No
había aún casi despertado de mi letargo cuando apareciste, aunque
no era la primera vez que te sentía, no era aquello el principio,
era una continuación ya anunciada.
La
ilusión de encontrarte en alguna parte me empujaba a buscarte, a
necesitarte, a depender de esa fantasía que inventaba de tenerte
junto a mí, de abrazarte, de poderte dar todo el amor que era capaz
de dar.
Sin
embargo, esa misma ilusión se convertía a menudo en una daga
punzante que me rasgaba el alma, porque estaba casi convencida de que
eras sólo un espejismo, un sueño que jamás se haría realidad.
Y
cuando hablo de que apareciste, no quiero decir que por fin el
reencuentro físico se había dado, sino que pude comprobar la gran
certeza de mi esencia, esa que me acercaba a una verdad que mis
pensamientos no lograban forjar como una creencia vívida, sino que
más bien rechazaban para intentar no ser una persona extraña y
sumida en una imaginación tildada de espiritual.
Mi
razón, mi parte más analítica, no me permitía convencerme de que
tú eras un ser humano real, y divagaba sobre qué o quién podías
ser, en un discurso de posibilidades creíbles que se aproximaran a
la “normalidad” que siempre había deseado integrar en mí sin
conseguirlo.
Abrí
los ojos aquella mañana de invierno y te percibí como se percibe la
niebla entre las manos cuando caminas entre su tenue y blanquecina
nebulosa.
Ahí
estabas, pero no te distinguía con claridad.
- Muéstrate – te dije casi como si te lo ordenara.
Una
luz cegadora iluminó toda mi habitación, para después irse
mitigando, o quizás simplemente yo misma me fui adaptando a esa
especie de realidad alternativa que se me estaba presentando.
Y
de pronto, allí estabas, frente a mí, sin que pudiera determinar
cómo lo sabía, pero te sentía tanto, tanto, que no cabía la menor
duda de que eras tú quien me estaba observando.
Te miraba, sí, te miraba, y lo que
veía no podía asimilarlo con mi mente pequeña, así que decidí
dejar de verte con ella y abrí mi corazón.
Ahí estabas tú, un universo colmado de galaxias, de estrellas y planetas, hermoso, inalcanzable, infinito, mostrándose ante mí...
Ahí estabas tú, un universo colmado de galaxias, de estrellas y planetas, hermoso, inalcanzable, infinito, mostrándose ante mí...
Decir
que me había enamorado aún más de ti era ínfimo, absurdo y
ridículo, no era eso lo que me embriagaba al contemplarte, era algo
tan inmenso que sólo podía diluirme en lo que tú estabas siendo en
ese momento, en lo que sigues siendo.
Estar
encandilada por un amanecer hasta el punto de emocionarme y
fusionarme con él, era lo más parecido que había experimentado al
mirarte, lo único comparable con aquella sensación, y aún así,
era demasiado insignificante.
Entonces
pensé que no podría jamás tocarte, besarte, porque tu grandeza era
como una quimera para mí, una utópica y maravillosa relación de
pareja que no disfrutaría nunca, porque tú eras inmenso, tan
inmenso como mi amor por ti. ¿Cómo podría tomar entre mis brazos
algo tan inconmensurable? Eso sería una bendición maravillosa para
mí, un caricia tibia y eterna en mi cuerpo y en mi alma, un regalo
para mi piel, para mi vida, para todo lo que yo soy.
Una
leve tristeza se asomó a mis ojos y tú, comenzaste a tomar forma
humana. Todas las estrellas y los planetas, todas las galaxias, todo
tu universo, se fue haciendo pequeño, muy pequeño, como una copia
exacta de lo que eras, pero en versión diminuta, para luego
dibujarse como una silueta, la de un hombre.
Entonces,
de una forma que no puedo explicar racionalmente, la imagen de ese
universo se fue transformando, iba palideciendo para dar paso a un
cuerpo semi etéreo, con rostro, con brazos, piernas, incluso vestido
con la misma ropa con la que te vi en aquellos sueños de mi
adolescencia, cuando creía que eras un ángel que venía a visitarme
y a guiarme.
