Me
llamo Lola y estoy aquí porque dicen que estoy loca. Hace ya mucho
tiempo que dejé de preguntarme si ellos tienen razón o no, porque
verdaderamente ya no controlo lo que sucede en mi mente, ella ha
tomado las riendas de mi vida, sepultándome hasta lo más hondo y
oscuro de mí, atrapada entre pensamientos obsesivos y dolorosos por
alguien a quien amé desesperadamente.
Los
doctores que me atienden desde hace años dicen que tengo un
trastorno obsesivo severo, pero me ocultan algo más, lo sé, porque
la medicación que tomo no es suficiente para mantener a raya lo que
estoy sintiendo y las voces que escucho no paran de discutir entre
ellas, una dice que es mi mente, la otra mi corazón, pero mi mente tiene
muchas voces distintas, mientras que mi corazón siempre usa la misma.
Aquí
no se está mal, no tengo que preocuparme por las facturas, no tengo
que salir a la calle, donde la gente me parece cada día más hostil
e incomprensiva, ni tengo que ir a trabajar, de hecho, esto se ha convertido para mí en un
refugio del cual no deseo salir, aunque a veces me pregunto cómo
sería regresar ahí afuera y volver a tener una vida normal. Normal,
sí, eso que está bajo el paradigma de las normas establecidas, eso
que yo no aceptaba y rechazaba con uñas y dientes.
Siempre
fui una inconformista, todo me parecía poco, nada era suficiente,
pero carecía del valor para luchar por lo que quería y siempre me
acababa dando por vencida, así que después me sentía frustrada y
me torturaba por haber desistido en mi empeño por cambiar las cosas.
Toda
mi vida ha sido siempre una contradicción emocional, un deseo que se
oponía a otro deseo subyacente, y que intentaba emerger para ser
observado y tomado en cuenta.
Los
llamados “sanos”, no entendieron nunca mi mundo, y mi familia
siempre me trató como si fuera un caso aparte, ya sabes, la oveja
negra, la que nadie escuchaba porque no tenía nada importante que
decir, o nada que a ellos les interesara, y es que hablar de amor y
de buenas intenciones siempre resultó aburrido a la alta élite de
los Dublanch, mi apreciada y selecta casta.
Por
eso y por algunos cientos de razones más, acabé en este lugar,
sola, bueno, con la compañía de otras personas locas que, al igual
que yo, no pudieron soportar el peso de pertenecer a este mundo, a
esta especie llamada “humana”.
Siempre
pensé que el ser humano debía ser sensible y responsable,
inteligente pero con alma, con corazón, y sin embargo siempre vi en
mi especie todo lo contrario. Renegué tantas veces de pertenecer a
ella, me odié por ser un ser humano, por haber nacido, por no hacer
nada para que algo, por poco que fuera, se transformara de alguna
manera...
Todo
se complicó más cuando le conocí a él, un hombre atractivo, lleno de
conocimientos insulsos, alguien tan diferente de mí. El primer día en
que le vi supe
que le amaría para siempre, que era mi sueño hecho realidad, sin
embargo él era frío y distante conmigo. Siempre estaba rodeado de
mujeres que le halagaban y le perseguían y él no dudaba en
aprovechar su carisma para irse con aquella que más le interesara a la
cama. Yo trabajaba para él, era ya su tercera secretaria, un trabajo
que detestaba, pero en aquella época tenía que sobrevivir por mi
cuenta, ya que mis padres habían decidido que tenía que aprender a
vivir, en fin, mis tres hermanos disfrutaban de puestos de trabajo en
la empresa de papá, mientras yo tenía que demostrar mi valía
ejerciendo de secretaria de uno de los tantos socios de mi padre.
Había
estudiado Bellas Artes, y la verdad, no se me daban nada bien las
tareas administrativas, así que, cada dos por tres recibía alguna
reprimenda del señor Rojas, aquel hombre que tanto me gustaba.
