Enamorarse en este
mundo donde capas y capas de yoes y personajes se van desperezando
para irnos descubriendo nuestra deidad interior, es algo complejo si
se mira desde una perspectiva mental y analítica, pero enamorarse en
realidad es permanecer en un estado de paz y felicidad, es algo así
como estar meditando y en conexión con tu propio ser. Por tanto,
cuando alcanzas ese clímax de amor en ti, en tu interior y tu
conexión con tu luz, nada es como era antes, desaparece aquello que
creías que era enamoramiento, y aparece un estado de amor
incondicional que puedes manifestar a través de tu relación contigo
mismo, con los demás o con aquello que existe y ves.
Porque
no puedo alcanzarte, porque tú no estás aquí, estás en otro
mundo, un mundo en el que el amor no es lo que es para mí, un mundo
donde aún tienes mucho que vivir, mucho que compartir, y donde yo
no tengo cabida.
Pero
no comprendo por qué crees eso, por qué dices que no entiendo el
amor como tú, el amor es amor, nada más.
Voy
a tratar de explicártelo, así podrás comprender este adiós,
aunque sé que en realidad no te importa que me esté despidiendo,
porque no no soy importante en tu presente.
En
un mundo donde existía una manera de vivir muy específica, donde
las personas se movían dentro de ciertos parámetros, había cierto
número de seres que se adaptaban fácil, o difícilmente, a las
normas preestablecidas, y se comportaban como cabía esperar de ellos
en mayor o menor medida. Ese mundo se dividía en grupos catalogados
por su función a la comunidad global, carpinteros, obreros,
artistas, profesores... Cada uno se sentía identificado con un grupo
en concreto desde su infancia, pues cada familia de alguna forma
orientaba a sus hijos hacia un camino, ya fuera por carencia, ya
fuera por herencia, y los niños crecían según lo dictaminado,
programados para ser lo que sus padres no pudieron ser, o para tener
lo que no lograron tener, o para repetir y convertirse en médico
como cada miembro honorable de su linaje.
En
ese mundo, el amor se vivía y experimentaba en función de cada
clase o grupo social, no soliéndose mezclar demasiado, ya que eso
conducía problemas culturales o sociales que dificultaban a veces
incluso gravemente la relación de pareja. Así que se fijaron
ciertos cánones de belleza e interés, algunos de cierta índole
privilegiada, otros menos notables, pero había aspectos que eran muy
loables en una persona y que la hacían muy interesante y atractiva
para los ojos de quien la mirara. Esas personas que cumplían los
requisitos del arquetipo más codiciado se movían en círculos de
alto prestigio, las otras en diferentes niveles inferiores, en una
escala imperceptible que se presentaba de forma descendiente.
Amar
era coincidir en gustos, en afinidades, en profesiones o aficiones.
Amar era sentir atracción por el cuerpo de esa persona, amar era
enamorarse por tener ganas de hacerlo, para evitar sentir soledad,
impulsados desde las
carencias
emocionales, amar era darle al otro lo que necesitaba y que el otro
diera lo que precisaba a cambio, pero de una forma inconsciente y
subyacente. Amar, en definitiva, estaba sujeto a la codependencia del
uno con el otro, ya fuera de forma material y superficial, ya fuera
emocional y sentimental.
Y
aprendieron a quererse, a poseerse, a celarse, a protegerse, a
cuidarse, a acompañarse, con mucho amor, un amor real, mas creado
para satisfacerse desde el paradigma del inconsciente, para no
transitar por el mundo solos, un mundo donde la vida en pareja era lo
normal, un mundo donde no tener un compañero o compañera era algo
casi considerado una patología, o un motivo de cierta y sutil
exclusión social.
Pero
siempre han existido aquellos considerados "raros" y con el
tiempo, fueron naciendo más personas que sentían diferente,
personas sensibles en extremo, que no entendían el mundo de esa
manera, que nadaban contra corriente, pero que habían sido educadas
de la misma manera, bajo los mismos preceptos, mismas normas, y
mismos pensamientos, mismas carencias afectivas, mismos retos, y que
aun así, su esencia era cristalina.
Esas
personas al principio sufrieron mucho por la inadaptación a ese
mundo que consideraban absurdo, sus almas gritaban la palabra
“libertad” deseaban crear, ser arte, ser auténticos, pero no
para ser famosos, o para destacar por encima de los demás, sino
porque ese era su estado natural, amar, enamorarse de todo y sentir
la inspiración para poder crear, ser y sentir. Muchos de ellos eran
artistas, pero artistas que comenzaban a preguntarse “¿quién
soy?” “¿por qué me siento así?” y entre los médicos, entre
los profesores, y entre todas las otras profesiones, sectores
diversos de ese mundo, había también cierto número de seres que se
realizaban esas preguntas y que comenzaban a sentir que, ese enorme
vacío que habían sentido dentro de ellos, se pronunciaba con más
fuerza, deseando impulsarse hacia algo que no sabían qué era.
