A
veces me invade la nostalgia, una nostalgia hueca, sin sabor, sin
aroma, sin procedencia. Es posible que esa sensación resurja una y
otra vez al desconectarme de algunas ideas obsoletas, y se siente
como un soplo de añoranza que se mezcla con la brisa de la
desilusión.
Justo
en ese momento en que me siento llena de esa límpida e implacable
melancolía insulsa, me despierto a la locura, a la impávida verdad
que se despliega ante mi ignorante mirada.
Y
ahí comienza la aventura de pensar sin saber qué se piensa, de
divagar y recorrer rincones oscuros de mi mente, de mi condición
humana.
No
soy la perfección, pero tampoco soy imperfecta, así que simplemente
me dejo fluir en el flujo del río de mis sensaciones foráneas, que
me alcanzan como si aterrizaran en mi alma derivadas de un mundo
distinto, contrario, lejano, y al mismo tiempo vivo e impetuoso y
eterno siempre dentro de mí.
Entonces
surgen preguntas, respuestas, conversaciones, e incluso llega la
comprensión impoluta de la realidad que contemplo casi siempre con
mi pequeña mirada.
Ayer,
sin más, ocurrió de nuevo, atravesé los esperpentos de mi
intranquilidad y me sumergí en la apertura de mi supuesto desquicio,
ése que nadie entendería, ése que algunos diagnosticarían como
delirios, ése que es el milagro de mi existencia, ése que me
conduce a desabrocharme de los nudos del inconsciente, y de la
colectividad limitada que sufre la vida.
Tal
vez los pensamientos ni siquiera sean nuestros, sino que van
navegando en el campo cuántico de un planeta vivo, cuya consciencia
nos sostiene, nos abraza. Nuestras mentes emanan ondas de
pensamiento, de emociones, que viajan en un mar cuántico,
energético, invisible, y que los humanos más sensitivos pueden
captar y recibir como mensajes, sin saber que esos pensamientos
provienen de otras mentes, que no son suyos.
Tal
vez además existan pensamientos que no son pensamientos, sino que
son información cuántica, como paquetes colmados de ideas, listas
para ser leídas, recibidas, descodificadas, por aquellos que pueden
conectar con su locura, o con su yo cuántico.
Tal
vez exista una demencia que no es más que una comunión entre el yo
limitado y el yo cuántico ilimitado que existe en otras dimensiones
y otros planos, más allá de nuestra comprensión mental humana.
De
ahí que a veces lo que pensamos no nos parezca propio de nosotros
mismos, de ahí a que nos sintamos tristes sin saber por qué, de ahí
que de pronto estemos reproduciendo actos que ya protagonizaron
nuestros ancestros...
En
ese campo cuántico donde se mueven los pensamientos y emociones que
emanamos, podemos captar también las voces de otras consciencias que
se comunican con nosotros, a través de dicho campo. Esas
consciencias pueden ser muy diversas, y algunas pueden no ser
exactamente consciencias, sino algo llamado “egregor”, que viene
a ser algo así como una energía creada a través de la mente, con
la fuerza de una gran creencia colectiva, es decir, creada por muchos
pensamientos de muchas personas que creen y crean aquello en lo que
piensan, y que le han otorgado una cierta “pseudoconsciencia” sin
darse cuenta.
Así
que hay un océano etéreo habitado por pensamientos, “egregores”,
mensajes de seres que nos ayudan o guían, voces de almas perdidas,
ecos de otros tiempos, en fin, una “jaula de grillos” con la que
podemos conectar y de la que podemos recibir diferentes mensajes, o
pensamientos, de forma consciente o inconsciente.
Pero
nuestros pensamientos son nuestros, los generamos nosotros y los
expulsamos al campo, los intercambiamos, sin darnos cuenta, algunos
los rechazamos otros los hacemos nuestros, en un juego de telepatías
encubiertas por nuestra ignorancia de lo que es estar en unión con
otras mentes.
Después
de pensar en todo esto, o de darme cuenta de ello, me pregunto qué
es el Ser en realidad y cómo se puede mover la conexión en ese
campo cuántico de la Tierra, y entonces recibo la respuesta.
Existe
otro campo que va más allá del que genera el planeta, y es el que
genera el todo, la fuente de donde procede todo. Ese campo también
está en conexión con nosotros, como si fuera un cordón umbilical
energético, muy poderoso, a través del cual nos llega información
que no tiene mucho que ver con lo humano, sino con el origen de lo
que somos más allá de la experiencia en este laboratorio.
Y
cuando escucho esa información es cuando siento que estoy en unión
con mi Ser.
