SECCIONES - TÍTULOS

Los relatos del blog están divididos en varios títulos genéricos que son "Reflexiones", donde hallaréis escritos espirituales y reflexivos, "Una mirada al Alma" donde podréis leer historias muy profundas de crecimiento personal, del alma, "El Romántico Obsoleto", que cuenta con relatos de humor, irónicos, historias de la vida cotidiana del ser humano, "Diálogos", que son como la palabra dice, conversaciones que suelen ser muy profundas y espirituales, y por último he publicado tres capítulos de una de las novelas en las que estoy trabajando "Alma Cristalina". Disfrutad con todos ellos y compartidlos si os animáis a hacerlo para ayudarme a difundirlos.

Gracias por leerme, bendiciones a todos.

jueves, 17 de noviembre de 2016

MORIR DUELE


He extraído de un cajón abandonado todos los recuerdos que tenía almacenados, como tratando de no perderlos, o de que no me hicieran más daño. Durante mucho tiempo he creído que lo que vivimos nos ayuda a crecer, a aprender, pero siempre olvido que las cicatrices siempre duelen, duelen porque no las dejamos de recordar, aunque no nos demos cuenta de ello.
La vida de una persona llena de incógnitas suele ser bastante incompatible con la normalidad que se anhela en esta sociedad, porque no se ajusta al conformismo que ello supone, así que la mente juega a desobedecerlo todo, y la rebeldía se manifiesta tarde o temprano, aunque intentes permanecer inmóvil ante lo que ves, o quieras seguir a la mayoría.

Nunca pensé que yo misma creara esa separación de la que me quejo siempre, pero era así, mis miedos, mis deseos, mis inquietudes, me hacían sentir diferente, y eso me distanciaba de los otros, provocando que un gran abismo me alejara incluso de personas a las que amaba.
Sin embargo, era necesario que me entregara a la provocadora tentación de reconocerme, de buscarme, de conseguir atravesar mis más profundos temores para así lograr desatarme de mis prejuicios, de mis absurdos pensamientos coartados y manipulados por todo el espectáculo de este mundo que apenas sentía y siento real, un mundo al que debía de amar y dejar de despreciar.

Y los recuerdos, una vez más, han abierto viejas heridas que yo misma me causé una y otra vez al no saber quién era e intentar parecerme a lo que se requería de mí.
Las apariencias son sólo eso, apariencias, y yo no puedo ser sólo eso. El aspecto físico es sólo la manifestación de una forma que hemos escogido para poder vivir esta experiencia humana, y no hay que descuidarla, claro está, sin embargo, tanto nuestra imagen como la realidad que observamos, es sólo la superficie de lo que somos, de lo que todo esto es, y si no sabemos quiénes somos en nuestro interior, experimentamos en lo que es sólo una especie de holograma, una proyección de lo que pensamos, de lo que nuestra mente cree que es real.
De pequeña me daba miedo la ciudad, aunque vivía en un pequeño barrio de Barcelona, donde no había tanto ruido, ni tanta gente, sin embargo, lo que me aterraba no era el tráfico, ni los edificios, ni la multitud, sino los pensamientos de los demás. Temía no ser agradable para ellos, temía ser rechazada, temía que pensaran que era diferente, temía que me criticaran, que me repudiaran, que me lastimaran con sus palabras, con sus actos.
Recuerdo que estuve muy triste durante un tiempo, y en esa época, una buena amiga me estuvo demostrando que tenía razón en asustarme por los pensamientos de los otros, puesto que ella misma se encargaba de recriminarme esa tristeza, condenándome con su poca comprensión, tal vez sólo no entendía a mi alma, no entendía lo que me ocurría porque tampoco era capaz de exteriorizar mis sentimientos con la agudeza necesaria.