Algunos
lo llamaron “despertar” pues era como comenzar a darse cuenta de
que ese mundo donde habían nacido era un sueño, una ilusión, y que
ellos habían estado dormidos, interpretando un papel que, en
realidad, nunca escogieron desde su alma, un papel al que se vieron
forzados a acceder, pero había llegado ya el momento de ser quienes
habían venido a ser.
Entonces
un velo cayó ante sus ojos y los colores cambiaron, de pronto el
mundo era tan diferente, nada era lo que parecía, nada.
Y
el amor cobró otro significado, ya no era lo que antes creían, era
muy distinto, el amor nacía del alma, no de las necesidades de la
mente, no de la belleza externa, no de lo superficial, no de las
programaciones sutiles que había en sus inconscientes, no de la
atracción sexual, no de la conveniencia o de la comodidad. Y se
dieron cuenta de que todo estaba mal colocado, parejas que no se
amaban porque el amor, naciendo desde esos programas, ya se había
transformado en amistad, en otro tipo de amor, y vieron que nadie
estaba con quien debía estar, con quien su alma amaba desde antes de
nacer.
Esas
personas comenzaron entonces un camino de comprensión hacia sí
mismos, hacia su interior, aprendiendo de sus propias ideas, de sus
pensamientos, de sus emociones, y llamaron a su personalidad “ego”
para diferenciarla de lo que realmente sentían que eran, un Ser, una
conciencia que iba más allá de lo les definía por su
comportamiento, o por su rol, pues éste estaba inducido por los
aprendizajes que provenían de su familia, de la sociedad, de todo
aquello inventado para crear un mundo donde todo debía guardar un
orden basado en ciertas normas de conducta aceptables. Así pues, su
vida aquí parecía un teatro y ellos personajes que representaban su
papel desde una personalidad inventada.
El
sistema de creencias global servía de forma manipulativa para los
que alcanzaban la cima y gobernaban desde esos parámetros, desde el
paradigma de algo obsoleto y repetitivo.
Pero
esas personas sensibles deseaban ser libres de verdad, sin violencia,
de manera silenciosa, y comenzaron a soltar lastre, a sanar aquello
que estaba aún doliendo en su alma, a liberarse de las cadenas de
las creencias inculcadas o heredadas que les limitaban, a llenarse de
sí mismos, de su propia energía, de su vitalidad, de su amor hacia
su existir, de su conciencia de ser algo más que materia, mente,
alma, ser algo que alcanzaba ya ideas cuánticas.
Sus
corazones se expandían, sentían que el amor se abría paso desde lo
más profundo de ellos mismos, y se creaba una especie de campo
energético a su alrededor, algo que algunos llamaban campo cuántico
de amor.
Desde
ese momento, el amor cobró tal significado que su perspectiva de la
vida se transformó por completo y entendieron lo que significaba que
sólo se podría cambiar el mundo comenzando una metamorfosis
individual, algo que se comenzó a llamar "ascensión".
Así
que de pronto todo lo que antes era Verdad, ya no lo era.
No
existía otra cosa que aprendizaje y experiencia, amor o miedo, y
todo lo horrible del ser humano, esa sombra que todos tenemos dentro
de nosotros, se manifestaba físicamente a través de las acciones de
aquellos que escogían por libre albedrío ser la representación de
la oscuridad de la humanidad.
Y
vieron su responsabilidad en cada acto, y supieron que nada está
fuera de uno mismo, todo está dentro, y que la proyección de
nuestros miedos se alza ante nosotros, y que el dolor que vemos en el
otro es el nuestro propio ahí reflejado, y que el horror que vemos
en la sociedad es el reflejo del horror de muchos.
Esas
personas, amigo mío, dejaron de amar desde ese personaje que habían
estado siendo, aprendieron a amar profunda y desinteresadamente, tal
vez debería decir mejor que recordaron lo que es amar de verdad.
Por
eso, tú y yo no podemos amarnos como tú quisieras, no podemos
amarnos como yo desearía, porque yo soy una de esas extrañas y
extravagantes personas, una de esas mujeres que son alma y ser, una
de esas gentes que otros no comprenden, una de esas “iluminadas”
a quienes nos tachan de sectarias, o de soñadoras, y nos critican
colocándonos en el recinto de las utopías, de las fantasías, de
las enfermedades o transtornos emocionales o psicológicos, una de
esas personas que otros no saben cómo tratar.
