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Los relatos del blog están divididos en varios títulos genéricos que son "Reflexiones", donde hallaréis escritos espirituales y reflexivos, "Una mirada al Alma" donde podréis leer historias muy profundas de crecimiento personal, del alma, "El Romántico Obsoleto", que cuenta con relatos de humor, irónicos, historias de la vida cotidiana del ser humano, "Diálogos", que son como la palabra dice, conversaciones que suelen ser muy profundas y espirituales, y por último he publicado tres capítulos de una de las novelas en las que estoy trabajando "Alma Cristalina". Disfrutad con todos ellos y compartidlos si os animáis a hacerlo para ayudarme a difundirlos.

Gracias por leerme, bendiciones a todos.

martes, 4 de marzo de 2014

LA LEYENDA DE LA MUJER DE LA PLAYA (2ª PARTE DE LA LEYENDA DEL HOMBRE ANDANTE)

LA LEYENDA DE LA MUJER DE LA PLAYA
(2ªPARTE DE LA LEYENDA DEL HOMBRE ANDANTE)


Cuenta la leyenda que, mientras el hombre andante viajaba por el mundo entero, la mujer de la playa le esperaba envuelta en su luz para que él la pudiera ver y reconocer.
Las olas del mar hablaban un lenguaje transparente para ella, un lenguaje sencillo que comprendía a la perfección. Ensimismada entre la espuma del agua salada del mar, se bañaba en su belleza azul cristalina, bebiendo lunas en la noche, nutriéndose de amaneceres hermosos, salpicándose de la extraordinaria luz de las estrellas que alumbraban su camino en la orilla de la playa.
Su vida transcurría silenciosa en aquel paraje tan sencillo y grácil, conectada con la brisa marina, con cálida arena, con las dunas del paso del tiempo como compañía, caminando entre sus propias huellas, comprendiéndolas, amándolas, aunque al principio las desdibujaba y las volvía a dibujar, en un intento de hallar esa perfección imposible de su alma.

  • El alma no es perfecta, el alma es sólo alma, no tienes que buscar su pureza porque el alma ya es pureza, lo que tienes que limpiar es tu mente.-Le repetían las olas en su vaivén.

Había aprendido a escuchar a sus guías a través del sonido incesante de las olas que susurraban lo que ella necesitaba saber en cada momento.
Su vida era plácida, pero muy solitaria, apartada de todo lo mundano, refugiada en su mundo de ensueño, para los demás pura fantasía.
Ella sabía muy bien en su interior que no estaba loca, que todo aquello era cierto, real.
Por la noche, los luceros alumbraban y velaban su sueño y le comunicaban que pronto aparecería un hombre que la amaría con el mismo amor que ella era capaz de sentir, incluso le mostraban su aspecto para que ella pudiera salvaguardar la ilusión de aquel encuentro.



Pero los años pasaban, el tiempo era su enemigo, su juventud se marchitaba y sus ganas de vivir el amor la estaban ahogando en una tristeza agotadora.
Así que, un buen día, decidió marcharse de su playa.

Recorrió un sendero de flores, descalza, fatigada por la perenne espera que había estado protagonizando, sin esperanza, sin alegría, desgastada por la añoranza de aquel muchacho que tantas veces le había prometido unirse a ella, aquel ser que la amaba en sus sueños profundos, en sus viajes a otros planos, mientras habitaba en aquel lugar hermoso cerca de la orilla del mar.

No deseaba perderse lo que era amar a otro ser humano, vivo, físico como ella, alguien que supiera hacer que sus ojos volvieran a brillar como antes, alguien que la colmara de amor, que la enseñara a compartir, a reír, a vibrar, a disfrutar de la vida en compañía. Sin embargo, en su corazón albergaba aún el deseo y el anhelo de que apareciera su gran amor, ese que sentía en su alma como una fuerte ráfaga de resplandeciente luz que revoloteaba en su interior, que la hacía sentir como una diosa.