En fin, es la historia de mi vida, la infelicidad provocada por la falta de empatía conmigo misma, la falta de amor y valoración de mis propios logros, otorgando más importancia a la valoración que las otras personas hicieran sobre mí y mis actos. Así que siempre estuve escuchando calificativos poco favorables hacia mí, recordándome lo desordenada que era, o la poca constancia que tenía en hacer aquello que no me apetecía hacer porque no me gustaba, o reprochándome no querer ceder a lo que iba totalmente en contra de lo que yo deseaba, o el simple hecho de querer permanecer en silencio, reservando mis pensamientos para mis pequeños cuadernos de escritura.
En realidad no eran más que aquellas sombras que yo no sabía ver, aquellas que yo misma me recriminaba, aquellos adjetivos dolientes que yo misma usaba como dagas para herirme, y que me enseñaron a querer superar mis límites, que por otra parte me había colocado yo misma. Absurdo comportamiento ése de ponerse barreras a uno mismo y juzgarse, sentenciarse y castigarse una y otra vez, para después enfadarse con los que nos agreden con las mismas artimañas.

Y ésa es la conducta del ego, una estrategia controladora, cargada de creencias no ciertas, subyugantes, que nos encierran en un círculo vicioso del cual nos es muy difícil escapar.

Pero el impulso del alma es fuerte, lo es para los que siempre quisieron ver más lejos de lo que podían ver, lo es para los que buscaron sin ceder a las presiones de las limitaciones colectivas, lo es para los que se preguntaron hasta hallar las respuestas que necesitaban, y que incluso continuaron cuestionándose aunque no llegaran esas respuestas, y ese impulso nos mueve con el ímpetu del viento, y nos conduce hacia lo que queremos, pero no a lo que el ego demanda, no lo que se ajusta a la estructura de su mundo entrelazado al de los hilos de las mentes que observan la realidad a través de los filtros del miedo y la obediencia, sino a lo que de verdad anhela el Alma, que va mucho más allá de lo que hubiéramos imaginado.

No existe nada mental que se ajuste a lo que somos como seres, pues nuestra existencia es infinita, y la de nuestro cuerpo, nuestra mente, es efímera.
Nuestro mundo interior, no el mundo que crean nuestros pensamientos, sino el que ya existía antes de nacer como hombre, o como mujer, está hecho de pura energía de amor incondicional, y es cuando entramos en ese mundo cuando podemos vernos, cuando dejamos de sufrir, cuando nos damos cuenta de que el dolor lo hemos creado nosotros mismos, tal vez porque lo hemos necesitado para comprender, para crecer, para aprender a mirarnos con los ojos del corazón.

Y entonces te das cuenta de que estamos todos buscando amor, porque hay una parte de nosotros que sabe perfectamente lo que somos y lo que no somos, lo que es el amor y lo que no lo es.

Algunos dicen que el ego tiene que morir para poder ser lo que somos, que la mente debe ponerse al servicio del Ser, esa parte divina que hay en nosotros vibrando alto, yo sólo sé que morir duele.

Morir duele, sí, duele cada pensamiento descifrado y desechado, transformado, siempre que haya sido un pensamiento importante, enlazado a una creencia firme que estuvo mucho tiempo con nosotros. Duele la metamorfosis, duele horrores, incluso parece que vayas a morir físicamente cuando el llanto se apodera de ti rasgando todo lo que debes soltar y a lo que te aferras por miedo a estar perdiendo la cabeza. Duele dejar ir lo que creías que era real y dejar llegar lo que en realidad sí lo es, no porque no te agrade lo nuevo, sino porque aprendiste a amar incluso aquello que te hacía daño, haciéndote dependiente de ello. Duele darse cuenta de que amabas a alguien que no te amaba, porque creías que era alguien que no era, así que duele también descubrir que te habías engañado y habías creído en algo que tu mente, en un intento más de controlarte, había inventado para complacerte, para mantenerte en un punto inamovible y no permitirte avanzar más, evitando así que más creencias se desvanecieran, desaparecieran, para dar paso a nuevas ideas creadoras, que no limitaran el avance hacia nuestra verdad interior.



Duele y nos aferramos con miedo, con desesperación, huyendo hasta de lo que sabemos, tratando de convencer al corazón de que esa es la verdad. Y es que la mente juega, juega a que es más sabia que el alma, incluso juega a que es la propia alma, fingiendo reconocimientos, habilidades, conexiones, crecimientos falsos que sólo son ridículos intentos de convencernos de que ya no necesitamos más transformación, ya estamos perfectos, no tenemos que trabajar más en nosotros, nuestros pensamientos son correctos, somos maestros...

