Cada
vida que disfrutamos tiene un tiempo limitado dentro de cada cuerpo
físico que habitamos. Todo aquello que amamos y anhelamos es digno
de que le prestemos la atención necesaria, es vital que no nos
venzan los miedos y que nos adentremos en nosotros, que nos
enfrentemos a nuestros muros y murallas y nos conozcamos y amemos a
nosotros mismos.
No
tenemos un tiempo infinito en este cuerpo aquí y ahora, tenemos el
presente, que es el único momento en el que poseemos poder para
accionarnos y crear el futuro que deseamos, por tanto, de nada sirve
vivir lamentándonos, o sufriendo por el pasado, es mejor tomar el
autocontrol y con nuestro propio poder interior decidir cómo
queremos pensar y cómo queremos ver el mundo, y también cómo
queremos cohesionar nuestras actos y nuestras palabras con esos
pensamientos elegidos desde nuestra sabiduría del alma, desde ese
amor y respeto hacia nosotros mismos.
Aprender
eso me ha costado muchos años de desaprendizaje, de desmantelación
de un sistema de pensamientos obsoleto y dañino, basado en mis
miedos, en los miedos inducidos por otros y en tradiciones
transmitidas que no se erigían desde el amor, sino desde la
intolerancia a ser uno mismo libremente, sin juicio, ni crítica.
Al
llegar a esa conclusión sólo puedes abrirte al mundo, dar todo lo
que eres, exponer tu amor, tu verdad, y ofrecer a los demás la misma
alternativa que tú has hallado, la del amor verdadero hacia uno
mismo y por consiguiente, hacia todo, hacia todos.
Basándome
en eso comencé a preguntarme quién era aquella persona que me
contactó hace tantos años y me decidí a preguntárselo
abiertamente, ¿quién eres? ¿eres real? ¿existes así como yo
existo? Y las preguntas surgieron de lo más profundo de mí, por
amor, por dar una oportunidad a la vida de ayudarme a resolver una
gran incógnita que guardo en mi alma desde hace muchos años. A
veces, para pasar página tienes que releer tu historia desde un
nuevo enfoque. Todo está sanado y perdonado, pero aún tiene que
haber un final para ese pasado y un principio basado en una pregunta
básica:
¿DÓNDE
ESTÁS?
Yo
sólo era una adolescente cuando te vi por primera vez.
Una
puerta se abrió en el espacio de la nada, durante un trance intenso,
y mi cuerpo etérico, que flotaba en la oscuridad de aquel espacio
interdimensional, se movió ligero y torpe hacia aquella entrada a tu
mundo.
Una
cama, un armario, un escritorio, una silla, una gorra amarilla encima
de tu cama, y tu nombre grabado en ella y en un estuche para colores,
fue todo lo que pude ver en aquella habitación. Eras un chico joven,
lo sentía, era como si la información de tu vida llegara a mí de
alguna forma que no comprendía, sabía que eras un estudiante,
probablemente ya en la universidad. Aquel dormitorio emanaba tu aroma
energético por todas partes, y sabía que eras alguien importante
para mí, de alguna forma podía reconocer eso, pero no entendía qué
me estaba sucediendo, por qué estaba allí. Fue un viaje espontáneo
mientras dormía y desconocía lo que estaba pasando.
Tras
aquella experiencia tu llamada continuaba tirando de mí, con una
increíble fuerza, debía enfrentarme a mis miedos, dejarme llevar y
escucharte, saber qué deseabas de mí, quién eras y por qué me
estabas contactando.
En
aquella época era muy miedosa, pero tenía las cosas muy claras, así
que me enfrenté a mis temores y me dejé llevar por la experiencia.
Una
puerta volvió a abrirse de la nada, pero ya no estaba aquella
habitación, sino una gran casa con escaleras a ambos lados, y justo
en el centro del pasillo que las unía en la parte superior, había
un muchacho, sentado en posición de loto, como si estuviera haciendo
yoga, vestido de blanco, con el jnana mudra en sus manos, es decir,
el dedo índice unido al pulgar formando un círculo y sus otros tres
dedos estirados. En aquella postura, ejercía unos movimientos suaves
con sus manos en horizontal, como acariciando el aire, mientras
permanecía con los ojos cerrados.
Su
rostro emanaba puro amor, su piel era blanca, su cabello rubio y
lacio, no le conocía de nada, pero algo me atraía hacia él, eras
tú.
Pensé
para mis adentros que yo no estaba realmente allí con mi cuerpo
físico y que si quería preguntarte algo tendría que ser
telepáticamente, así que pensé y te envié mis palabras.
- ¿Por qué me llamas? - dije mientras me iba acercando a la puerta.
- Porque te necesito – me contestaste.
Una
enorme ráfaga de energía que provenía de ti me alcanzó junto a tu
respuesta, me atravesó y me estremeció. No sólo podía escucharte
hablar dentro de mí sino que además, de alguna manera, me habías
traspasado el alma, y te había reconocido.