Caminando por aquella senda, un hombre solitario le llamó la atención, pero estaba demasiado distraído sumido en sus desgracias, en sus pesamientos para darse cuenta de su presencia. Lo amó en silencio, sintió la compasión, sintió el desasosiego de ver cómo se destruía a sí mismo sin poder ayudarle, sin poder ofrecerle algo más que sus sentimientos en forma de amistad sincera. Fue una gran lección aprender a amar así sin esperar nada a cambio, sin que él pudiera advertir que había alguien dispuesto a curar sus heridas con todo su corazón. Así que, un buen día, se alejó de él, rendida, triste, pero sabiendo que había dado todo de ella misma para aliviar su dolor, aunque sin éxito.
Siguió su camino, unida a su desconsuelo y su decepción, pero allí, en un paraje de árboles y monte, otro ser llamó su atención. Ya no deseaba amar, el tormento de aquella experiencia había creado en ella un punzante pesar que la impulsaba a descartar algún amor que fuera más allá de lo fraternal.
Así que eso fue lo que ofreció, amistad.
Y la amistad se transformó en amor, en un enamoramiento hermoso que la impulsó hacia la felicidad, y la convirtió en otra persona, alguien que era mitad hada, mitad mujer, mitad ser divino, mitad ser terrenal, mitad ella, mitad la persona que creía que deseaba él que ella fuera.
Años y años fueron pasando, años llenos de amor, de bello amor, pero también de olvido, de dejadez de lo que ella era en realidad.
Sus estrellas se apagaron al ver que ella no las miraba, el mar se congeló por su ausencia, las dunas desaparecieron junto con sus huellas del pasado, su luna se volvió oscura, las olas dejaron de hablar para ella...

Pero vivió el amor físicamente, sintiendo en su cuerpo frágil la pasión, el deseo, el compromiso, la entrega, la incondicionalidad...pero también la soledad...

  • ¿Por qué me siento tan sola si me siento tan amada? -se preguntaba.

Y un susurro suave se mezclaba con el viento para contestarle.

  • Porque te has olvidado de quién eres mientras estabas aprendiendo a sentir lo que es estar viva, ser un ser humano. Tu experiencia ya debe concluir, ahora debes volver a la playa... Él vendrá, ahora es el momento, debes regresar a ti, a tu esencia, porque él debe poderte ver, y para que te pueda ver debes brillar. Tu luz se alzará cuando conectes con lo que eres en realidad.

Con tristeza, emprendió su camino de vuelta a casa, por aquel sendero que antes estaba colmado de flores silvestres, donde ahora sólo había tierra seca, piedras que arañaban sus pies descalzos.
En su espalda, su mochila iba cargada de aprendizajes mal gestionados, dolor, ira, arrepentimiento, culpa, miedo...
El peso de todo aquello hacía más duro su viaje, pero debía ser valiente, fuerte, debía regresar a la orilla a reencontrarse consigo misma.
Daba un paso y caía vencida, contra el duro suelo, sus rodillas ensangrentadas escocían, sus lágrimas se derramaban, mientras intentaba ponerse en pie de nuevo para proseguir caminando.
Volvío a tropezar y a caer contra las rocas de aquella vereda. La incómoda mochila golpeó su espalda y la hizo desplomarse completamente, sumida en un dolor profundo.

  • No puedo más, no puedo más, quiero morirme, no puedo más, llevadme a casa, no quiero seguir, estoy agotada, estoy exhausta, ¿por qué tengo que hacer esto, por qué? -gritó llorando desmoralizada.
  • Vacía la mochila -escuchó.
  • ¿Vaciarla?
Ni siquiera había sido consciente de que llevaba aquella carga en sus espaldas, pero en aquel momento, se dio cuenta de lo que ocurría, sus emociones pesaban demasiado, sus recuerdos estorbaban, debía deshacerse de ellos.

