El
aroma a calidez, la luz del sol iluminando los dibujos del papel de
las paredes, las cortinas marrones casi transparentes, con sus
ondeantes formas anaranjadas que cubrían las ventanas del salón. El
sofá gris, la mesa redonda que estaba justo al lado de la mesita de
ruedas de la televisión que tenía aquella puerta donde guardabas
las balleta para limpiar el polvo del mueble que hacía juego con la
mesa para comer.
Una
mañana cualquiera, los pies de una niña pequeña pisaban el frío
suelo de terrazo de aquel espacio donde sonaba la música de tus
cantantes preferidos, canciones que la hacían sentir segura,
sabiendo que su madre estaba allí, limpiando la casa, inundándola
de su esencia de mujer, convertida en melodía, mientras hacía sus
tareas matutinas, sencillas, pero tan valiosas para aquella pequeña
niña que se levantaba al reconocer la rutina que la mantenía en un
estado de seguridad, de amor, de satisfacción.
Su
madre estaba allí, la casa desprendía un olor característico, los
muebles brillaban, el sol entraba por la ventana y el día parecía
perfecto.
Lo
entrañable no tiene por qué ser algo sofisticado, la imagen de una
mujer sencilla, ama de casa, que cuidaba de su hija, era suficiente
para que aquella niña se sintiera extremadamente feliz.
Un
niño puede sentirse así con tan poco, ¿por qué entonces cuando
crece nunca tiene suficiente?
Los
adultos perdemos en algún momento de nuestra vida la capacidad de
vivir en el presente, de disfrutar de los pequeños detalles, y nos
olvidamos de que el bienestar se halla en nosotros, y no en lo que
hay en el exterior.
Aquella
niña no necesitaba nada, aunque sus necesidades básicas estaban
cubiertas, la sensación de seguridad se la proporcionaba un hogar
tranquilo, una familia estable.
Partiendo
del punto de vista en que un adulto ya puede valerse por sí mismo y
carece de la vulnerabilidad real de un niño, éste debería
simplemente tener cubierto aquello imprescindible, y con ello ser
totalmente feliz. Sin embargo, puedes tener mucha cosas materiales,
puede sobrarte el dinero, puedes viajar mucho, tener las relaciones
de pareja o de amistad que quieras, tener muchas propiedades, en fin,
puedes haber conseguido éxito, incluso en lo que más te gusta, y no
sentirte pleno, seguir notando un vacío interior que no se llena con
nada. Tal vez esto se debe a ciertas carencias emocionales que no se
hacen conscientes en el individuo y que se manifiestan a través de
la inconformidad o la infelicidad, ¿quién sabe?
Hace
muy poco tiempo una buena amiga me dijo algo que me encantó, era
algo así como que el ser humano añora a su propia divinidad, y eso
es lo que creo, que sentimos un anhelo de algo que nos falta, algo
que perdimos y dejamos atrás, pero que conservábamos cuando éramos
niños muy pequeños. Ser felices en el presente, sentirnos,
sabernos, amarnos, valorarnos, y no necesitar comprar
compulsivamente, gastar dinero, buscar la pareja perfecta que nos
haga felices, alcanzar el triunfo para demostrar lo que valemos y
recibir lo que creemos que merecemos, no es así como lograremos
cubrir ese vacío.
Aquella
niña pequeña se convirtió en una adulta, una buscadora, una
rebelde que apretaba los puños para callarse, para intentar con
todas sus fuerzas no ir contra las normas y ser así aceptada por una
sociedad que en realidad no es más que una gran mentira, y así
siempre había en ella un grito no gritado, un llanto interno no
pronunciado, siendo así una persona que sentía que no encajaba y
que si no lo hacía nadie la amaría, nadie contaría con ella, nadie
la reconocería.
Empezó
así un camino de autoconocimiento, un camino de sublevación
interna, que la conducía hacia una contradicción, tratando de ser
como los demás, pero por dentro generando una gran incoherencia
porque no era como los otros. Con el tiempo supo que no era ella sola
la que llevaba consigo esa lucha interna, que muchos de los que veía
y creía adaptados al sistema, no lo estaban tampoco, y también
callaban, la diferencia era que su rebeldía interior era tan potente
que nada la llenaba, nada le interesaba, no quería hacer nada de lo
que proponía la sociedad, y sólo deseaba escribir y crear.
Así
se refugió en sus cuadernos, en su mundo interior, en sus
pensamientos, en su sentir, en su mundo sólo suyo, un mundo que ella
sabía que nadie podría comprender, demasiado profundo, tal vez,
demasiado sensible, demasiado complicado.
Complicado,
todo lo contrario de lo que en realidad somos, pues en lo simple está
la respuesta.