Por
eso, amigo mío, me equivoqué al creer que el amor puede vencerlo
todo, pues no se trata de vencer nada, no hay lucha, yo te amo, sí,
y lo haré desde lo que soy, no desde lo que se inventó de mí, pero
por esa misma razón, no espero nada de ti. Amar no significa poseer,
amar no significa querer cambiar a quien amas, amar es sólo eso,
amar. Tu punto de vista sobre el amor es muy distinto, querido amigo,
y yo no amo a quien tú crees ser, sino a quien eres de verdad.
De
alguna forma puedo afirmar que yo no soy de este mundo, sólo he
venido de visita, estoy de paso, pero me enamoré de la belleza del
lugar, de las personas, de tu alma, esa que está escondida ahí
adentro. No desprecio al personaje, pero no es mi intención
relacionarme con él de la forma en que lo haría con un hombre
libre, un hombre que se sintiera completo, un hombre que amara de la
misma forma que yo, sin miedo, sin la torpeza de lo que aún está
aprendiendo.
Muy
bella historia, pero ya sabes que yo no busco nada contigo, nada más
allá de una amistad.
Lo
sé, amigo mío, pero crees que yo sí, y eso no es cierto, mi mundo
y el tuyo son distintos, tú estás en una dimensión y yo en otra,
y sé que no me logras entender, que no puedes saber qué pasa por
mi cabeza, y que intentas desglosar mis pensamientos porque te
parecen interesantes, pero si ahondas en mí, corres un gran riesgo.
¿Riesgo
de qué?
Riesgo
de querer transformarte, y riesgo de tener tanto miedo de hacerlo
que nunca más quieras volver a verme o tratarme.
¿Por
eso me dices adiós?
No.
¿Entonces
por qué lo haces?
Por
amor.
¿Amor?
Sí,
amigo mío, porque ni tú ni yo nos necesitamos, sólo nos amamos,
cada uno de la manera en la que se siente cómodo con ese amor y ese
amor nos hace libres.
No
te comprendo.
Yo
no necesito aprender nada más contigo, tú no necesitas nada de mí,
y eso es muy bueno, pues no dependemos el uno del otro, nuestra
amistad es libre, yo te observo, pero no te poseo ni lo deseo, tú
me miras, pero no soy una obsesión para ti, nuestras mentes no han
generado un lazo de unión dependiente basado en la carencia, pero
nuestras almas, amigo mío, se aman sin esfuerzos, sin
contradicciones, sin impulsos primitivos entre hombre y mujer...
Sólo amor, amor puro, transparente y libre.
Entiendo,
quieres decir que las relaciones suelen estar basadas en la
necesidad del ser humano de cubrir carencias afectivas, ¿verdad?
Sí,
algo así.
¿Y
te irás?
Sí.
¿Y
si te digo que no quiero que te vayas?
Entonces,
pronto, muy pronto, volveremos a vernos para hablar sobre ello...
Enamorarse
en este mundo donde capas y capas de yoes y personajes se van
desperezando para irnos descubriendo nuestra deidad interior, es algo
complejo si se mira desde una perspectiva mental y analítica, pero
enamorarse en realidad es permanecer en un estado de paz y felicidad,
es algo así como estar meditando y en conexión con tu propio ser.
Por tanto, cuando alcanzas ese clímax de amor en ti, en tu interior
y tu conexión con tu luz, nada es como era antes, desaparece aquello
que creías que era enamoramiento, y aparece un estado de amor
incondicional que puedes manifestar a través de tu relación
contigo mismo, con los demás o con aquello que existe y ves.
A
nivel de pareja entonces todo cambia, y no todo el mundo puede
afrontar un tipo de relación de esa índole, lo que algunos llaman
“relación divina” "relación libre"...
En
muchos casos podemos hallarnos frente a quien deseamos amar o amamos
y darnos cuenta de que no es viable la manifestación de nuestro amor
en la expresión de la pareja, pues mientras uno vive pisando nubes,
el otro todavía pisa la tierra, o mientras uno es capaz transitar el
mundo caminando sobre las aguas, el otro todavia necesita nadarlas...
Todo es cuestión de perspectiva, si yo vivo en un mundo azul y tú
en un mundo verde, tal vez nunca logremos ver la vida juntos como
para alcanzarnos, tal vez ni siquiera se trate de vivir en polos
opuestos, sino en mundos diferentes...
Eva
Bailón.