A partir de aquí, su paso se fue aligerando, mientras iba extrayendo libros de su pasado, emociones plasmadas en papel que había estado cargando sin percatarse.
Fue así cómo aprendió de sí misma, de sus vivencias, recordando su infancia, sus anhelos, sus miedos, sus deseos, su dolor, sus decepciones...y superando cada emoción que atascaba sus progresos.

Por fin llegó a la playa, sin mochila, sin carga.

En la playa todo estaba desierto. El mar congelado, el cielo negro. Debía darle vida a todo aquello.
Fueron días oscuros, días en los que sentía que no iba a poder resucitarse, días en los que sentía que su Ser la había abandonado, sus guías se habían alejado, su amado ya no la visitaría más.
Hasta que, una noche, puso su mano en su corazón, cerró los ojos y sintió sus latidos golpeando su pecho. Entonces, supo que ella estaba ahí dentro, esa diosa de luz que había vivido dentro de ella, estaba ahí, siempre lo había estado, sólo dormía, a la espera de que ella la volviera a despertar.

Un centenar de rayos de luz emergieron de su alma e iluminaron todo aquel lugar...
El agua del mar brillaba como nunca, las olas ondeaban en una danza bellísima que la incitaban a bailar con ellas, el cielo estaba adornado de estrellas brillantes y centelleantes, la luna era pura plata fulgurante...

  • Estoy aquí-se dijo- he vuelto a casa.

Con el paso de los días, su amado, aquel ser que aparecía entre sueños, volvió a comunicarle su regreso a ella, su reencuentro. Le recordaba joven, apuesto, guapo, lleno de luz, amándola tanto...buscándola como antes, dispuesto a hallarla a como diera lugar.

Vivía feliz, en la espera, recuperándose más y más a sí misma, viviendo el amor hacia el todo, hacia su Ser, hacia su amado, la llamada llama gemela.

De pronto, una noche, un desconocido se acercó a su orilla. Era un hombre cargado con una mochila, como la que ella había estado llevando tanto tiempo.
Se iba acercando más a ella, pero iba distraído, ajeno a su presencia.
Sintió curiosidad, sintió alegría, sintió esperanza...
Sin saber bien por qué, su corazón saltaba de emoción, su alma estaba rebosante de felicidad.

¡Era él!, ¡su amado, su llama gemela!, apenas podía ver su rostro, estaba demasiado oscuro, pero le sentía, sentía su energía, aquella con la que tanto tiempo había convivido, aquella que tanto había amado.

El hombre parecía preocupado, apesumbrado, exhausto. Se estiró en la arena y se quedó dormido.

Ella se acercó a mirarle mientras dormía. Su bello rostro estaba castigado y envejecido, su cuerpo parecía haber soportado un camino muy difícil y duro, su expresión, aun durmiendo, era la de un ser demasiado decepcionado de la vida. Pero era él, no había ninguna duda.
Estuvo horas mirándole, llorando por la emoción de haberle hallado. De pronto, no pudo resistir mirar en su mochila, inducida por las olas, sus guías, que la impulsaban a indagar en su dolor para poderle ayudar y conocer mejor.
Leyó durante toda la noche, le leyó el alma, el corazón, los pensamientos, leyó todo lo que pudo, aunque sabía que aún quedaban muchos libros en la mochila para leer.
Sintió todo su dolor en su alma, cada lágrima derramada por él fue derramada por ella al descubrirla grabada en su corazón.
Y agotada de llorar por su amor, por aquel hombre que estaba a su lado, esperó a que abriera los ojos para recibirle con su amor infinito, mientras intentaba vaciar la mochila de todo aquello que ella consideraba nocivo para él.

De pronto, una voz irrumpió en su concentrada tarea y la sobresaltó.