Tú
eras él, ese él que desde niña sabía que existía, que en alguna
parte estaba encarnado, mi amado compañero.
De
pequeñita creía que la vida era un sueño del cual despertaría y
me reuniría de nuevo con mi verdadera familia. Amaba a mis padres,
pero sabía que no eran mis padres en realidad, aunque sí lo fueran
biológicamente, yo sentía que estaba con ellos por misión, que yo
no les pertenecía, pero que ellos hacían su función de padres
conmigo porque tenía algo que hacer en este mundo. Al llegar a mi
adolescencia me decía a mí misma que todo aquello eran locuras
infantiles. Sin embargo él estaba allí, ese él que yo sentía en
mi corazón cuando contaba sólo con cuatro o cinco años de edad.
Sabía
que también te necesitaba, lo sabía, así que te lo dije. Estaba
dispuesta a atravesar la puerta, iba totalmente decidida a hacerlo,
pero algo tiró de mí y de repente me vi en mi cama, despertándome
por la mañana. ¿Habría sido sólo un sueño?
No
podía dejar de pensar en aquello, así que averigüé qué podía
haber sido esa experiencia, descubriendo así los llamados viajes
astrales. Parecía que había experimentado un encuentro astral.
Al
cabo de un mes aproximadamente volví a verte. Llevabas una cazadora
de cuero negra, llena de cremalleras, y recuerdo que me curaste una
herida en mi dedo pulgar. Fue todo extraño, peculiar, sin embargo,
tu presencia se fue haciendo totalmente natural en mi vida, pues
aparecías con bastante regularidad en mis sueños.
Así
fui descubriendo nuevos detalles de tu aspecto físico, como el color
azul de tus ojos, o esa pequeña mancha en tu piel al lado de tu
nariz, o tu manera de sonreír y las líneas que se dibujaban en tus
mejillas cuando lo hacías.
Uno
de esos días en los que mi madre iba a una consulta con una vidente,
yo la acompañé, era muy curiosa, me atraía todo ese mundo, y era
lógico cuando yo misma experimentaba cosas inexplicables, e incluso
veía lo que iba a suceder antes de tiempo, entre otras cosas. Era
algo que sólo comentaba con mis amigas y con mi madre y su prima,
que era también mi amiga, puesto que me daba pavor que me tomaran
por loca, ya era bastante rara para mi edad, muy segura de lo que no
quería en mi vida, aunque no tan segura de lo que sí deseaba.
La
consulta estaba en una calle de Barcelona, muy cerca del parque de la
Ciudadela, siempre recordaré aquel lugar, quedó grabado en mi mente
porque el vaticinio de la vidente me hirió en lo más profundo de mi
alma.
- Tuviste un encuentro astral, -me dijo- él está vivo, le verás aquí, en Barcelona, te cruzarás con él dentro de cuatro meses y nunca más le volverás a ver.
Me
negaba a creer eso, no podía ser, yo sentía en mi corazón que te
iba a volver a ver más veces, que algo así no podía perderse en el
tiempo sin más, pero me sentía totalmente decepcionada, empezaba a
pensar que me había enamorado de un sueño, de alguien que sólo
existía en mi imaginación, que era irreal, y si era real sólo le
vería una única vez en mi vida, no me podía creer que tal
desgracia estuviera destinada para mí, y para ti, si es que tú, ese
chico del astral, también me veías y me recordabas
conscientemente.
Había
nacido un sentimiento, que ya existía en mí, pero que se había ido
consolidando, y tú, que parecías más seguro que yo de todo eso, me
asegurabas que mientras no pudiéramos encontrarnos en el plano
físico el astral era lo que nos quedaba, lo que teníamos, y que de
esa forma podíamos estar juntos, pero yo sufría, no lo aceptaba,
creía que estaba perdiendo la razón, y se me hacía muy difícil
luchar por un amor así, porque creía que no estabas conmigo
realmente, que sólo me visitabas en sueños, yo no formaba parte de
tu vida, ni tú estabas verdaderamente en la mía.
Intentaba
retenerte en mi memoria, así que te dibujaba constantemente, y mi
mente se abría, recibiendo mensajes que no entendía, ahora sé que
estaba empezando a canalizar, que hacía tiempo que lo estaba
haciendo.
Transcurridos
ocho meses, no te había visto aparecer por ninguna parte, así que
empezaba a creer que la premonición de la vidente era falsa.
Yo
me había cambiado de instituto, pues la intención de mi familia era
volver a Barcelona a vivir y había estado estudiando en Montcada,
así pues, me trasladé a un nuevo centro de estudios llamado “Centro
de estudios la Atlántida”. Es curioso cómo me han perseguido las
señales desde siempre, señales que después marcarían mi vida,
primero estudié en un colegio de primaria llamado Lis, cuyo símbolo
era la flor de Lis, una flor con un gran significado en lo
espiritual, y después en un centro cuyo nombre mencionaba uno de los
grandes misterios del mundo espiritual, la ciudad de la Altántida,
lo que sería posteriormente de gran importancia para mí.
