Se
acercó a mí sutilmente, poniendo su mano en mi mejilla. Me miró
con esa mirada profunda, intensa, inundándome por completo con el
mar de sus ojos azules, envolviéndome con ese amor que emanaba con
sólo dejar fluir lo que sentía por mí.
Aquel
amor no podía pertenecer a este mundo, no era como los demás, o así
lo vivía en ese momento en el que me abrazaba, cuando su corazón
ardía, cuando sentía que mi alma se desprendía de mí, como
desabrochándose de mi cuerpo para acercarse y fundirse con la suya.
- Eres preciosa – me dijo mientras yo jugueteaba en el agua de la piscina con las burbujas azules que brillaban por la luz de los focos.
Los
días de verano en Benidorm eran plácidos y bellos, y la compañía
era perfecta. Clara y Leandro nos habían invitado a pasar unos días
en su apartamento. La piscina era espectacular y por la noche, a
partir de las diez, se encendían las luces inmersas en el agua,
desprendiendo una ráfaga azulada que creaba un ambiente mágico
imposible de evitar. Así que todos bajamos a bañarnos.
Nadar
por la noche siempre me ha encantado y no podía perderme la
oportunidad de hacerlo. El sonido del agua mientras me movía a
través de ella era dulce y sinuoso al entrelazarse con el silencio y
la calma que nos rodeaban, y la presencia de Arán me hacía sentir
como en un sueño hecho realidad.
Allí,
frente a uno de los focos, mis manos comenzaron a bailar con las
luces y el agua, creando formas, ondas y burbujas que relucían y
danzaban entre mis dedos, ante mis ojos enamorados de aquella
sencillez, entregada a mi propia inocencia, como una niña pequeña
fascinada por algo tan simple. Mientras tanto, él, me enviaba
grácilmente todo su amor al observarme, enamorado de esa inocencia
que desprendía sin apenas darme cuenta y yo le sentía, sí, sentía
todo lo que él estaba sintiendo, y me elevaba, bautizada por su
mirada.
- A veces no hacen falta palabras para que sepa que me estás amando – le dije.
- Lo sé, y sé que sabes que me encantas, que mirarte es para mí como alcanzar el cielo, y amarte es un privilegio para mi alma.
- Cuando me hablas así no sé qué responderte. - le dije algo cohibida.
- Pues no digas nada.
Y
tras aquella frase sus labios se fueron acercando a los míos para
fundirse en un apasionado y tierno beso que me volvió a demostrar
que era la primera vez que me besaba un hombre, a pesar de que ya lo
había hecho muchas veces, a pesar de que no era el único que me
había besado en mi vida, y es que sus besos siempre me hacían
sentir como una principiante en el amor, estremeciéndome por
completo, deshaciendo todo aquello que no fuera felicidad dentro de
mí.
Besarle
era sentir su cuerpo entero en mí, su esencia, su existencia, era
como reencontrarme con un ángel dentro de un hombre, era como
descubrir mi propia esencia de mujer, mi propia divinidad a la vez,
el deseo de ser suya y desaparecer entre sus brazos mientras hacíamos
el amor, como si dos ángeles se fusionaran en un acto sagrado de
entrega total.
Y
así era cada vez que estábamos juntos, como si el mundo se acabara,
como si sólo los dos existiéramos, como si nada más bello pudiera
suceder en ese momento, pues sólo el amor era real, todo lo demás
quedaba en espejismo.
Aquella
noche volvimos a enloquecernos como dos adolescentes, entre caricias
y besos, entre deseo y pasión, entre placer y caricias que nos
arrancaban de nuestra vida cotidiana y nos trasladaban a otros mundos
para amarnos, perdiendo la noción del tiempo, haciendo el amor toda
la noche.
Era
imposible parar, pues el deseo nunca desaparecía, y la dulzura y el
amor que ambos sentíamos a veces nos embarcaba en momentos de
miradas y besos, palabras y sexo, abrazos intensos que nos
adormecían, gemidos que bailaban entre nuestros cuerpos, destellos
de luz que se encendían con cada orgasmo, con cada roce, con cada
“te amo” que se desmayaba de su garganta, o de la mía, mientras
sus manos recorrían mis secretos.