  • Perdona, ¿qué estás haciendo con mi mochila?- Le dijo algo enfurecido.
  • Intento ayudarte, llevas demasiado peso aquí dentro y aún te queda mucho camino por delante.
  • ¿Qué quieres decir?¿Cómo sabes tú que aún me queda camino? y...¿Quién te ha dado permiso para hacer eso?
  • Uys, ¡cuántas preguntas que haces!- le dijo aturdida por su comportamiento, parecía que no la reconocía, ¿cómo podía ser eso?
  • ¡Pero contéstame!
Ella sonrió paciente y se sentó en la arena con la mochila en sus manos, esperando a que él también lo hiciera. Ya había comprendido con tristeza que él no sabía que estaba frente a su compañera de camino, su complemento en polaridad. Sin embargo, ella había aprendido a ser muy paciente, la vida le había enseñado justamente eso.

  • Está bien, te contestaré a todas las preguntas que me quieras hacer. Primero, llevas demasiado peso, tienes que irte deshaciendo de algunos recuerdos. Vamos a ver, éste ¿para qué lo quieres? - dijo extrayendo un hecho vivido por él guardado con ahínco en la mochila.
  • ¡Deja eso! -gritó él cuando vio que ella hurgaba donde nadie había hurgado antes.
  • Está bien, está bien, te voy a permitir hacerlo tú mismo, pero tienes que desechar todo esto, porque si no lo haces no podrás dejar espacio para lo bueno que tiene que llegar a tu vida.
  • ¡Qué sabes tú de mi vida! ¡No sabes nada!
  • Tienes razón, no sé nada, pero lo sé todo, eso sí, te voy a dar la oportunidad a ti de explicármelo todo, porque quiero saberlo todo de ti, todo.
  • ¡Estás loca!¡No sé quién eres!
  • Ya veo que no sabes quién soy, pero eso no significa que yo no sepa quién eres tú.-Le dijo con pesar.
  • Escucha, no sé de dónde has salido, ni qué quieres de mí, pero estoy muy cansado ya de tropezarme con personas que sólo me hacen daño y que creen saberlo todo de mi, como tú, y en realidad no sabéis nada, no sabes el dolor que he sufrido, no sabes cómo las desilusiones de la vida me han ido destruyendo poco a poco, y no quiero hablar contigo, no te metas en mi vida y deja ya mi mochila, lo que hay ahí es sólo mío.

Ella le entendía, pero un dolor punzante la estaba haciendo desfallecer. Aún así, debía ser fuerte, debía ayudarle, por fin había llegado a su vida, pero él no estaba preparado para ver más allá en ella, no era el momento adecuado y debería dejarle marchar con todo su dolor.

Aquel joven andante, que ya no tan joven por los años transcurridos, agarró con fuerza su mochila y la volvió a colgar a sus espaldas dispuesto a marcharse y continuar avanzando.

  • ¡Espera! -gritó ella corriendo tras él en un intento de dejar en él una semilla de amor que le ayudara más tarde a reconocerla- sólo escúchame un minuto, por favor.
  • Tengo prisa.
  • Sólo un momento, -insistió- seré breve.
  • De acuerdo, pero rápido, me queda poco tiempo para encontrar lo que busco, y estoy demasiado cansado ya.
  • Mírame a los ojos, escúchame, déjame entrar en ti.
  • ¿Qué quieres decir?
  • Tú hazlo, no te haré daño.

Sin saber bien por qué él se dejó llevar por la situación, y miró a aquella extraña mujer a los ojos sin apenas pestañear, tal vez solo para complacerla y así ésta le permitiera marcharse enseguida.
Ella se adentró en su alma, en su Ser, en su corazón, y le envió todo su amor, toda la luz que pudo, junto a un mensaje codificado que debería descodificarse en el momento en el que él estuviera dispuesto a abrirse al verdadero amor.

