Todo
parece un sueño, ¿realmente he muerto?, pensé que sería
diferente, no así, tan sereno, aunque ya me habían hablado de la
paz que se siente.
El
frasco de pastillas está ahí, vacío, puedo verlo, y mi cuerpo sin
vida está en la cama, con mi ropa preferida.
Morir
bien vestida y maquillada es mejor que hacerlo desaliñada, como he
estado últimamente deambulando por mi casa deprimida y destrozada
emocionalmente.
Pero
noto que la falta de respiración hace que esa que yo era no se
parezca en nada a mí, ya no soy yo, sólo era el envoltorio que me
recubría.
Soy
conciencia, soy vida, soy ser, y sobre todo, por fin soy libre, ya no
sufriré más el asco de ser humana, de pertenecer a esta especie que
todo lo destruye, que todo lo arrasa.
Veo
una luz, es muy potente, va tomando forma, me recuerda a los famosos
ángeles que algunos pintores dibujaban en las bóvedas de las
iglesias y catedrales.
Se
está acercando, no sé si estoy preparada para irme, de repente
siento mucha tristeza por haberme suicidado, tal vez me precipité.
¿Cómo se sentirán mis seres queridos? ¡Qué desastre! Me siento
mal, no he pensado en ellos, sólo pensé en mí, en mi
desesperación. Y es que realmente creía que no había otra salida,
no, no la había, este mundo está condenado a marchitarse, los seres
humanos son destructivos y no quería quedarme aquí para seguir
viendo tanta masacre hacia toda manifestación de la vida, tanto
humana como no humana. No puedo más, eso es, eso fue lo que pensé,
que ya estoy agotada de luchar, que no quiero existir más, que esta
guerra ya la tenía más que perdida. El amor no me salvó, el amor
no me sirvió para vencer tanta amargura, tanta crueldad, y menos si
estaba sola, tan sumamente sola, sin él, sin mi compañero, sin
aquel que me ayudaría a mantenerme fuerte.
Ese
ángel se está haciendo más presente frente a mí, y siento que
quiere darme un mensaje.
Estoy
llorando, sí, siento mis lágrimas caer, pero ¿cómo puede ser eso?
Estoy muerta, no puedo llorar, pero siento, estoy sintiendo
emociones, todavía las siento, no comprendo nada, me encuentro mal,
aún sufro.
¿Eres
un ángel? - le pregunto envuelta en mi llanto sin poder detenerlo.
Sí,
me envían para guiarte.
Lo
siento mucho, de veras, lo siento tanto, pero no podía más, no
soportaba la hostilidad del ser humano, me avergonzaba de ser
humana, no lograba adaptarme, no conseguía mantenerme en el amor
mientras veía cómo sacrificaban vidas humanas, cómo mataban a los
seres vivos para ganar dinero, cómo la lucha de poder ensombrecía
todo a mi alrededor. Me sentía manipulada, obligada a ser una más
en el rebaño, y yo luchaba, te juro que luchaba con uñas y
dientes. Salí de ese sistema creado para dominarnos hasta donde
pude, hasta el límite, pero siempre había algo o alguien que me
arrastraba, mi situación se volvió precaria, perdí mi casa, perdí
mi la vida que llevaba, mi esclavitud se transformó completamente
al salir del engaño de la protección del sistema, supuestamente a
cambio de ser una más, sólo eso, una más, y sufría, sufría
tanto, tanto, pues me sentía desprotegida, atacada, perseguida, y
sobre todo, no comprendida y abandonada. Me caía y me levantaba,
soñaba con llegar lejos, con cumplir mis sueños, con ser una de
las precursoras de un nuevo camino hacia una humanidad más
“humana”, tal vez más divina. Y cada mañana me repetía que el
presente era lo que importaba, que me debía centrar en que mi ser
se cristalizara en mí para salir volando, saltando todos los