Pero el alma sabe que no hay nada correcto o incorrecto, decidir eso sólo le corresponde al juicio mental que se esconde para que creamos que estamos hablando y actuando desde nuestra sabiduría del ser. El Ser nunca juzga, nunca etiqueta, nunca separa.

Así que morir así duele, desgarra, te destroza mientras sientes cómo afloran todos tus temores, todas esas mentiras que parecían verdades, toda la culpa que tanto pesaba, todo el rencor, toda la rabia por los supuestos errores cometidos, toda la sensación de abandono, de rechazo, de decepción, de soledad, esa soledad tan profunda y dolorosa que te induce a creer que en este mundo no merece la pena vivir sin amor...
¿Sin amor?, todos buscando amor, todos sintiéndolo en sus corazones, todos sedientos de un poco, mendigándolo, persiguiéndolo, añorándolo, ¿de veras no hay amor? Duele creer que no lo hay, duele tanto que si no tienes a la persona amada junto a ti pareciera que el mundo se ha terminado. 

No se termina el mundo, pero te sientes morir, aunque si te haces consciente de ti mismo y de la pericia de la mente, lo que muere es toda esa parte de ti que se está reestructurando, muere en el sentido amplio de la palabra, muere porque en realidad sólo se está transmutando, para que se ajuste a tu única y sagrada Verdad.

Es posible que muramos cada día un poco, pero también renacemos cada día, y es posible que nuestras resistencias a dejar ir lo que no nos pertenece, lo que no somos nosotros, lo que no se ajusta a nuestra verdad, nos lastime tanto que luchemos por no sentir ese dolor y por mantener algo que es insostenible, pero el alma es sabia y las lecciones que nos enseña no son en vano.

Nada es casual, y  nada es lo que parece...


La muerte no existe, no como cree el ego, o la mente, todo es energía infinita y no cesa nunca de moverse y transformarse, todo está en movimiento, dentro de la quietud y el sosiego de la perpetuidad.

Arael Elama


Arael Elama

viernes, 4 de noviembre de 2016

EL POTENCIAL DEL SER HUMANO

El ser humano ha estado aprendiendo a vivir en un tablero de juego al que se le ha llamado Tierra. En su afán por sobrevivir ha ido olvidando por completo, e incluso renegando de esa verdad, que su alma tiene un gran poder, un potencial hermoso que tiene la fuerza de todo un universo, una luz fulgurante que es capaz de crear maravillas, una estrella inmensa que emana amor por todas partes, pues es justamente ese amor, esa energía magnificente, su naturaleza, la energía de su existencia, el amor es ella misma.
Si olvidas quién eres y qué poder hay en ti, es fácil que otros aprovechen la ocasión para dominarte y controlarte, así pues, el ser humano quedó expuesto a ser manipulado, y totalmente olvidado de sí mismo y de su conexión con la Fuente universal y con su naturaleza como ser humano en el planeta, ubicado como una existencia más entre todas las que ya conviven en él.
Durante mucho tiempo esto ha sido así, sin embargo, siempre ha existido una búsqueda de la sabiduría, del conocimiento, de la autoindagación, para hallar la verdad.
Esa verdad está en el alma, en el interior de uno mismo y está intrínsecamente unida al amor.
Sin embargo, nuestra mente humana ha sido programada para ser manejable y, generación tras generación, hemos ido heredando ciertas creencias, pautas, patrones, que nos han mantenido alejados de esa verdad que sólo unos pocos conocen.

Tal vez exista desde hace milenios, alguna fuerza materializada en algunos seres humanos, o no, a la que no le interese en absoluto que nuestra humanidad base sus sociedades en el amor, no sólo hacia los demás, sino hacia mismos, pues esto implicaría la auto valoración y la de los demás, implicaría dejar de competir, respetar la vida y colaborar entre todos por mantener la armonía en un lugar donde cada uno fuera lo que es en realidad, con todo su potencial, sin que eso implicara que unos fueran mejores que otros, sin que eso creara envidias, pues el amor nos conduciría a la felicidad real, y no necesitaríamos ser como el otro es, sino ser tal como somos, y no habría necesidad tampoco de poseer nada, pues lo importante sería ser y no tener.

