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Los relatos del blog están divididos en varios títulos genéricos que son "Reflexiones", donde hallaréis escritos espirituales y reflexivos, "Una mirada al Alma" donde podréis leer historias muy profundas de crecimiento personal, del alma, "El Romántico Obsoleto", que cuenta con relatos de humor, irónicos, historias de la vida cotidiana del ser humano, "Diálogos", que son como la palabra dice, conversaciones que suelen ser muy profundas y espirituales, y por último he publicado tres capítulos de una de las novelas en las que estoy trabajando "Alma Cristalina". Disfrutad con todos ellos y compartidlos si os animáis a hacerlo para ayudarme a difundirlos.

Gracias por leerme, bendiciones a todos.

domingo, 29 de enero de 2017

EL CHICO RUBIO DE OJOS AZULES


Cada vida que disfrutamos tiene un tiempo limitado dentro de cada cuerpo físico que habitamos. Todo aquello que amamos y anhelamos es digno de que le prestemos la atención necesaria, es vital que no nos venzan los miedos y que nos adentremos en nosotros, que nos enfrentemos a nuestros muros y murallas y nos conozcamos y amemos a nosotros mismos.
No tenemos un tiempo infinito en este cuerpo aquí y ahora, tenemos el presente, que es el único momento en el que poseemos poder para accionarnos y crear el futuro que deseamos, por tanto, de nada sirve vivir lamentándonos, o sufriendo por el pasado, es mejor tomar el autocontrol y con nuestro propio poder interior decidir cómo queremos pensar y cómo queremos ver el mundo, y también cómo queremos cohesionar nuestras actos y nuestras palabras con esos pensamientos elegidos desde nuestra sabiduría del alma, desde ese amor y respeto hacia nosotros mismos.
Aprender eso me ha costado muchos años de desaprendizaje, de desmantelación de un sistema de pensamientos obsoleto y dañino, basado en mis miedos, en los miedos inducidos por otros y en tradiciones transmitidas que no se erigían desde el amor, sino desde la intolerancia a ser uno mismo libremente, sin juicio, ni crítica.

Al llegar a esa conclusión sólo puedes abrirte al mundo, dar todo lo que eres, exponer tu amor, tu verdad, y ofrecer a los demás la misma alternativa que tú has hallado, la del amor verdadero hacia uno mismo y por consiguiente, hacia todo, hacia todos.

Basándome en eso comencé a preguntarme quién era aquella persona que me contactó hace tantos años y me decidí a preguntárselo abiertamente, ¿quién eres? ¿eres real? ¿existes así como yo existo? Y las preguntas surgieron de lo más profundo de mí, por amor, por dar una oportunidad a la vida de ayudarme a resolver una gran incógnita que guardo en mi alma desde hace muchos años. A veces, para pasar página tienes que releer tu historia desde un nuevo enfoque. Todo está sanado y perdonado, pero aún tiene que haber un final para ese pasado y un principio basado en una pregunta básica:

¿DÓNDE ESTÁS?

Yo sólo era una adolescente cuando te vi por primera vez.

Una puerta se abrió en el espacio de la nada, durante un trance intenso, y mi cuerpo etérico, que flotaba en la oscuridad de aquel espacio interdimensional, se movió ligero y torpe hacia aquella entrada a tu mundo.
Una cama, un armario, un escritorio, una silla, una gorra amarilla encima de tu cama, y tu nombre grabado en ella y en un estuche para colores, fue todo lo que pude ver en aquella habitación. Eras un chico joven, lo sentía, era como si la información de tu vida llegara a mí de alguna forma que no comprendía, sabía que eras un estudiante, probablemente ya en la universidad. Aquel dormitorio emanaba tu aroma energético por todas partes, y sabía que eras alguien importante para mí, de alguna forma podía reconocer eso, pero no entendía qué me estaba sucediendo, por qué estaba allí. Fue un viaje espontáneo mientras dormía y desconocía lo que estaba pasando.
Tras aquella experiencia tu llamada continuaba tirando de mí, con una increíble fuerza, debía enfrentarme a mis miedos, dejarme llevar y escucharte, saber qué deseabas de mí, quién eras y por qué me estabas contactando.

En aquella época era muy miedosa, pero tenía las cosas muy claras, así que me enfrenté a mis temores y me dejé llevar por la experiencia.
Una puerta volvió a abrirse de la nada, pero ya no estaba aquella habitación, sino una gran casa con escaleras a ambos lados, y justo en el centro del pasillo que las unía en la parte superior, había un muchacho, sentado en posición de loto, como si estuviera haciendo yoga, vestido de blanco, con el jnana mudra en sus manos, es decir, el dedo índice unido al pulgar formando un círculo y sus otros tres dedos estirados. En aquella postura, ejercía unos movimientos suaves con sus manos en horizontal, como acariciando el aire, mientras permanecía con los ojos cerrados.