obstáculos, descubriendo las ilusiones que me palidecían la
mirada, y alcanzando la verdad, la única verdad. Y sin embargo, no
pude más. Mis caídas eran cada vez más fuertes, mi dolor era cada
día más intenso, y no había nadie para abrazarme, para ayudarme,
para darme fuerzas, así que la soledad jugó también su papel
destructivo. Me cansé de llorar, mis ojos se quedaron sin lágrimas,
me cansé de llamar a mi compañero para que me rescatara cuando
estaba a punto de tirar la toalla sin hallar respuesta alguna, me
cansé de ser valiente, de poner la otra mejilla, de ser
comprensiva, de tener coraje, de limpiar mis heridas, me cansé de
mi ego, de su oscuridad, de la de los demás egos que habitan en
cada ser humano, de las mentes corruptas, de las falsedades, de las
personas que proyectan sus envidias y sus conflictos en general
sobre mí, de enamoramientos absurdos que luego se convertían en
odio por no corresponder a sus deseos, y sobre todo, querido ángel,
me quedé sin fuerzas para sobrevivir, sólo quería existir, ser y
respirar amor, pero en este lugar me ahogo, me falta el aire, no hay
amor, pocos pueden sentirlo y darlo incondicionalmente y yo me
estaba muriendo asfixiada, no podía más, era una tortura. ¿Puedes
entenderme? ¿Podrá El perdonarme?
Querido
Ser, no tenemos que perdonarte, no he venido para eso, tal vez tú
seas quien debas perdonarte a ti misma, por haberle hecho daño a tu
cuerpo, pues él era un templo para ti, un vehículo para alcanzar
una nueva fase en tu existencia. Sin embargo, nosotros los ángeles
no vemos los espejismos que crean los humanos, no vemos esas
alucinaciones mentales que crean colectivamente, sólo nos limitamos
a ayudaros a despertar de la pesadilla que habéis creado.
Comprendo
perfectamente lo que tu mente vivía, su dolor, y cómo tú lo
sentías recorriendo cada partícula de tu existencia humana.
Entiendo que la vida humana es horrible vista y vivida como tú y
otros muchos más lo hacen y puedo dar fe de que no es una solución
muy adecuada eliminar tu participación como mujer humana, pues la
muerte física no te ha liberado del dolor, como puedes observar.
Sí,
es cierto, ¿y eso por qué ha ocurrido?
Porque
no has alcanzado todavía tus propósitos.
¿Y
cuáles son? No logré saberlos con certeza cuando estaba en vida,
¿podrías ayudarme y mostrármelos?
Puedo
hacer algo mejor, te llevaré a un lugar para que los veas.
El
ángel me toca con su mano derecha la espalda, justo a la altura del
chakra cardíaco y de pronto me siento succionada hacia algún lugar
que sé que me sorprenderá. Y así es. Estoy en un parque, rodeada
de árboles. Puedo sentir el viento rozarme como si estuviera viva,
anuncia el otoño. No reconozco el lugar, pero me es al mismo tiempo
familiar. Hay un camino de tierra, un pequeño lago artificial,
diría, y unos cuantos bancos de madera. Creo que es temprano, tal
vez las ocho de la mañana, o quizás las siete y media.
Ahora
veo un hombre, está corriendo, haciendo deporte. Algo brilla con
fuerza en su pecho, es una estrella, algo parecido, su fulgor me
deslumbra, es enorme, es increíblemente bello y me encandila, me
siento enamorada de esa luz que emerge de su interior, es tan
maravilloso lo que siento que se disipa todo el dolor de golpe.
Quiero saber quién es él, voy a seguirle. El ángel sonríe y me
acompaña. El hombre se dirige a su casa, o eso me parece, pero no
aminora su ritmo. Yo no tengo que correr, es como si estuviera
flotando, y puedo ir a su lado.
