A
través de la espesa bruma que a veces transito, siempre he logrado
ver la luz de un faro que me guiaba para no perdeme en el camino.
Sin
embargo, eso no significa que haya sido sencillo descubrir todo lo
que en mí se esondía como sombra rebelde, jugando a no ser hallada,
a pasar desapercibida, para que mi ego se sintiera satisfecho con el
trabajo realizado.
Y
es que el ego cree que trabajar duro, sacrificándose, es siempre la
mejor opción para avanzar, para crecer, y entonces,
irremediablemente asocia el dolor, el sufrimiento, con algo necesario
para alcanzar los objetivos establecidos. Hay una tendencia
generalizada de pensar que sin padecer no sabemos reconocer la
felicidad, no hay gran amor sin sufrimiento, no hay dicha si no hay
pena...
Sin
embargo, otra parte de mí más consciente, afirma que todo eso no es
más que una serie de ideas y pensamientos producto de un sistema de
creencias que nos engulle y nos escupe hacia una espiral que nos
acaba agotando y sumiendo en el desasosiego.
Nunca
hallamos la felicidad, porque además, la buscamos ahí afuera, otro
debe hacernos felices, o bien un trabajo nuevo, o una casa más
grande, o el coche de nuestros sueños, y depositamos nuestro poder
en el exterior, sin darnos cuenta de que la felicidad está en
nuestro interior y que nadie puede hacernos sentirla salvo nosotros
mismos.
Las
relaciones, del tipo que sean, basadas en esta dependencia de la
felicidad en el otro y su comportamiento, tienden a ser un fracaso,
nos llevan a discusiones, a malentendidos, a reproches, a intentar
dominar y controlar al otro, a absorverlo, y a acusarlo de nuestro
propio sufrimiento creado por nuestras propias carencias y por
nuestra inmadurez emocional, y por supuesto, esto nos deja el sabor
amargo de no haber hallado la amistad, o la pareja que estábamos
buscando. Hasta que no hemos alcanzado nuestro autoconicimiento no
podemos darnos al otro, y no sabemos recibirlo de forma libre y
amorosa.
Muchos
se empeñan en ocultar su sombra, su oscuridad, para sentirse luz,
amor, paz, renegando así sin darse cuenta, de todo aquello que aún
está por resolverse dentro de sí mismos. No digo con esto que sea
necesario comportarse de forma déspota, o estar siempre llorando, o
sentirse desgraciado, sino que debemos aceptar todo lo que somos, nos
guste más o nos guste menos.
Así
que, tal vez, una de las premisas de ser conscientes es precisamente
prestar atención a todo lo que está ahí dentro, porque en
realidad, esa es nuestra presencia, lo que somos. Nuestros
pensamientos son muy activos, crean emociones, y a su vez crean en
nosotros comportamientos, y así nos convertimos en lo que pensamos y
sentimos. Descubrí así que era hora de tomar consciencia de lo que
pienso, de cómo actúo, de lo que deseo, de lo que siento, y de cómo
quiero que eso afecte a mi vida. Y aprendí también a decir “basta”
a las situaciones que no me enriquecen, y a las personas que sólo
aportan sus propias proyecciones de sus conflictos interiores hacia
mí, intentando dañarme con ataques que sé que no merezco.
Elijo
entonces así no sufrir más innecesariamente, y cuando digo que
elijo no sufrir no me refiero a que no quiera aceptar que hay aún
ciertas historias mentales que pueden estar atormentándome, sino que
escojo una manera de afrontar mis fantasmas desde otra perspectiva,
desde la valentía de alguien que sabe que sus sombras están ahí,
que las mira de frente y que está dispuesta a transformarlas,
trascender los miedos, para seguir adelante, con el coraje de alguien
que desea amar por encima de todo.
El
amor siempre suma en tu vida, no resta, así pues, aquellas personas
que no sumen en mi vida, definitivamente, sé, que acabarán
desapareciendo, al igual que aquellas situaciones que ya no sean
precisas para mi propio crecimiento y maduración emocional.
Así,
en todo lo que llevo recorrido en mi vida, he observado un antes y un
después, y en mi ahora, cada vez que algo me hace sufrir, voy en la
búsqueda de ese algo ahí dentro, para abrazarlo, para sentirlo,
para liberarlo de mí y comprenderlo.
No
intento convencer a nadie de mis pensamientos filosóficos, de hecho,
son sólo eso, pensamientos, para mí basados en lo que me transmite
mi sabiduria interior, siendo los que me han otorgado más libertad,
porque vivir en la prisión del sufrimiento, de la lucha por mantener
a mi lado lo que no es mío, en la guerra interior de querer que todo
lo que deseo se produzca de inmediato, de intentar que la gente sea
más consciente y respetuosa con los demás, o con todo lo que nos
rodea, ya la he experimentado por suficiente tiempo, ahora no quiero
más eso, ahora elijo yo, y desde todo el poder que siento dentro de
mí, naciendo desde mi naturaleza más profunda, sólo quiero ser
libre, pero libre de mis propias cárceles, y dejar que cada cual
vaya liberándose a sí mismo, comprendiendo lo que es y cómo es
mejor vivir a su manera, a su ritmo, porque mi forma de ver la vida,
no tiene por qué ser la misma que la de los demás, cada uno debe
crear su propio camino, con su propio paso ajustado a su alma.
Últimamente
he estado viendo los enfoques que se están moviendo respecto a la
filosofia de la vida, y francamente, he alcanzado a comprender que mi
vuelo es único y libre, así como el de cada uno, y que ni yo, ni
ninguna otra persona, debería influir o intentar hacerlo en el vuelo
de nadie, sino que deberíamos ser sólo ejemplo para aquellos que
quieran seguir nuestros pasos.
Yo
soy gaviota en el aire que vuela en libertad, soy tigre blanco,
protector y defensor de mi verdad, soy delfín en el agua, consciente
de la vida y de la creación, pero cada uno es lo que desea ser en
cada momento...
Sufrir,
en mi opinión, es la decisión inconsciente que tomamos al ver la
vida a través de los filtros de las creencias que nos han ido
enseñando a través de la familia, la religión, la escuela, el
trabajo, la sociedad en sí. Esas doctrinas nos encarcelan y nos
ciegan, ocultándonos lo que verdaderamente somos en nuestro
interior.
Así,
interpretamos el amor de una forma equivocada, buscamos la pareja
incorrecta para nuestra alma, pero correcta para nuestras creencias
sobre cómo debe ser una pareja, buscamos los amigos que más se
ajustan a nuestras ideas mentales, y así todo lo que decidimos queda
supeditado a lo que hay grabado en nuestro inconsciente, como
programaciones que nos impiden saber que hay algo más, algo que sí
somos.
Si
alguien tiene la gran valentía de enfrentarse a todo eso, comienza
un viaje hacia lo que Es, que le invita a desaprender lo aprendido, a
desadoctrinarse, a elevarse por encima de lo que otros piensen sobre
él, a apartarse por necesidad de todo aquello que escogió de manera
inconsciente, a sentir un vacío extraño, a no desear estar con esa
pareja que de repente ya no sabe si ama o no ama, descubriendo sólo
dependencia y miedo a la soledad. Los amigos que tenías desaparecen,
pierdes el sentido de tu vida, la familia no te comprende, te quedas
solo, o sola, ante mil miedos que surgen, y una voz interior te pide
que tengas fe, que saltes, que saltes, que confíes en que todo irá
bien.
Y
al final saltas...
Y
empieza la gran aventura del autoconocimiento...
Esto
viene a ser como la película de matrix, ¿qué pastilla quieres
tomar?
Arael
Elämä Araham
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