Muchas
veces me he preguntado qué es exactamente ese sentimiento que nos
embriaga, que nos impulsa, que nos puede incluso llevar a
sacrificarnos por la persona amada.
Ya sean los amigos, los hijos,
los padres, la pareja..., el amor es lo que mueve verdaderamente al
ser humano, pues tras cualquier emoción que experimentemos, sólo si
rascamos un poco, lograremos hallar ese gran tesoro que hay dentro de
nosotros, el amor.
Amor para sentirnos vivos, amor para sentirnos
felices, amor para que nuestra alma vibre y todo tenga un sentido,
amor para que cualquier desastre parezca sólo una pequeña piedra
que podemos esquivar o saltar, porque cuando el amor ejerce su papel
de conductor de nuestra vida, nada puede enturbiar nuestra
perspectiva.
Cuando hablo de amor, en realidad no me estoy
refiriendo a un sentimiento, sino a algo mucho más grande, algo
increíble, una energía que es capaz de moverlo todo.
El
Amor...
Esa energía que se instaló en el ser humano como
parte de su esencia primordial, unida a la esencia de la mente, de
las emociones. Cada ser humano contiene en sí mismo una porción de
alma, la cual lleva consigo la capacidad de amar como algo inherente
en ella misma, sin embargo, el bagaje de cada alma o incluso su
procedencia, pueden determinar cómo vibra ese amor dentro de ella y
cómo su parte más humana puede encajar dicho amor.
Como alma,
puedo sentir esa fuerza descomunal que es el amor como energía que
vibra en una frecuencia ya muy alta, tanto que no logro comprenderla
desde mi mente. Por eso, he tenido que permitir que mis pensamientos
se rompieran en mil pedazos, que las estructuras mentales que me
movían por este mundo, se hicieran añicos, que lo que yo
consideraba que era de una manera, se transformara de una forma
dolorosa, pero contundente.
El amor ha brotado entonces con
fuerza, como una bomba que explota desde lo más profundo de mí,
como una flor que florece por fin y esparce tanto su fragancia que yo
misma me convierto en esa misma fragancia, dejando de ser lo que
antes era. ¿Pero qué soy, o quién soy?
De pronto me
encuentro en una encrucijada: “atravieso la membrana que me separa
de mi antigua percepción del mundo para comenzar a verlo de otra
manera que aún desconozco, o me quedo donde estoy por miedo a lo
desconocido”
He permitido que parte de mí experimente lo
que es estar en ese otro lado y de pronto todas mis ideas sobre las
personas, los sentimientos, el amor humano, todo se ha ido
desmoronando, cayendo como fichas de dominó, una tras otra, mientras
mi mente se aferra a lo que antes era y se resiste al cambio interno
que se está produciendo.
Una parte de mí se ha desvanecido
dando paso a lo que yo soy en realidad, cada vez con más fuerza, con
más ímpetu. He estado caminando y atravesando fases en el camino,
fases en las que me he sentido como que iba transformándome poco a
poco, pero ahora todo eso se acabó, he llegado a un final.
Un
final que es un principio más, otra etapa que me muestra una nueva
yo, una nueva persona cuyo espíritu se ha ido manifestando con más
fuerza en cada fase nueva que comenzaba.
Y esta etapa es
diferente, es como graduarse de un curso cuyos niveles has ido
superando y comenzar un nuevo curso, un paso más en el camino que
para mí significa un gran salto.
No dejo de reconocer que
sigo impulsada por el amor y que éste cada vez ocupa más espacio en
mí, un espacio que mis emociones van cediendo, un espacio que mi
mente se resiste a aceptar, poniendo trabas, miedos colmados de
preguntas, pero lo que ella no sabe es que la fuerza y el poder de mi
corazón son mucho más categóricos y más coherentes con lo que yo
soy y que no existe manipulación alguna, interna o externa, que
logre separarme de mí misma, de lo que verdaderamente soy y
seré.
El amor es la capacidad de Ser sin arrepentirse de lo
que somos, pero además, el amor, cuando es verdadero,cuando es
incondicional, cuando es esa energía tan vigorosa que se esculpe en
nuestra alma porque ella misma es ese amor, cuando no lo inventa
nuestra mente para saciar el impulso de sentirnos especiales, amados,
completos, nos otorga el regalo más grande, ese que siempre hemos
estado buscando, la maravillosa capacidad de verlo y percibirlo todo
bajo ese prisma de la belleza real de las cosas, de las vivencias, de
las personas.
Y cuando ya puedes sentirlo profundamente, en
cada poro de tu piel, cuando parece que te diluyes en tu propia
esencia sintiendo tanto amor que te derrites entre los brazos de la
magnificencia de tu propia existencia como amor que eres, cuando te
experimentas a ti mismo siendo amor, entonces, ya lo comprendes todo,
el velo cae, amas sin remedio, amas incluso tu propia tristeza
humana, la entiendes, comprendes tus procesos, tus miedos, lo que tú
llamabas errores se convierten en algo que agradeces, el dolor
desaparece y sólo quedas tú ante tus emociones y tus pensamientos,
decidiendo si quieres atravesar la malla que hay frente a ti.
Sí,
quiero...
No más luchas absurdas, ahora el paso es firme,
aunque no sepa qué es lo que va a ocurrir, aunque sí lo sepa,
aunque lo que más deseo no esté ahora junto a mí, aunque el mundo
no comparta lo que soy, aunque algunos puedan verme como alguien
extraño o inaccesible, aunque me juzguen, aunque me aparten, eso en
realidad sólo es el reflejo de la vivencia de cada uno, no la
mía.
Amor...
Me sumerjo en el amor para limpiar los
residuos de lo que la vida me ha mostrado, para curar las
magulladuras de mis decepeciones antiguas, para crecer con la luz del
inmenso sol que se esconde dentro de mí, para brillar y alumbrar mi
camino, comprendiendo que lo que ocurra es parte de lo que tengo que
vivir...
Y el miedo cobra un sentido diferente, ya no puede
dominar mis decisiones, mis pasos, mi destino...
Me abro a
SER... porque soy amor...
Arael Líntley