Su rostro emanaba puro amor, su piel era blanca, su cabello rubio y lacio, no le conocía de nada, pero algo me atraía hacia él, eras tú.
Pensé para mis adentros que yo no estaba realmente allí con mi cuerpo físico y que si quería preguntarte algo tendría que ser telepáticamente, así que pensé y te envié mis palabras.

  • ¿Por qué me llamas? - dije mientras me iba acercando a la puerta.
  • Porque te necesito – me contestaste.

Una enorme ráfaga de energía que provenía de ti me alcanzó junto a tu respuesta, me atravesó y me estremeció. No sólo podía escucharte hablar dentro de mí sino que además, de alguna manera, me habías traspasado el alma, y te había reconocido.
Tú eras él, ese él que desde niña sabía que existía, que en alguna parte estaba encarnado, mi amado compañero.


De pequeñita creía que la vida era un sueño del cual despertaría y me reuniría de nuevo con mi verdadera familia. Amaba a mis padres, pero sabía que no eran mis padres en realidad, aunque sí lo fueran biológicamente, yo sentía que estaba con ellos por misión, que yo no les pertenecía, pero que ellos hacían su función de padres conmigo porque tenía algo que hacer en este mundo. Al llegar a mi adolescencia me decía a mí misma que todo aquello eran locuras infantiles. Sin embargo él estaba allí, ese él que yo sentía en mi corazón cuando contaba sólo con cuatro o cinco años de edad.

Sabía que también te necesitaba, lo sabía, así que te lo dije. Estaba dispuesta a atravesar la puerta, iba totalmente decidida a hacerlo, pero algo tiró de mí y de repente me vi en mi cama, despertándome por la mañana. ¿Habría sido sólo un sueño?

No podía dejar de pensar en aquello, así que averigüé qué podía haber sido esa experiencia, descubriendo así los llamados viajes astrales. Parecía que había experimentado un encuentro astral.



Al cabo de un mes aproximadamente volví a verte. Llevabas una cazadora de cuero negra, llena de cremalleras, y recuerdo que me curaste una herida en mi dedo pulgar. Fue todo extraño, peculiar, sin embargo, tu presencia se fue haciendo totalmente natural en mi vida, pues aparecías con bastante regularidad en mis sueños.

Así fui descubriendo nuevos detalles de tu aspecto físico, como el color azul de tus ojos, o esa pequeña mancha en tu piel al lado de tu nariz, o tu manera de sonreír y las líneas que se dibujaban en tus mejillas cuando lo hacías.

Uno de esos días en los que mi madre iba a una consulta con una vidente, yo la acompañé, era muy curiosa, me atraía todo ese mundo, y era lógico cuando yo misma experimentaba cosas inexplicables, e incluso veía lo que iba a suceder antes de tiempo, entre otras cosas. Era algo que sólo comentaba con mis amigas y con mi madre y su prima, que era también mi amiga, puesto que me daba pavor que me tomaran por loca, ya era bastante rara para mi edad, muy segura de lo que no quería en mi vida, aunque no tan segura de lo que sí deseaba.

La consulta estaba en una calle de Barcelona, muy cerca del parque de la Ciudadela, siempre recordaré aquel lugar, quedó grabado en mi mente porque el vaticinio de la vidente me hirió en lo más profundo de mi alma.

  • Tuviste un encuentro astral, -me dijo- él está vivo, le verás aquí, en Barcelona, te cruzarás con él dentro de cuatro meses y nunca más le volverás a ver.

Me negaba a creer eso, no podía ser, yo sentía en mi corazón que te iba a volver a ver más veces, que algo así no podía perderse en el tiempo sin más, pero me sentía totalmente decepcionada, empezaba a pensar que me había enamorado de un sueño, de alguien que sólo existía en mi imaginación, que era irreal, y si era real sólo le vería una única vez en mi vida, no me podía creer que tal desgracia estuviera destinada para mí, y para ti, si es que tú, ese chico del astral, también me veías y me recordabas conscientemente.

Había nacido un sentimiento, que ya existía en mí, pero que se había ido consolidando, y tú, que parecías más seguro que yo de todo eso, me asegurabas que mientras no pudiéramos encontrarnos en el plano físico el astral era lo que nos quedaba, lo que teníamos, y que de esa forma podíamos estar juntos, pero yo sufría, no lo aceptaba, creía que estaba perdiendo la razón, y se me hacía muy difícil luchar por un amor así, porque creía que no estabas conmigo realmente, que sólo me visitabas en sueños, yo no formaba parte de tu vida, ni tú estabas verdaderamente en la mía.
Intentaba retenerte en mi memoria, así que te dibujaba constantemente, y mi mente se abría, recibiendo mensajes que no entendía, ahora sé que estaba empezando a canalizar, que hacía tiempo que lo estaba haciendo.