Esto sería aplicable a una energía sostenible, que cuidara de la vida y no la destruyera, y en otros ámbitos sería exactamente igual. El motor Amor sería la clave, la respuesta a todo, pero eso no es lo que conviene a esa fuerza controladora y desde luego, el ser humano, en su perdición, no es consciente de sí mismo y precisa recordar lo que es y des-aprender lo que ha ido aprendiendo para romper ese paradigma y comenzar desde sí mismo otra manera de vivir.

Esto puede resultar ridículo para algunas mentes incrédulas y subyugadas, y mantendrán la creencia de que algo así es sólo como un sueño, una utopía, y es que estamos más acostumbrados a pensar que somos despiadados y que el amor nos debilita, nos hace vulnerables, o bien que es sólo una tontería, que en la vida hay cosas más importantes que el amor, tales como el dinero y el saber cómo ganarlo, el éxito, la fama, la idolatría del ego, o la subsistencia en un mundo donde algunos son meros esclavos de un sistema donde una gran mayoría proporciona riqueza con su trabajo a unos pocos que viven en la opulencia creyéndose dignos de ello. Todo mera hipocresía y conformismo.
Lo cierto es que es un simple juego donde algunos conocen las reglas y otros no, unos hacen trampa y otros no tienen ni idea de lo que está sucediendo.

Sin embargo, en este momento presente, muchos están reconociendo su alma, muchos están “despertando” a sí mismos, realizando una gran limpieza de toda la mentira que han estado creyendo durante toda su vida y reestructurando su mente, vaciando su inconsciente del peso de una herencia de dolor y de mendacidades.

Aun así, entre esos muchos que se desperezan y comienzan a ver más allá, entre esos muchos que contemplan cómo caen los velos y cómo la realidad se les presenta de un modo muy distinto al que creían, hay algunos que todavía siguen creyendo que el amor es una equivalencia al sufrimiento, y esto pertenece también a ese mundo de creencias falsas, creencias que nos hacen apartarnos del amor justamente por miedo a sufrir.


El amor no es sufrimiento, el dolor lo generamos nosotros con nuestras pautas, patrones, celos, mentiras, juegos absurdos en los que intentamos controlarlo todo, incluso algo tan incontrolable como es el amor, y hemos confundido tantas veces el amor con el apego, con el sexo, con el cariño, con la costumbre, con el conformismo, con el encaprichamiento, con la necesidad de amar y ser amados, que ya no sabemos reconocer el amor verdadero aunque lo tengamos ante nuestras narices.

Y ahí es donde entra el alma, ella sí sabe qué es el amor, y lo puede reconocer en una sola mirada, pues no necesita ni siquiera la cercanía del ser amado para sentirlo en ella. Y no sólo ocurre con la pareja, sino con cualquier amor, pues esa es su verdad.

Si he hablado de la pareja es porque ésta es un puntal importante en esta humanidad donde la polaridad es lo que rige en su mayor parte. Así, el hombre y la mujer siempre tratan de encontrarse, tanto como especie humana, como en cuestión álmica, pues como es arriba es abajo, y aunque el alma no tiene género, suele proceder de un sólo rayo de la fuente de luz a la que algunos llaman dios, y puede haberse dividido en dos para experimentar la dualidad en la materia, en el plano tridimensional en el que vivimos, y ella sabe reconocer su propia energía en cualquier otra persona, incluso si es de su mismo sexo, pues el alma no distingue de eso, sólo busca a su amado complemento energético.