En
aquel momento yo no era capaz de imaginar nada de lo que veinte años
después sucedería, pero tampoco imaginaba lo que iba a ocurrir con
respecto a aquel muchacho rubio, tú.
Era
septiembre del año 1990. Ya había pagado la matrícula para
comenzar las clases en mi nuevo instituto en Barcelona. Mi madre y yo
ya nos disponíamos a regresar a casa. Las escaleras de la entrada al
centro de estudios eran de mármol rosa, la verdad es que era una
bonita entrada, todo lo contrario de lo que era la zona donde se
ubicaban las aulas. Bajaba tranquila hablando con mi madre y entonces
sucedió, te vi. Subías las escaleras junto a otro muchacho, aunque
no sé si os conocíais, yo supuse que sí. Sentí que mi cuerpo se
paralizaba, no podía creerlo, eras tú, frente a mí, como había
dicho la vidente, pero no lograba hacer nada, no me salían las
palabras, no sabía qué hacer.
Acabé
de bajar las escaleras como pude, y mi madre se giró para mirarte,
al tiempo que el otro muchacho también se giró para mirarnos.
- ¿Era él? - me preguntó mi madre – Es idéntico a tus dibujos.
- No lo sé, se parecía mucho.
- Dile algo.
- No, no me atrevo, ya le volveré a ver, seguro que es alumno de este instituto.
Estaba
aterrorizada y petrificada, no era capaz de preguntarte nada, ni
siquiera de llamarte por tu supuesto nombre, el que me habías
mostrado en los sueños. Lo peor fue averiguar el primer día de
clase que no estabas por ninguna parte. Te busqué por todo el
instituto, traté de averiguar quién eras aquí, en este plano, para
poder saber si ese chico de las escaleras eras tú realmente, si nos
habíamos cruzado para no volvernos a ver nunca más.
“Nunca
más” … Eso es demasiado tiempo...
No
sé si eras tú, pero siempre he deseado saberlo, tal vez te sientas
identificado, tal vez me estés leyendo, tal vez estuviste allí, o
tal vez no fueras tú, pero sé que estás en alguna parte, sé que
las señales no son sólo para mí, que la flor de lis significa algo
para ti, y la Atlántida, y el hecho de que me mostraras el barrio
gótico, y los carruajes antiguos que existieron, y que no fue casual
que me llamaras Lintley, o que me mostraras Sant Gervasi en los
sueños, la parada de metro de Marina, sé que algo significarán las
señales de otras épocas, y la enorme casa de escaleras a ambos
lados y de suelo en baldosas negras y blancas del vestíbulo, si es
que tú recuerdas algo de esos encuentros, si es que tu corazón te
habla, si es que sirvió de algo todo aquello...
Recuerdo
también las imágenes que observamos de la serie “Derecho de
amar”, fíjate qué mensaje, ejercíamos nuestro derecho de amarnos
en la distancia, en otros planos, y hoy, que no sé nada de tu vida
en este plano, sólo deseo que esta historia no tenga un final
inacabado, que llegue por fin la respuesta a todo esto, para que mi
mente ya no pueda repetirme que todo fue sólo un sueño irreal, que
nunca exististe más allá de mi fantasía, porque mi alma y mi
corazón saben que existen otros mundos, lo crean otros o no, y que
tú y yo nos hemos encontrado muchas veces en uno de esos otros
mundos. ¿Nos encontraremos también en el que llama realidad la
mayoría?
Años
más tarde decidí despedirme de ti, y te pedí que no regresaras más
a mis sueños, fue en una tienda situada cerca de la avenida de Roma
de Barcelona, mientras contemplaba tus lágrimas caer desde tus ojos
azules, rogándome que no lo hiciera, pero sabíamos que así debía
ser, sabíamos que nuestros encuentros astrales debían terminar, sin
embargo, ahora ya ha llegado el momento de lo físico, del encuentro
material, de la verdad, y por eso debo obtener esta respuesta...
¿Dónde
estás?
Arael Elama
Woooww... Mi bella Arael... es tan placentero leerte... tan solo basta con iniciar en tu primera frase y... te sigo hasta el final del texto... Que historia tan hermooosaaaa... aunque no puedo negarte que un sutil sentimiento de tristeza me conecta a su contenido... Solo tu Alma sabrá el por que de tu decisión... pero es hermooosaaa... Gracias... Muchísimas gracias por compartirla... Un cálido Almabrazo con mis mejores deseos porque la Luz del Amor Incondicional se multiplique día a día en tu corazón... en tu SER...
ResponderEliminarMe has hecho llorar, por favor, dime si hay nuevas noticias!
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