Transcurridos ocho meses, no te había visto aparecer por ninguna parte, así que empezaba a creer que la premonición de la vidente era falsa.
Yo me había cambiado de instituto, pues la intención de mi familia era volver a Barcelona a vivir y había estado estudiando en Montcada, así pues, me trasladé a un nuevo centro de estudios llamado “Centro de estudios la Atlántida”. Es curioso cómo me han perseguido las señales desde siempre, señales que después marcarían mi vida, primero estudié en un colegio de primaria llamado Lis, cuyo símbolo era la flor de Lis, una flor con un gran significado en lo espiritual, y después en un centro cuyo nombre mencionaba uno de los grandes misterios del mundo espiritual, la ciudad de la Altántida, lo que sería posteriormente de gran importancia para mí.
En aquel momento yo no era capaz de imaginar nada de lo que veinte años después sucedería, pero tampoco imaginaba lo que iba a ocurrir con respecto a aquel muchacho rubio, tú.

Era septiembre del año 1990. Ya había pagado la matrícula para comenzar las clases en mi nuevo instituto en Barcelona. Mi madre y yo ya nos disponíamos a regresar a casa. Las escaleras de la entrada al centro de estudios eran de mármol rosa, la verdad es que era una bonita entrada, todo lo contrario de lo que era la zona donde se ubicaban las aulas. Bajaba tranquila hablando con mi madre y entonces sucedió, te vi. Subías las escaleras junto a otro muchacho, aunque no sé si os conocíais, yo supuse que sí. Sentí que mi cuerpo se paralizaba, no podía creerlo, eras tú, frente a mí, como había dicho la vidente, pero no lograba hacer nada, no me salían las palabras, no sabía qué hacer.

Acabé de bajar las escaleras como pude, y mi madre se giró para mirarte, al tiempo que el otro muchacho también se giró para mirarnos.

  • ¿Era él? - me preguntó mi madre – Es idéntico a tus dibujos.
  • No lo sé, se parecía mucho.
  • Dile algo.
  • No, no me atrevo, ya le volveré a ver, seguro que es alumno de este instituto.

Estaba aterrorizada y petrificada, no era capaz de preguntarte nada, ni siquiera de llamarte por tu supuesto nombre, el que me habías mostrado en los sueños. Lo peor fue averiguar el primer día de clase que no estabas por ninguna parte. Te busqué por todo el instituto, traté de averiguar quién eras aquí, en este plano, para poder saber si ese chico de las escaleras eras tú realmente, si nos habíamos cruzado para no volvernos a ver nunca más.

Nunca más” … Eso es demasiado tiempo...

No sé si eras tú, pero siempre he deseado saberlo, tal vez te sientas identificado, tal vez me estés leyendo, tal vez estuviste allí, o tal vez no fueras tú, pero sé que estás en alguna parte, sé que las señales no son sólo para mí, que la flor de lis significa algo para ti, y la Atlántida, y el hecho de que me mostraras el barrio gótico, y los carruajes antiguos que existieron, y que no fue casual que me llamaras Lintley, o que me mostraras Sant Gervasi en los sueños, la parada de metro de Marina, sé que algo significarán las señales de otras épocas, y la enorme casa de escaleras a ambos lados y de suelo en baldosas negras y blancas del vestíbulo, si es que tú recuerdas algo de esos encuentros, si es que tu corazón te habla, si es que sirvió de algo todo aquello...
Recuerdo también las imágenes que observamos de la serie “Derecho de amar”, fíjate qué mensaje, ejercíamos nuestro derecho de amarnos en la distancia, en otros planos, y hoy, que no sé nada de tu vida en este plano, sólo deseo que esta historia no tenga un final inacabado, que llegue por fin la respuesta a todo esto, para que mi mente ya no pueda repetirme que todo fue sólo un sueño irreal, que nunca exististe más allá de mi fantasía, porque mi alma y mi corazón saben que existen otros mundos, lo crean otros o no, y que tú y yo nos hemos encontrado muchas veces en uno de esos otros mundos. ¿Nos encontraremos también en el que llama realidad la mayoría?

Años más tarde decidí despedirme de ti, y te pedí que no regresaras más a mis sueños, fue en una tienda situada cerca de la avenida de Roma de Barcelona, mientras contemplaba tus lágrimas caer desde tus ojos azules, rogándome que no lo hiciera, pero sabíamos que así debía ser, sabíamos que nuestros encuentros astrales debían terminar, sin embargo, ahora ya ha llegado el momento de lo físico, del encuentro material, de la verdad, y por eso debo obtener esta respuesta...

¿Dónde estás?

Arael Elama