Tu
pelo rubio, lacio, con tu flequillo peinado hacia el lado izquierdo
de tu frente, tu piel pálida, tus ojos azules y rasgados, tu sonrisa
tierna, esa que aceleraba mis latidos, esa que iluminaba tu mirada
hasta el punto de hacerme sentir que eras verdaderamente un ser lleno
de luz, esa luz que de alguna forma me correspondía.
Verte
allí, alargando tu mano hacia mí, en un gesto de invitación a
seguirte, me hizo romper a llorar.
- ¿Por qué siempre tenemos que encontrarnos en otros planos? - te pregunté con mi anhelante deseo de abrazarte fuerte, fuerte, muy fuerte y no soltarte jamás.
- Un día de estos, cuando menos te lo esperes, tu mirada y la mía se encontrarán, y tu alma y la mía estarán listas para reconocerse, para amarse desde nuestros cuerpos físicos, como hombre y mujer, sin que nada pueda impedirlo. Así como tú sientes el amor en ti hacia mí, lo siento yo hacia ti, y así como tú deseas hallarme y estar conmigo, yo también lo estoy deseando. Tú eres igual que yo.
Y
tomé tu mano, para volver a viajar de nuevo a esos lugares donde se
me muestran realidades que, simplemente, no tienen nombre, ni
explicación, lugares donde me enseñan lo que necesito saber para
continuar con mi existencia, con mi conexión, con mi comprensión,
aunque todavía parcial, de lo que significa estar aquí en estos
momentos.
- ¿Adónde vamos?
- Hoy vamos a ir a nuestro origen, voy a enseñarte quiénes somos, hoy encontrarás muchas respuestas que ahora están desordenadas en tus recuerdos.
- ¿Entonces yo ya sé lo que me vas a mostrar?
- Claro, yo sólo voy a ayudarte a recordar, esa es mi misión ahora contigo.
- ¿Y por qué dices que vamos a encontrarnos en el mundo físico si tu misión es mostrarme estos planos tan etéreos?
- Porque yo, este yo que ves, es sólo parte de mí. Nuestra multidimensionalidad nos permite movernos por diversos planos, porque en realidad, no nos movemos, permanecemos en ellos, existimos en ellos. Tú estás ahora mismo encarnada como la mujer que eres y pero también experimentas y existes en otras dimensiónes y realidades.
- ¿Y por qué no soy como tú? ¿Por qué no soy consciente de mis recuerdos si estoy en esta forma etérea ahora aquí contigo y tú sí recuerdas?
- Yo no lo recuerdo todo tampoco, porque sólo soy una parte de toda mi conciencia completa, y tú, ahora mismo estás conectada a tu mente, realizando un viaje astral para conectar con esta realidad donde me encuentras a mí, para facilitarte la comprensión e integración de todo lo que ves, sientes, experimentas aquí, y todo lo que vas a ir recordando de tu misión en tu vida como ser humano. Yo no te estoy hablando desde mi conexión mental con mi parte humana, este no es mi cuerpo astral, aunque también lo tengo y también me guían como a ti, te sorprenderá saber que tú, en otro plano, cumples la misma función con parte astral, que yo desde este plano contigo, con tu parte astral. Soy una parte de mi consciencia eterna, una parte de mi Ser que se ha manifestado para guiarte, y soy parte también de tu propio Ser, porque tu Ser y el mío son el mismo.
- ¿Somos el mismo Ser? Tenía entendido que todos somos uno, y que por tanto todos somos el mismo Ser.