De una forma insólita, él empezó a sentir algo que nunca había sentido, algo que no sabía cómo definir, tenía curiosidad y quiso quedarse inmóvil allí, tratando de averiguar qué era lo que estaba notando en su corazón, pero su mente interfirió de nuevo y se distrajo de lo que estaba sintiendo, restándole importancia.
Tras unos segundos mirándola y fluyendo con aquella experiencia tan singular, bajó la mirada confuso y aturdido y se apartó de ella.

  • Debo marcharme ya, lo siento.
  • Sí, está bien, lo entiendo.-le dijo mientras sus lágrimas luchaban por emerger de lo más profundo de su alma.
  • Pero no me has dicho nada, ¿qué tenía que escuchar?
  • Lo que tenías que escuchar no lo tenían que percibir tus oídos.

Ella era para él una mujer realmente extraña que despertaba su curiosidad, pero tenía que seguir caminando y no podía entretenerse más.

Así que se alejó lentamente, con su mochila a cuestas, mientras ella se giraba para llorar en silencio, de espaldas al hombre de su vida, su compañero, aquel que durante tanto tiempo había estado esperando, destrozada por haberle perdido sin poderle decir quien era ella.

Unos segundos después, algo la impulsó a mirar hacia atrás y enviarle de nuevo su amor, y sus miradas se encontraron en la lejanía.

  • Tal vez regreses algún día, querido compañero.- Se dijo mientras su mano se posaba en su corazón para retener su dolor, para impedir que la destrozara.
  • Tranquila- le dijeron las olas en su habitual susurro -volverá cuando sea el momento adecuado, ahora tendrás que aprender a amarle mejor, amarle más incondicionalmente, con más paciencia, con más elevación, respetando su proceso interno, aun sabiendo que se ha alejado de ti, deberás enviarle tu amor con más fuerza, para que pueda salir de su oscuridad y así eliminar la niebla que le envuelve y le ciega.
  • ¿Y cómo podré ser capaz de hacer algo así? -dijo entre sollozos de dolor y de rabia- Soy humana, aunque mi alma le ame, mi parte humana ahora está resentida, ¿por qué después de tanto esfuerzo en mi vida y de tanta espera, él no ha sido capaz de estar a la altura?, no es justo, no es justo...
  • Debes centrarte en ti, en elevarte, en continuar limpiando tus emociones y tus bloqueos. Esta experiencia te ha demostrado que aún tienes que aprender mucho sobre el amor incondicional, porque te duele que se haya ido, te duele que no recuerde su amor por ti, te duele que pueda enamorarse de otra mujer en su camino y olvidarse del todo de ti, su compañera de alma, pero debes aceptar esa posibilidad y amarle a pesar de todo, sólo así habrás aprendido lo que es el verdadero amor, amar sin esperar nada a cambio, amar a tu compañero aunque no pueda estar junto a ti como lo que tú desearías, tu pareja humana.
  • No sé si seré capaz de llegar a ese nivel de incondicionalidad, mis queridos guías, estoy hastiada, agotada, sin ganas de vivir, ya no me quedan fuerzas para continuar mi camino hacia mi interior. Mi misión en este lugar era junto a él, sin él no puedo completarla, sin él todo se quedará a medias, pero no puedo obligarle a recordarme, a reconocerme, a ser consciente... ¿Debería retirarme de la misión? ¿Debería volver a la senda que ya transité?
  • No. La flaqueza de tu ego es precisamente esa. No puedes centrar tu felicidad en el amor de tu compañero, sino en el amor hacia ti misma, lo demás llegará solo, cuando todo esté preparado para que así sea. Camina hacia tu ser, aún tienes mucho que descubrir.

Ella se durmió llorando, rendida ante sus emociones, aquellas que creía sanadas, aquellas que creía superadas, y se dio cuenta de que no podía dejar que sus pensamientos y emociones condicionaran su vida y su amor.

Pero...¿Volvería algún día aquel hombre andante a su vida?

Eso tal vez debamos esperar a saberlo más adelante... si la leyenda continúa...

Eva Bailón...

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