Sin
embargo, supo cómo aprovechar su complejidad interior, su capacidad
de soñar, de sentir, para crear, para que la inspiración más
sencilla la llevara a mundos insospechados, hasta que un día explotó
en creatividad, su corazón se abrió y sus pensamientos comenzaron a
ser sólo un puñado de ideas que usaría para escribir cuentos,
dejarse llevar por sus sueños, plasmar evocaciones llenas de amor,
de viveza, de una verdad que tal vez no era real, pero era pura
magia, pura poesía.
Un
día se dio cuenta de que esa niña nunca había desaparecido de
ella, y que esa esencia era la que la mantenía en su felicidad
interior, en su amor interior, y que la soledad que estaba
experimentando era su gran oportunidad de ser más ella misma, de
descubrir su verdad más suprema, y reencontrarse con su propia
divinidad.
Lo
que sucedió después fue que dejó de pertenecer a su ego, y halló
su libertad.
El
amor, cuando eres verdaderamente libre en un mundo donde todo son
limitaciones, incluso limitaciones conceptuales, ya no es un
sentimiento que te ata a lo que amas, ni te hace depender
emocionalmente de lo que amas, sino que se transforma en su verdad,
lo que es en realidad el amor, pura y maravillosa libertad,
expansión, belleza.
Es
espectacular lo que se siente cuando realmente te das cuenta de que
cuando el amor está ahí, dentro de ti, partiendo de tu existencia,
desde tu plenitud y tu verdadera esencia, ya nada es como antes, tu
percepción de la realidad se transforma completamente, y ya nada es
igual, ni lo volverá a ser, es algo tan increíble que sólo se
puede sentir, no hay palabras para describirlo, hay que tocarlo,
notarlo, vivirlo.
Se
puede traducir en algo así como enamorarse de uno mismo, renacer
desde uno mismo, reencontrarse con uno mismo, y darte cuenta de que
tu propio ser siempre estuvo ahí, y que el matrimonio sagrado se ha
producido dentro de ti, otorgándote un hermoso regalo, el talento de
ser tú ante todo, auténtico, desnudo de las mentiras que creías
ser.
Así
que, tal vez todos deberíamos regresar al origen, a lo que éramos
cuando un precioso momento presente nos abstraía y nos llenaba de
felicidad, sin perdernos en pensamientos del pasado, o sufriendo por
lo que pueda suceder en el futuro, ser, permanecer, sentir y no
intentar tanto desmenuzar y reorganizar lo que estamos
experimentando, pues cuando hacemos esto, nos perdemos la experiencia
en sí misma.
Mientras
el ego diga que eso es muy difícil, así será, pero aquella niña
que se convirtió en adulta, descubrió que todos los pensamientos
son sólo eso, pensamientos, y no te identifican, no definen lo que
eres, no son tú, y por tanto, si no te enganchas a ellos, puedes
convertirte en el observador de los mismos, sin que te atrapen,
sin que dominen tu vida y conduzcan tu actitud ante la vida por un
camino de sufrimiento, y ella, se liberó de todo lo que no era ella,
así como el sol puede estar envuelto en nubes sin que éstas sean
él, aunque a veces oculten su luz, y aprendió a observar sus
emociones, incluso sabiendo que tendría que ir más allá y aprender
a ser la observadora del obervador.
El
amor es un estado permanente, nadie decide que ames, nadie puede
conseguir que ames, sólo tú puedes hacerlo, sólo tú puedes
abrirte como una flor que emana su aroma, y dejar que lo que eres
sea, sin juicios, sin tener que justificar lo que eres, y permitir
que ese amor que ya está en ti también sea y se preste a tomar la
forma en la relación que tú desees con quien esté en ese mismo
punto de apertura, de reconocimiento de su propia divinidad.
Cuando
una relación entre dos personas se da desde su máximo amor
interior, ya no se trata de una relación convencional, y ahí todo
un mundo inexplorado comienza a sorprenderte, por eso, esa niña que
ya es adulta, sigue sonriendo a la vida, y ya no busca el amor en el
otro, sino en ella misma, para poderlo entregar sin esperar nada,
para dar lo que ya tiene sin depender de que el otro le dé para
cubrir una carencia. Antes de estar con alguien en pareja es mejor
estar lleno de ti mismo y así ofrecerle lo mejor de ti, lo que ya
tienes y eres.
La
felicidad está en ti, no necesitas hallar a nadie para que te la dé,
si esperas eso, sufrirás, e irás de relación en relación buscando
el amor perfecto, sin darte cuenta de que ese tipo de amor inmenso se
halla sólo en ti, y eres tú quien debe ofrecerlo a la persona
adecuada, esa que la vida tiene preparada para ti para darte también
su amor completo.
Arael
Elämä...
Magnífico Eva. Coincido perfectamente. Primero es fundamental amarse a uno mismo y para ello hay que amar a la totalidad
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