Reconozco
ya el lugar, había estado tantas veces, pero todo se ve distinto en
este estado y cada vez me siento más volátil. Hemos llegado. Una
puerta de hierro forjado, que parece antigua conduce a su casa. Vive
en un piso de un edificio bastante antiguo, de esos que me gustaban
en vida, techos altos, habitaciones grandes, ventanas altas y
balcones de barandilla de hierro forjado. Su piso es muy acogedor, y
se respira mucha paz dentro de él. Va a ducharse, yo ojeo lo que hay
a mi alrededor, su sofá, sus estanterías, sus muebles, un estilo
decorativo muy sencillo, práctico y bastante funcional, aunque me
encanta. No puedo tocar nada, mis manos traspasan los objetos, no
recordaba que estoy muerta, él no podrá verme. Él, ¿quién será
ese hombre que tanto me ha atraído? ¿No estaba buscando ver cuáles
eran mis propósitos en vida? No comprendo mucho lo que estoy
haciendo aquí, debería irme y no distraerme, quién sabe cuánto
tiempo tendré antes de...¿de qué? ¿qué pasará conmigo ahora?
¿adónde iré, o adónde me llevarán?.
Se
abre la puerta del baño, sale él, medio desnudo, pero sólo su luz
me empuja a mirarle, su desnudez es sólo la apariencia de un cuerpo
que ya no me dice nada, no reacciono ante su posible belleza, no sé
si es un hombre guapo o no, sólo sé que esa estrella que reluce en
su pecho me está envolviendo por completo.
Se
ha estirado en la cama, al lado de la ventana que deja pasar una
brisa suave. Le miro, pero, ¿qué me pasa? Mi pecho arde, siento que
una estrella brilla también en mí, tira de mí hacia él, me atrae
con tanta fuerza que no puedo impedir acercarme mucho, mucho, estoy
en él, mi luz y la suya se funden, le siento, veo toda su vida
dentro de mi alma, por todo lo que soy. Ahora sé quién fue, otras
vidas, le percibo en mí, yo siempre estuve en él, ahora no hay
duda, él es... es... ¡soy yo!
Creo
que no ha sentido nada, no es capaz de captar mi presencia, no sabe
que estoy aquí, ¿o sí?. Se ha inquietado, estoy segura, en
realidad sí sabe que estoy, pero no lo comprende, no entiende qué
es lo que está percibiendo.
Llaman
por teléfono y se levanta, sigo enganchada a él, no sé cómo
salir, no sé cómo desabrocharme de su luz, de su energía, y en
verdad no quiero hacerlo, le amo, le amo y no sé por qué, no sé
quién es en realidad, no conozco a ese hombre, pero le amo, estoy
segura, y me siento a mí viviendo en él.
Entiendo,
mi querido ángel, era uno de mis propósitos, encontrarle, y estaba
tan cerca... Pero ahora ya es tarde.
Tu
compañero ahora se ha quedado solo, no podrá cumplir sus
propósitos, aquellos que compartíais, y sentirá una gran
añoranza, más fuerte de lo que nunca sintió, pues él también te
buscaba. Ahora la tristeza le invadirá, aunque no sepa que es
porque su amada alma gemela ha muerto.
Pero
si sabíais dónde estaba ¿por qué no propiciásteis un encuentro?
¿Por qué no me ayudásteis a llegar a él?
Porque
él no estaba preparado para ese encuentro, y tú tampoco, porque
una flor florece cuando es primavera, y vuestra primavera todavía
no había llegado.
Vale,
ya he entendido que le he perdido sin haberle tenido, que se ha
esfumado la oportunidad de mirarle a los ojos, de besarle los
labios, de fundirme con él cuerpo a cuerpo, uniendo esas luces que
he visto, lo siento, tienes razón, tendré que perdonarme, y
pedirle perdón a él.
Está
ahí, vistiéndose, dispuesto a salir. Han pasado horas, la noción
del tiempo en este estado es tan diferente, parece que hayan
transcurrido sólo unos minutos, pero ya está atardeciendo.
Tengo
que irme. Le estoy sintiendo, está enamorado, se va con ella, me
alegra que no se quede solo, que pueda experimentar el amor de alguna
manera, y siento mucho haberle dejado aquí, pero ya no hay marcha
atrás.