- No me dejes nunca – le dije llorando.
- No llores, mi niña, ya sabes que siempre estaré a tu lado.
- No tengo miedo de perderte, tengo miedo de que esto sea sólo un sueño.
- Pero es real, amor mío, estamos juntos.
Al
día siguiente fuimos al paseo marítimo, para volver al portal de
luz que habíamos descubierto, un lugar mágico, colmado de una
extraña belleza que nos impulsaba a visitarlo cada vez que íbamos.
Cogidos de la mano, nos adentramos en la arena, hasta llegar a la
orilla y nos sentamos cerca del agua. Mi falda era larga y el agua
mojó parte de la tela, y sus pantalones de lino blancos quedaron
también bajo las olas que iban y venían, pero no nos importaba,
deseábamos sellar lo que sentíamos.
Así
que Arán sacó de su mochila una caja y la abrió para enseñarme
una lágrima azul, un zafiro precioso. Sabía que era mi piedra
preciosa preferida, y la había comprado como sorpresa para mí.
- Erica, eres mucho más que una pareja para mí, eres mi compañera, mi amada, mi amiga, mi confidente, mi guía, mi musa, lo eres todo, absolutamente todo para mí, y sé que estaré contigo pase lo que pase, aquí y en cualquier lugar donde vaya, porque no eres mi esposa en este lugar, en esta sociedad, existes en mí, eres el alma de mi alma, el ser de mi ser, y eso es para mí sagrado, intocable. Nadie será nunca lo que tú eres para mí, nadie lo fue antes, y en este ahora te quiero preguntar si en este presente que vivimos y en el futuro, quieres continuar caminando conmigo.
Me
puso el colgante y esperó mi respuesta mientras yo trataba de no
llorar para decirle lo que gritaba mi alma.
- Arán, eres mi todo, mi vida, el alma de mi alma, y siempre serás mi compañero. Me encantará seguir a tu lado, caminando juntos, porque no sé volar si no te tengo, porque quiero compartir todo lo que soy contigo, porque este amor que siento es el motor que me guía y que me engrandece, porque ocurra lo que ocurra, siempre te amaré, esté donde esté, eres mi único y gran amor, el verdadero, el que nace de lo más profundo de mi ser, el que no se puede terminar jamás, pues nunca empezó, siempre fue, nació conmigo en esta vida. No es un amor humano, Arán, es un amor que traía consigo mi Alma, y que sólo a ti te pertenece. Te amo, te siento, te soy.
Y
un nuevo beso se entrelazó en mi pecho, mientras le sentía de
nuevo, envolviéndome con aquella sensación de estar a salvo, de que
ningún peligro podría dañarme jamás, de que sólo los dos
existíamos en aquella playa. Él era mi hogar.
- Te amo, Érica, en la libertad de un amor que no te exigirá nunca nada, que es y existe para hacernos mejores, para que seamos nuestra mejor versión, para que expandamos amor hacia todas partes, para que seamos dos seres explotando en dicha, enseñando a otros a sentir, a saber quiénes son, a encontrar a sus compañeros de alma. Ya sabes que nosotros estamos aquí para eso, para guiar a otras personas, y lo haremos juntos.
- Así es. Dejaremos plasmadas nuestras experiencias y las mostraremos al mundo, las escribiremos, y muchos corazones se abrirán, esa es nuestra misión, expandir, comunicar, dar.
Tras
aquella conversación que fue el sello de nuestro amor eterno, dimos
un largo paseo por la orilla del mar de Benidorm hasta quedar
exhaustos y regresamos al apartamento.
Hoy,
recuerdo con nostalgia nuestra promesa, sabiendo que cumplirla es
nuestro gran anhelo, nuestra bendición y que con nuestro amor lo
lograremos.
Arael Elämä Araham (E.Vera
Vitae.)
El Romántico Obsoleto
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