Por otro lado, si ha ido reencarnando, o lo que es lo mismo, si existe en varios momentos del tiempo a la vez, puede reconocer a otras almas con las que ha experimentado o está experimentando alguna relación, o lazo de amor, en otro ahora, aunque fuera un amor basado en la inconsciencia, en la desconexión de su propio ser, pues sólo así se llega a descubrir lo que sí es amor, en las diferentes manifestaciones de pseudoamor que el ser humano ha ido viviendo.
Así, cuando alguien encuentra a un “antiguo” amor del pasado (otra vida), lo reconoce desde el alma, y cuanto más tormentoso e intenso es el vínculo que les une, más les empuja a reconectar con su verdadera esencia, y ahora, en este presente, se nos ha dado una gran oportunidad para hacerlo.
Pero tenemos que recordar lo que es amar lo antes posible, para que nuestro corazón se encienda y nuestra alma se impulse hacia lo más sublime, y reconecte con su propio Ser, con su potencial, con el amor incondicional que envuelve, no sólo a uno mismo, sino desde uno hacia todos, y no sólo a una pareja que se ama, sino que desde ella, en fusión, se propaga, se expande, hacia todos los demás, pues el verdadero amor no se encierra, sino que se abre, no daña, sino que nutre, no resta, sino que suma, no apaga, sino que ilumina, no limita, sino que engrandece y rompe con las estructuras más obsoletas de nuestra mente.
Y es que amar es entregarlo todo, es no poner barreras, sino destruirlas con la dulzura de un toque suave que las vuelve permeables al sentimiento de superación de lo más denso u oscuro y de conexión con el ser amado y con nuestra propia luz.


Amar a otra persona es cubrir de plumas el camino del otro, es descubrirte en él y no permitir que nada detenga la onda expansiva que te envuelve y te lleva a sentirte parte de su alma, y a sentirle parte de la tuya, sin importar si hay o no distancia, sin importar ni siquiera si está o no en el mismo plano de existencia. Amar es algo tan supremo que hay que mirar con los ojos del alma, con la mirada del ser para saberlo reconocer.

Nada puede hacer la mente ante el amor verdadero, la mente sólo quiere construir obstáculos que causan dolor al corazón, mientras el alma se da y se diluye en el amor que es para darlo y a su vez recibirlo de sí misma y del otro.
Amar no es una carrera de obstáculos, para nada, eso es pensar, eso es querer controlar, eso es conectar con lo que la mente cree que es amar, pero ya es hora de recordar lo que no somos y lo que sí somos y dejar de sufrir, no hemos venido a sufrir, hemos venido a recordar y a ser lo que somos verdaderamente, y eso nos llenará de amor y felicidad, o mejor dicho, eso dará paso a la felicidad y el amor interno que está fluyendo en nosotros. Puede que eso le duela un poco o un "mucho" a nuestra mente, a nuestro ego, pero hay que desvestir al alma de los harapos de crueldad y de la desolación provocada por actos despiadados heredados en forma de miedo en nuestro inconsciente.

Cuando digo que el amor no es dolor me refiero a que el amor no provoca dolor, ¡¡¡todo lo contrario!!! es hora de cambiar esa creencia limitante y de enfrentarnos a la verdad, sólo sufrimos porque nos provocamos nosotros el sufrimiento, aquí cada cual puede revisar en su inconsciente o en sus creencias qué es lo que hace que el amor le provoque sufrir, o bien preguntarse si está ante un amor verdadero o un fuerte apego mental.

No es lo mismo amar que necesitar amar, así como no es lo mismo ser amado, que necesitar ser amado... 
 
Vivir el presente, sin permitir que el pasado nos nuble la visión y nos distraiga, o que el futuro nos ciegue antes de llegar, nos ofrece la oportunidad de saborear cada paso de nuestro camino invisible, y disfrutar de cada experiencia, y así aprender a diferenciar en nosotros cuándo estamos amando verdadera e incondicionalmente o cuándo nos hemos encaprichado de alguien para que nos cubra de un amor basado en el miedo a estar solos, o a no ser amados, o a no ser valorados.

Cualquier amor basado en ese miedo está en una gran incoherencia, el amor es confianza, certeza, verdad.

Por eso es importante recordar amarnos, llenarnos de nosotros mismos, para no intentar llenarnos con la luz y el amor de otro.

Ha llegado el momento de romper con las cadenas que nos atan a lo antiguo y dar paso a lo nuevo, a un nuevo ser humano libre, un ser humano que sea más alma, más consciencia, un ser humano que esté guiado por la sabiduría del Ser y cuya mente sea su herramienta para crear aquello que sueña, aquello que está lleno de la energía del amor incondicional, la cual tiene el poder de crear para y por el amor y el respeto hacia la vida.

La máscara de los miedos debe desaparecer, los velos que nos ocultan la verdad deben caer, el miedo debe ser sustituido por el amor, y alcanzar una existencia armoniosa y sublime debe ser lo más importante.


Arael Elama