De
todas formas yo tendré que irme a alguna parte, aún no sé adónde,
pero me iré.
Cada
vez me siento menos humana, como si se diluyera mi conexión con el
residuo de mi ego, de mis emociones, de lo que fui siendo humana.
Me
despido de él, de quien debía ser aquí mi pareja, mi compañero,
de ese ser que se entrelaza con el mío.
Ángel,
¿qué ha sido esta experiencia que he vivido?
Te
has reencontrado con parte de tu Ser.
No
comprendo, había llegado a la conclusión de que las almas gemelas
son sólo un mito muy mental.
Te
llevaré a un lugar, acompáñame.
De
nuevo su mano en mi espalda y de nuevo un remolino vertiginoso me
traslada. Estoy flotando en medio de la nada, ¡no! ¡espera! Estoy
en el universo, veo las galaxias, los planetas, las estrellas, es
espectacular. Me estoy emocionando.¡Ups!, aún siento emociones.
Mi
pecho se enciende de nuevo, su luz es inmensa, muy grande. Cierro los
ojos, quiero sólo sentir, me está inundando una gran paz, una
sensación de pertenecer a todo lo que hay y al mismo tiempo ser
individual, única. Estoy conectando con algo, no sé bien qué es.
Parece que mi pecho se esté ensanchando, explotando, y giro y giro
lentamente, ¿qué está ocurriendo?.
Los
abro... no soy ya esa mujer que era, soy una galaxia, estoy en cada
planeta, en cada sol, estoy en todas partes, incluso más allá de la
galaxia me siento existir. Aún noto más, aquella esencia de aquel
hombre, está aquí, conmigo, la puedo notar, existe conmigo, está
en la galaxia, en cada lugar donde me siento existir está él, ese
ser que sentí dentro de aquel cuerpo de hombre, no lo entiendo, no
lo comprendo, ¿él y yo somos una galaxia?
No
exactamente – me dice el ángel al escuchar lo que “pienso”
¿Entonces?
Eres
una gran conciencia que existe en muchos lugares a la vez, este es
sólo uno de ellos.
¿Y
él? ¿quién es él?
En
realidad no hay él, es otra parte de tu conciencia encarnada en
otro ser humano.
No
comprendo muy bien.
Tu
conciencia, aquella que eres tú en realidad, vive y existe en
varios estados dimensionales, divididos en escalas, así como un
teclado de un piano se divide en octavas. Cada octava se compone de
ocho notas diferentes (podría compararse con los estados de
conciencia) que vibran más graves o más agudas dependiendo de la
octava donde se encuentren. En algunos estados de intensidad más
densa, el fractal de un Ser se polariza, o se divide, porque su
experiencia así se intensifica, y su misión se realiza con mayor
éxito. Así, en algunas realidades dimensionales, te experimentas a
ti misma como conciencia de forma duplicada, teniendo un doble, la
parte contrapuesta, por así decirlo. Dos energías que son la
misma, al igual que una moneda tiene dos caras. Cada cara es
diferente, pero juntas conforman la misma moneda.
Todo
eso es muy complejo, pero por alguna razón te estoy comprendiendo.
Te
falta ahora saber cuál era tu propósito como Ser. Vamos a verlo.
Soy
una estrella, brillo fuertemente en el cosmos, pero ese ángel está
junto a mí. En este estado no siento añoranza, no echo de menos
nada, me siento completa y aunque el amor es mi energía, no necesito
ser amada, no soy humana, no siento como una humana, mi función es
Ser lo que soy, nada más.
Un
rayo de mí misma se ha disparado hacia algún lugar, desciende con
fuerza, hacia otra octava, hacia una dimensión más densa. Pero
ahora todo es oscuro, no veo nada y estoy perdiendo la noción de
quien soy, no entiendo muy bien qué está ocurriendo.
Sí,
ahora noto el latido de mi corazón, estoy viva, estoy, estoy, ¡estoy
en el vientre materno!
