UNA
ROSA BLANCA
Desahogo del alma – ser amor, o ser miedo
El
miedo fue mi vestido no hace tanto tiempo, un traje de varias capas
que se me fueron cayendo poco a poco, hasta dejarme desnuda de mis
dudas, de mis temores, de mis llantos amargos...
En mi camino aprendí que me dolía lo que consideraba
falsa sabiduría, esa que creía basada en los conocimientos adquiridos y almacenados en el hueco de las mentes que necesitan el reconocimiento de los demás para sentirse admiradas y aceptadas, así como la competencia de egos, la impureza de algunos que se
alzan como grandes combatientes de la luz, siendo noche todavía, cuyas banderas son las
de un intelecto contaminado de los espejismos de este mundo corrupto,
inyectados por el veneno de la conveniencia de ser los elegidos,
ingenuos e ilusos escogidos por la nada...
Todo eso hizo estragos en
mí, la hipocresía del ser humano, ese agridulce pesar por el descubrimiento de
lo que erróneamente he creído y afianzado, esa espectativa fiel
hacia lo que otros mostraban de sí mismos, sin percatarme de que
sólo mostraban lo que deseaban ser, o lo que deseaban parecer para seducir y conquistar, y no lo que eran realmente, sin
darme cuenta de cuánto amor estaba olvidando en mí al creer que la fachada
era la profundidad de los que se me revelaban.
Así fue, en esta ilógica batalla, como me desenmascaré a mí
misma, inmersa de nuevo en lo externo, creyendo en lo incierto, descentrada de mi propio ser,
en favor de hallar respuestas compartidas, deseando conectar con otras
almas iguales, similares, con las mismas inquietudes... qué
decepción... Permití cometer el mismo error que otros cometieron conmigo, interpretar en lugar de conocer...creer en lugar de tener la certeza en mi corazón... Sin embargo, todo es aprendizaje...icluso el dolor más horrible.
Saber
y sentir cómo el ser humano navegaba en sus sombras me ensombreció con las
mías. No estaba, ni estoy exenta de la pena, de la oscuridad, de mis propias
trampas, pero dentro de mí ya he destrozado las cadenas que me mantenían
esclavizada...
Me repetí que no
debo sufrir porque los otros sufran, no vale de nada... Me prometí que no quiero ser
juzgada por no estar a la altura de expectativas equivocadas, pues tal vez no soy lo que aparento, sólo
soy una simple rosa blanca abandonada en un desierto de dunas
deseando ser recordada, en el recuerdo de lo que soy en una realidad
sagrada... ¡Olvidada! y ahora que me acuerdo de lo que soy, voy a ser la lluvia que sacie la sed de mi tallo, de mi raíz y de mi alma...
Soy solitaria, pero no
sé estar sin mí misma, en esta soledad intrínseca donde puedo ser
yo, sin más, yo misma, más que nunca, desatada de los entresijos de
lo que no resuena en mi alma como la verdad, la verdad, ese tesoro
que se haya en cada uno de nosotros... Yo lo hallé y pretendí
compartirlo, pero otros apedrearon mi fragilidad intacta. Yo permití
ese ataque, que no fue tal cosa sino mi propio ego agitando las armas
contra mí misma...
- Aquí estoy yo, para demostrate que aún tienes dudas, que aún tienes miedo, que aún tienes que aprender a volar en esa libertad de tu ser...
Y
tras clavarme la daga de la desconfianza en mi pecho, resurgí,
me recuperé y después fallecí dentro de mí misma, para poder ser un yo sin más
dolor, para tener la gran certeza de quién soy, de cómo soy, de lo
que doy, de lo que hay en mí, el conocimiento de mi propio universo,
el universo en mí...
Y ahora, al mirarme, contemplo una rosa blanca que brilla en mi alma, se
eleva desde lo más profundo de mí, pues eso soy, eso es lo que me
salva de mí misma, ser lo que soy, a un paso de ser aún más ese
espíritu que se adentra en mi cuerpo para ser dentro de mí la luz
que arde en mi corazón de pétalos blancos, suaves, delicados,
pétalos de amor eterno...
Me
quedo en mi templo, a salvo, abrazada a mi alma, en mi soledad intensa soy y
me siento, me entiendo, y en la pureza de mi verdad callada me
sostengo, mejor ser y existir en mí, que no ser en ese mundo externo...
No
renuncio a estar aquí, no me iré porque ya no tengo miedo, me
quedo, pero mi sabiduría y mi amor los hallarás en mi silencio...y
mis palabras serán tan sólo el eco de mi experiencia, de mi vuelo,
de ese lugar que se halla dentro de mi cuerpo, atravesando la
materia, lo denso, siendo la estrella, el cosmos, la luna, mi propio
templo...
La
rosa blanca se viste con su aroma, con su terciopelo, con su pureza,
con su aceptación de sí misma... no soy otra cosa, y amo lo que soy
aunque otros no me amen, no puedo ser ni quiero ser un ideal para
nadie...
No
pertenezco a este sitio, pero admito que si estoy aquí es porque así
lo apruebo, porque así lo he elegido, porque el amor es el poder más grande que albergo...
Arael
Líntley
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