Uno
de esos días en los que hubiera sido mejor que no me levantara,
Leandro Rojas tuvo la genial idea de invitarme a cenar y yo fui tan
estúpida que me ilusioné como una niña pequeña, así que accedí
a ir con él.
La
cena fue para mí algo maravilloso, sin embargo no me daba cuenta de
lo superficial y materialista que era aquel hombre del que me había
enamorado perdidamente.
Era
tan sumamente atractivo que perdía la razón y el entendimiento, y
no lograba hacer otra cosa que mirarle y sonreír como una absurda
mujer desprovista de inteligencia. Así que me convertí en lo que él
deseaba, una chica fácil, tan sólo por el hecho de amarle, tal vez
inmerecidamente, puesto que él jamás sintió lo mismo por mí y se
aprovechó de mis sentimientos para usarme y después despreciarme.
A
partir de ese día mi obsesión se encendió como una cerilla eterna,
y caí en un profundo abismo de desolación. Mi gran amor me había
tratado como a una prostituta, había conseguido lo que quería de
mí, haciendo uso de su habilidad seductora y beneficiándose de mi
ingenuidad.
Mi
inocencia quedó destruída para siempre, mi fe en el amor, mi deseo
de amar, mi confianza en los hombres, todo eso se destruyó. La única
esperanza que me mantenía en este mundo cuerdo era que existía el
amor, el romance, y creía de veras que viviría una historia de amor
de esas tan hermosas, de cuento, de película, y en lugar de eso
descubrí la parte más sórdida de los hombres.
Pero
no me bastó con arrastrarme y perseguirle suplicándole más amor,
más migajas, más limosna afectiva, sino que además soporté su
maltrato psicológico y sus desprecios durante dos largos años, en
los cuales me utilizaba cuando le apetecía y luego volvía a
gritarme que le repugnaba, que no quería estar conmigo y que había
cedido sólo por la necesidad de echar un polvo, porque no habia
nadie más disponible.
Obsesión.
Sólo
deseaba que me amaran, pero en este mundo de hipocresía y cuerdos
que sólo disfrutan de la parte superficial de la vida, haciendo daño
para satisfacer sus necesidades, sus caprichos, y mantenerse al
margen del amor, me tocó comprobar que no existe nadie como yo,
salvo mis amigos, los locos, con los que hablo cada día de lo mal
que va el mundo. Qué irónico, los de ahí afuera parecen estar más
locos que nosotros.
Todos
los días veo cómo se están destruyendo poco a poco, cómo el amor
se va apagando lentamente, cómo vamos siendo cada vez más los que
estamos aquí...
A
veces estoy segura de que ellos son los locos, porque en este lugar
hay muchas mentes perdidas, pero hay mucho más amor que allí
afuera.
Otras
veces me doy cuenta de que esto es sólo un sueño que aguien, una
mente gigantesca tal vez, está soñando, y que sólo soy parte de
ese sueño. Tal vez si yo despierto pueda escapar de esto, y hallar
una realidad alternativa en la que por fin encuentre mi felicidad
interior y, con un poco de suerte, ese famoso y escurridizo amor verdadero...
Por
lo pronto, y por hoy, ya no voy a explicarte más sobre mí y sobre
mis desgraciadas aventuras por la vida, ya son sesenta años de
golpes y heridas, y desde que estoy aquí finalmente ya me siento
segura.
Así
que, querido corazón, que sepas que seguiremos hablando, te seguiré
dando mis razones para sufrir y para desconectar de eso que llaman
realidad, porque estoy agotada de tanta incoherencia y de que tú me
intentes convencer de que el amor existe, de que sólo debo mantener
la fe y la calma, ya me cansé de esperar, y de buscar, por eso, aquí
estoy a salvo, a salvo de volver a caer en la trampa de enamorarme, o
en la de depositar mi alma y mi amor en el ser humano, se acabó.
Me
llamo Lola y estoy aquí porque dicen que estoy loca...
Arael Elämä Araham (E.
Vera Vitae.)
El Romántico Obsoleto
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