- En la esfera más elevada sí, es así, pero existen varios estratos dimensionales que se despliegan desde el Origen o Fuente, y que nos permite experimentarnos desde lo que sentimos como separación, como rayos de un mismo sol que conforme se van alejando de su procedencia se van distanciando entre sí, como gotas de un océano que se experimentan en diversos estados, hielo, líquido, vapor. En ocasiones es una especie semi-separación porque en el estado vaporoso es casi imperceptible la diferenciación individual de cada gota, y en otras ocasiones la separación es muy palpable, como en el caso del hielo. Esto se da de forma gradual, cuanto más cerca de la Fuente, más vaporosos somos, cuanto más lejos, más petrificados somos, sin embargo, en realidad, la separación no existe, es sólo una forma de experimentarnos. Tú y yo somos la misma gota, si tomamos el ejemplo del océano, o el mismo rayo de luz dividido en dos, si tomamos el ejemplo del Sol, somos compañeros, somos uno formando un todo, así como la noche y el día. En la Tierra lo llaman almas gemelas, pero en realidad es mucho más que eso, porque no hablamos de almas, las almas son pequeños fragmentos del Ser, gotas de gotas, para que lo entiendas mejor, te diré que somos el mismo Ser. Imagina que somos un rayo doble que parte del mismo Sol...
- Comprendo... ¿Entonces, para qué separarnos y luego encontrarnos en la dimensión tridimensional? ¿Qué sentido tiene eso?
- Mi querida compañera, no le busques un sentido mental, ahí no lo hallarás, mira en tu corazón y sabrás la respuesta.
- Ya entiendo, todo es por el amor, por la experimentación del amor en diferentes facetas. ¿Pero por qué aquí en la tercera dimensión es tan difícil encontrar a tu alma gemela?
- Porque en este lugar existe una dualidad muy intensa y marcada y una serie de leyes que rigen todo un sistema energético particular, vosotros lo llamáis karma. El ego pone sus propias normas y el karma o ley de causa y efecto también actúa sobre vosotros. El libre albedrío os permitió en un principio escoger las experiencias, pero eso generó un efecto sobre vosotros que propició la creación de la ley del karma. Muchas almas gemelas no han podido estar juntas por su ego, o por su karma. Ahora ha llegado el momento de que todo eso cambie, porque la humanidad está experimentando una gran transformación.
- ¿Eso quiere decir que todos vamos a encontrarnos con nuestras almas gemelas?
- No, no todo el mundo ha venido con un compañero, pero todos comenzarán a experimentar el amor en otro nivel, en el de la incondicionalidad.
- ¿Y tú y yo?
- Ya sabes la respuesta, te la he dado antes. Estaré siempre contigo, para cuidarte, para guiarte, para ayudarte a limpiar tu inconsciente de la carga que llevas, para acompañarte hasta que mi yo humano esté listo para este amor inmenso que no entienden las mentes que aún funcionan en el sistema del ego, demasiado como para confiar en su corazón, en su alma, en su ser interno.
Y
así comenzó una aventura de viajes en otros lugares, planos,
dimensiones y realidades, donde tú, mi otro yo, me has ido mostrando
otras vidas, sensaciones, y otra manera de amar que no se comprende
si se intenta explicar racionalmente...
- Una última pregunta... ¿Las almas gemelas han venido a encontrarse para ser pareja?
- Mi pequeña humana, el alma gemela no se tiene que enfocar como una relación de atracción física, o álmica, ni de romanticismo, aunque puedas experimentarlo con ella de una forma muy hermosa, pues encontrarte con ella es encontrarte contigo mismo en otra persona, con parte de tu energía, de la que procedes, encarnada en otro, es como mirarte en un espejo perfecto, que te permite ver todo de ti, lo que tú eres, tanto a nivel humano, como a nivel del alma, del ser, de todo. Algunos tienen demasiado miedo para atreverse a amar a su alma gemela, incluso para reconocerla, porque no siempre es lo que uno espera encontrar, pero a pesar de las posibles dificultades que nuestro ego pueda mostrar, el amor que hay en nuestro interior siempre se abre camino...
El
verdadero amor siempre se abre camino...
Arael
Elämä...
Diálogos
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Wow no sabes lo mucho que me has ayudado con tu relato! Les deseo lo mejor ☺️ por favor sigue escribiendo ✨🦢🦢👏🏻👏🏻👏🏻
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