Sí
– escucho al ángel hablarme todavía – así es, estás
encarnando.
Pero
¿cómo he llegado aquí?
No
interesa todavía que sepas cómo, sino para qué.
Bien,
¿pues para qué estoy aquí?
Para
que comprendas a qué viniste.
Siento
que crezco muy rápido, el tiempo pasa deprisa. Estoy naciendo,
nazco, veo la luz, veo un mundo a mi alrededor.
Pero
de nuevo lo olvidaré todo Ángel, ¡no puede ser!
No
te preocupes, no será así, sólo siente ese ser que eres, esa
conciencia que has sentido en la galaxia, en la estrella, conecta
con la gran conciencia que eres y permite que ella se manifieste en
ti.
Está
bien, me concentro.
Soy
una gran conciencia, que habita en diferentes dimensiones, que se
expande, que avanza, que se fractaliza para poder seguir
expandiéndose como conciencia, que se experimenta a sí misma en
diferentes estados concienciales, en octavas más altas o más bajas,
en todas partes. Provengo de un Origen que es parte de mí, y yo
parte de él, nunca me fui de él, jamás lo hice, soy él, él está
en mí. Sigo evolucionando, a través de la materia, debo usar este
canal físico para materializarme aquí, y así poder pasar a otro
nivel más. Debo conseguir ser conciencia pura siendo humana, para
que este cuerpo, esta plantilla que soy deje de estar sometida y
dominada por una computadora mental que está programada por agentes
externos. Debo ser yo quien conduzca al individuo humano, y usar la
mente como soporte en este plano. Entiendo, cuando hay materia todo
es distinto, debo permitir que ese rayo de luz de la estrella que
soy, que es parte de la galaxia que soy, que es parte del todo de lo
que soy, se manifeste totalmente a través de cada célula de mi
cuerpo, y mi conciencia sea, exista, a través de mi humanidad.
Lo
has entendido, aunque aún tendrás que aprender mucho más.
Sí,
ahora sé que no sé nada, pero sé que siento, que soy más que un
hacer, soy un sentir, un ser, un estar.
Bien,
lo entendiste, tus propósitos han quedado al descubierto.
¿Y
qué hay de ayudar a otros? ¿No era ese un propósito?
Sí,
si así lo deseas, de hecho, cristalizar tu luz, tu amor, significa
manifestar tu divinidad en ti, en esa mujer que eres, y a través de
ella puedes ayudar a quien te pida ayuda y así lo desee.
Pero
estoy muerta... ya no puedo hacer nada...
Me
encuentro mal, me siento fatal, de pronto todo se está haciendo
borroso, algo tira de mí, no quiero irme, ¿qué me está pasando?
No es el Ángel quien me lleva, ¿qué pasa?.
Me
desvanezco, estoy desapareciendo, no siento, no veo, no puedo
escucharte más Ángel...
Una
luz me ciega, siento dolor, me siento densa, el cuerpo me pesa ¿el
cuerpo? ¿Estoy viva? Escucho una voz muy tenue...
Me
quedo dormida. Me han salvado, no he muerto, y ya no sé bien si
deseo irme o quedarme, he vuelto al infierno que ha creado el ser
humano. Pero al fin conozco mis propósitos, tengo motivos para
luchar, ya no me siento sola, ese Ángel me acompaña y si quiero
ayudar puedo hacerlo, al igual que él lo hizo conmigo, guiaré a
quienes me busquen para encontrarse a sí mismos, y para entender su
mente y hallar sus propósitos mundanos.
Estoy
viva...aunque siempre lo estuve y siempre lo estaré, vivo en forma
de galaxia, en forma de estrella, en forma de hombre, en forma de
mujer... vivo en millones de formas que ni siquiera he podido ver,
pero me siento en cada ser vivo, en cada roca o montaña, en cada
atardecer, en cada luz y en cada sombra, la muerte no existe...
SOY...
Arael
Elämä Araham.
Una mirada al Alma