Pero
allí, en ese punto de origen, están todas las consciencias, antes
de que se repartieran fractalizadas en incontables lugares y
experiencias.
Entonces
el tiempo pierde el sentido que siempre tuvo, el espacio tampoco
existe como yo pensaba, y comprendo que todo está encajando de una
forma mágica, pero que no podré transmitirlo y explicarlo, sólo
sentirlo integrado en mí, como si sólo fuera un recuerdo que no
tiene palabras, que sólo se puede sentir dentro de uno.
Estar
aquí, allí, en todas partes, experimentarlo con tanta precisión,
con tanta verdad, y ver que todo es tan sencillo en realidad, te hace
descubrir que nada es como parecía, y que esto no es más que un
sueño en el que he despertado para darme cuenta de que estoy soñando
esta vida como humana, y que quien está soñando es un ser que
apenas puedo recordar, pero que puedo sentir en mí y fuera de mí,
expandido y contraído a la vez, como un universo completo que se
experimenta a sí mismo en este cuerpo humano, en cada célula, en
cada partícula, en la materia y en lo etéreo, en el pensamiento y
en la emoción, en el Amor...
Y
ahí, arranco a llorar, porque el amor me inunda por completo, porque
todo lo que me hacía sufrir no es más que parte del sueño, y que
me provoca dolor sólo justo cuando olvido que estoy soñando y me
dejo envolver por la experiencia, atrapada en lo que me está
mostrando, sin poder tomar perspectiva para reconocerme y sentirla
como un descubrimiento más de lo que puedo ser como ser humano, y
más allá de lo que ello significa.
Y
es que a veces despertamos, y nos volvemos a dormir...
A
menudo me despierto y creo estar ya totalmente consciente, y sin
embargo, en ocasiones vuelvo a caer en la ignorancia, en el programa
del sueño, como si conectara y desconectara de mí misma, de mi yo
cuántico, de mi yo eterno y real.
Es
el proceso, es así cómo sucede, hasta que un día ya no vuelves a
dormirte, a caer en el juego del programa del ego, que te dice que ya
estás despierto y que te convence de tantas cosas, todo por
mantenerte en la experiencia desde la inconsciencia. No hay mejor
trampa que la de pensar que estás despierto cuando en realidad sólo
estás dormido, soñando que estás soñando y que ya te has
despertado.
Y
después de todo, nada es como pensamos, todo es interpretación,
todo es un juego, y nada tiene la importancia que creemos, sólo la
que necesitamos creer.
La
realidad la vamos creando o fabricando, lo creado se construye desde
la conexión con el amor de lo que somos, lo fabricado se edifica
desde el programa del ego que llevamos implantado.
Todo
se mueve, nada es estático, y en la lucha por la energía, en
realidad todos nos estamos observando desde el origen, al tiempo que
experimentamos en este laboratorio desde cada proceso consciencial
único, respetado, todo lo que acontece.
Algo
me dice que cada paso ya está dado, que todo ya está “planificado”,
y que esto no es más que una película con un guión cerrado, pero
con diálogos abiertos, personajes que pueden variar sus decisiones,
pero que no pueden cambiar sus destinos, sólo sus pasos, y que nada
es en realidad lo que creemos, o lo que parece.
Todo
es cuestión de perspectiva, y sólo depende del punto de mira.
Después
de divagar en cavilaciones quizás absurdas para algunos pensadores,
después de rodear los límites de la cordura, perfilando nuevas
fronteras, o más bien suprimiéndolas, recupero mi discreción
formal, mi aparente personalidad, mi personaje, para utilizarlo en la
experiencia del despertar real, como mi herramienta de trabajo en
este lugar.
Cada
uno puede tomar consciencia de sí mismo, reconocer su potencial, su
verdad, y puede recordar quién es, qué vino a hacer, y enfrentarse
a su propio esperpento, a su propia locura...
Sólo
hay que mirar más allá, más y más allá, y cuestionándonos todo,
para ver todas las capas de la realidad, para descubrir el núcleo,
la base, la verdad interna, sólo hay que ir más lejos de lo que
llega el personaje, la personalidad, o lo que otros piensan y
defienden, hay que ir hacia uno mismo, pero con fuerza, con valentía,
con amor, y dejar a un lado el pesar, el sufrimiento, lo superficial.
Sólo hay que dejar de buscar aquello que llene nuestro vacío
interior con el amor de otros, con la pareja, con el reconocimiento
de los demás, para ir justo ahí, donde se halla nuestro amor hacia
nosotros mismos, nuestra condición más pura, y darnos cuenta de que
podemos jugar a este juego pero con consciencia de quiénes somos,
llenos de nosotros mismos.
Arael
Elama.