No
sé quién eres, mujer vestida de mí, no sé qué quieres que sepa
sobre ti, no sé por qué estás aquí conmigo, frente a mí, ni qué
deseas mostrarme, pero hoy, hoy sí quiero que me hables, sí deseo
que me expliques por qué mi paso ahora es solitario, frío, y por
qué cuando miro a mi alrededor todo me parece extraño, grotesco,
sombrío. No me siento sola, ni vacía, sino forastera de mi propia
tierra, caminante de lagunas de aguas cristalinas, ave de alas que me
elevan y me enseñan a ver la vida desde otras perspectivas, mujer
que no es mujer, sino personaje de cuentos y leyendas adormecidas...
Dime
mujer que me acompañas, ¿por qué mi mirada ya no ve los colores
como láminas de tonos diversos que se muestran sencillos y tenues,
que me inspiran? Dime ¿por qué ahora son luces que brillan y se
arremolinan como mariposas que me cautivan? ¿por qué soy una mente
perdida que se disculpa por ser lo que otros consideran una mentira?
Vagando
entre los mundos de los sordos de corazón, de los ciegos de alma, me
escondo de las injustas palabras, de los juicios y las desidias, de
las incomprensibles circunstancias que crean otros, como si mi
existencia se diluyera en una burbuja hecha de sueños, de cristales
que se encienden y que iluminan mi camino, cubriéndome de flores, de
perfumes que me trasladan siempre hacia las luces de los nuevos
colores que tanto me fascinan. Pero en ocasiones, me atrapo
vislumbrando vagamente los resquicios de lo que era, reflejados en
los que a veces, por unos instantes, me acompañan.
Sólo
el miedo me cubre de las heridas que sanan las caricias de los
ángeles que me cuidan, sólo el miedo me devuelve a ese mundo
perdido en el que no miran, no ven, no respiran, sólo divagan,
critican, siempre en el buen intencionado egoísmo, que justifican
como generosidad, como consejo para que otros elijan algo que no
eligen, para que otros cambien de una mentira a otra mentira, para
que nadie cree y todos, simplemente, sigan, persigan, aquello que se
inventa para que sólo haya una salida, volver a ser una mota más
flotando en el mundo perdido en el que no miran, sólo suspiran por
alcanzar metas inalcanzables, sugeridas por los mismos que no
permiten que las alcances, en la rueda del ratón que sólo quiere
continuar rodando y rodando, para no llegar nunca a nada.
Mas
no pertenezco a nada, ni a nadie, ni a ningún lugar, como el viento,
como el aire, como el éter, y cuando sabes que eso es lo único
importante, que las cadenas del miedo pueden romperse, que puedes
liberarte, vuelas y vuelas, lejos del mundo perdido en el que nadie,
absolutamente nadie, sabe quién es, ni lo que hace, en el que nadie
se reconoce a sí mismo, en el que es más fácil culpar que ser
consciente y responsable, en el que es más fácil etiquetar,
incluso al amor, en el que es más fácil buscar fuera de uno mismo
lo que hay en nuestro interior...
Soy
un ser completo, mujer que me miras vestida de mí, no necesito nada,
ni a nadie, más me nutro del amor que soy, del amor que doy, del
amor que recibo, del amor que se expande desde los corazones de
quiénes ya saben, sí, ya saben que no pertenecen a ese mundo en el
que no mira nadie.
Leí,
investigué, amé, pero hoy sé que sólo puedo volar junto a quiénes
son libres, libres de su pasado, libres de sus pesares, libres de su
pequeño yo, libres del yugo de su equipaje, libres de la
inconsciencia, de la torpeza de sus creencias esclavizantes...
El
desapego es el aprendizaje más duro y más agonizante que he
experimentado, y en cada momento en que aprendía a no apegarme a lo
que deseaba tener y amar, fui dando pasos de gigante, descubriendo que,
cuanto más lo lograba, más amor podía ser, más lograba dar, más
llegaba a comprender.
En
el pasado, cada vez que me enamoré, mi querida mujer vestida de mí,
se desprendió una parte de lo que soy, para alcanzar a la persona
amada, olvidándome de mi esencia, de amarme, de saberme, y ahora
esos pedazos que creía que no volverían, están de nuevo reunidos
dentro de mí.
Me
equivoqué tantas veces en esta senda, en el laberinto de este mundo
perdido en el que no miran, claro, yo tampoco sabía ver, no sabía
mirar, no sabía observar, no conocía mi propio océano, que siempre
fue tan profundo..., y es que cada vez que me descubro, también te
conozco más a ti, y a él, y a los demás, porque no somos tan
distintos los unos de los otros, aunque sí me he dado cuenta de que
sólo unos pocos se toman la molestia de amarse y de dejar de juzgar,
dejar de buscar.
Dejé
de buscar, sí, ahora sólo soy, floto en mi universo, existo, amo y
comprendo lo que otros son, pero me alejo, me alejo tanto de este
mundo al que ya no pertenezco, que ya no sé si algún día volveré
a ser visible para aquellos que amo y aún están caminando sin mirar
hacia dentro...
Dime
mujer, dime, ¿quién eres? Háblame, cuéntame, ¿por qué cuando
miro al espejo siempre te observo contemplarme?
- Soy tu nueva presencia, tu divinidad, tu yo renacido, tu verdad, soy el todo, tu gran amor, tu luz, tu sabiduría, tu genialidad, tu poesía, tu calidez, tu ternura, tu belleza más pura, tu parte femenina y tu parte masculina, unidas, amándose dentro de ti... Soy tu dios y tu diosa, tu sombra iluminada con la luz de la estrella que nade desde lo más profundo de tu alma, soy... , soy lo que anhelas, porque sólo a través de mí puedes crear, sentir, amar, besar al amor de tu alma, jugar, reír, cantar, danzar, escribir, soy tu musa, tu cuerpo, tu alma, tu ser, tu templo divino, tu espíritu, soy el canto, la voz, la lluvia y el mar, el sol y la luna, soy tus sonrisas, tus lágrimas más claras, aquellas que son la expresión del amor que dices que se derrama porque no puedes albergar tanto en tu alma, soy tu compañera sagrada. Y ahora, ahora camina, mujer humana, vístete de mí, y vive, sal ahí afuera, descalza de todos tus temores, nadie puede arrebatarte nada, porque tú lo tienes todo en ti, porque nada te falta...
Arael
Elämä Araham
Eva B.B.