendo desde su amor hacia
la vida, una mujer valiente ante la idea de permitirse abrirse al
mundo, a sí misma, y amarse para saber amar mejor a los demás.
No,
no era una demente, era la persona más cuerda que he conocido, una
persona que me alegro enormemente de tener en mi vida.
El
viaje hacia su futuro empezaría hoy, y por tanto, en su maleta sólo
debería depositar aquello que realmente fuera útil para ella, y
dejaría atrás lo que ya no le servía. El presente sería el
momento propicio para crear aquello que otorgaría valor a su alma,
aquello que la hiciera crecer espiritualmente, aquello que la llevara
a ser la mejor versión de sí misma.
Una
suave caricia se posó en sus labios y una visión se abrió paso en
sus ojos mientras se movía por el mundo onírico. Sentía la brisa
del mar en su rostro al contemplar las vistas de su nuevo hogar, y su
corazón gozaba de la alegría de estar donde sabía que debía
estar, junto a quiénes deseaba estar.
- ¿Sabes?- dijo contemplando con un amor infinito al dueño misterioso de aquella tierna voz, mientras le sonreía sentada en una silla de mimbre en su terraza - Me gusta vivir aquí, cerca del mar.
Él
la miró intensamente, destilando tanto amor hacia ella que las
energías que sus cuerpos desprendían se comenzaron a trenzar y
entrelazar, como luces que jugueteaban y se fusionaban en explosiones
incandescentes, relucientes, atrapados en sus pupilas, felices y tan
sonrientes como dos enamorados experimentando el amor más real y más
hermoso jamás vivido.
Se
acercó a su mejilla, la besó lentamente y susurró:
- A mi me gusta verte sonreír...
Arael
Elama.
... Es taann pero taaannn placentero para mí leerte mi querida Amiga... logras transportarme a esos mundos que describes... a esas situaciones... a esas vivencias tan del Alma, que mi corazón vibra conectándose sutilmente... Infinitas gracias mi querida Arael... Un Almabrazo ♥ ...
ResponderEliminarMuchas gracias, preciosa.. Un Almabrazo!!!
EliminarQue gusto leerte!
ResponderEliminarGracias, para mí es un gusto que me leas, mil gracias.Un Almabrazo.
Eliminar