Las
apariencias engañan, es cierto. En ocasiones, lo que parece el
cielo, es sólo un ínfimo dibujo que la mente crea a partir de lo
que interpreta como cielo, pero poco a poco, los bocetos de lo que
creemos que era, caen para dejar a la vista la realidad, y ésta
suele superar con creces el invento limitado, el espejismo, y todo se
va colocando en su lugar.
Llega
un momento en que el oleaje ha removido ya lo suficiente, para así
lograr mostrar la existencia que somos y que había ante nosotros.
La
verdad, tu verdad, mi verdad, es que siempre fuimos el mar, siempre
fuimos el océano, con sus furiosas olas, con su calma y quietud, con
su profundidad misteriosa y oculta, con su azul brillante y acuoso,
con el reflejo del sol y de la luna, con cada ser que bucea en él...
Así
que nada sobra, nada falta, todo ES, todo está en ti, en mí, en
todo, no hay nada equivocado, ni nada acertado, todo es una gran
magnificencia imperfecta, porque así es la verdadera perfección,
aquella que no comprende la mente. El cielo, el mar, la tierra, no
son objeto de juicio, cada elemento está donde debe estar,
cumpliendo con su función.
Nuestra
mente nos ha estado ofreciendo una visión de la vida que pertenece a
su ámbito de comprensión, pero es sólo una mentira, una quimera
que inventa para seguir ordenando y organizando su interpretación de
la realidad, de la vida. Sin embargo, la vida sólo se debe vivir,
sentir, experimentar, no necesita ser explicada o esquematizada por
la mente, no pertenece a ésta, sino que ésta le pertenece a la
vida.
El
bucle mental siempre intenta poner a su personaje ficticio en el
lugar que le conviene en cada momento, modificando su aspecto según
el contexto, y también, asimismo, trata de darle un lugar a cada
cosa o ser vivo que nos rodea, por encima o por debajo de dicho
personaje que interpretamos, a partir de una escala de valores. Todo
eso es mentira, es el juego al que nos sometemos.
La
distorsión se hace palpable, aunque imperceptible, cuando caemos en
ese juego mental, donde todo es competición, donde nada se ajusta a
lo que la propia mente desea y a su vez se rebela, o se acomoda,
según lo que más convenga. Es muy fácil caer en el engaño, es muy
fácil desvestirnos de la responsabilidad de ser quienes somos en
esencia, para convertirnos o "dejarnos ser" por una nueva
versión del personaje, más sabio y más espiritual, pero falso, al
fin y al cabo, pues ese no eres tú, es la creación astuta de tu
mente.
Eres
el mar, no una fotografía mental de éste...la fotografía es un
pedazo minúsculo de lo que eres, una imitación, vista desde el
exterior, sin embargo, el mar, lo que tú eres, es su superficie y su
abismo, su intensidad, su frescura, su movimiento, sus corrientes, sus
peces y animales acuáticos, es todo eso, y todo eso eres tú, desde
dentro y hacia afuera...
Arael
Elama.