Luces,
colores, lágrimas de cristal que relucen en la oscuridad,
desprendidas del inconsciente que no comprende al Ser, pero que actúa
en contra de nosotros mismos deliberadamente, en su afán de castigar
aquello que está almacenado, por el mero hecho de estar pendiente de
resolución.
Pero
el llanto no te exime de la culpa que el ego genera e inventa.
Cierra
los ojos, mira hacia dentro, verás un ser maravilloso que nunca fue
culpable, que siempre fue amor, que ha sido manipulado por uno o
varios programas que se ejecutan constantemente y te convierten en el
personaje de una película de ficción.
Ahora
que te estás observando, ahora que ves cómo actúa el ego, ¿qué
ves? ¿quién eres en realidad?
No
eres la madre, o el padre, o el hijo o hija, ni la secretaria, ni el
panadero, ni el hombre espiritual, ni la mujer materialista, ni la
persona exitosa que gana mucho dinero, ni el pobre empleado despedido
que ahora vive en la escasez...
Eres
mucho más que eso, pues todo eso no son más que personajes que
ocultan tu verdadera esencia.
Cuando
miro a alguien y le digo “te amo”, no veo nada de eso, pues no
amo al personaje que interpreta, amo lo que es, amo a su verdadera
esencia.
Cuando
ves eso en los demás, jamás ves culpables, jamás juzgas actos del
personaje, jamás puedes reprocharle, pues eso es tarea del ego, no
del Ser que tú eres.
Podemos
decidir quién es nuestro “dios”, el Ego o el Ser. Sin embargo,
si optas por el Ser, comienza entonces un gran trabajo de
desmantelación de todos los programas, de todos los personajes
construidos en tu inconsciente. Y ahí comienza una dualidad interior
que debes aceptar, integrar y amar. Tal vez, con mucho esfuerzo, o
con poco, consigas que esa polaridad desaparezca, cuando con toda la
luz que eres puedas abrazar a todo lo que antes creías ser,
conviertiendo a tu ego en una herramienta para entender el mundo,
para dejar de ser el gran opresor de tu conciencia real, que vive
aprisionada dentro de capas y capas espesas de creencias y programas
que te hacen pensar que eres lo que no eres.
Si
basas tu vida en lo que el ego inventa, vives desde la ignorancia,
pero ser consciente implica mucho más que creer que eres un ser
espiritual, implica mucho más que leer libros y artículos de
metafísica, implica mucho más que hacer meditación o yoga, ser
consciente es justo eso, ser verdaderamente consciente de todo lo que
eres, averiguando, observando a tu ego, integrando y asimilando cada
concepto, elevando tu vibración, sanando de verdad, liberándote de
cadenas y cadenas de creencias entrelazadas que te limitan y atan a
tu Ser.
Es
un proceso largo, así como lo es el crecimiento de un ser humano
desde que nace hasta la edad adulta, que requiere de constancia, de
coraje, de fuerza y de muchísimo amor.
Si
tienes sueños, búscalos, si tu alma te impulsa a crear, crea, si en
tu interior deseas alanzar algunas metas, insiste, continua, aunque
otros traten de convencerte de que no es buena idea, pues en
ocasiones, las creencias limitantes que tenemos nos empujan a robar
los sueños e ilusiones de los demás cuando, de manera inconsciente,
proyectamos nuestros miedos, nuestros programas, sobre ellos...
Si
ves un ángel volar, no le cortes las alas porque creas que lo que
estás viendo es un imposible, abre tu mente y trata de comprender,
abre tu corazón y ama a ese ángel por creer en sí mismo y
perseguir su sueño de volar libremente...
No
juzguemos lo que no comprendemos, eso es lo más fácil para nuestro
ego, debemos ser honestos con nosotros mismos, trascender nuestros
límites para entender a nuestro Ser, amarnos sinceramente, para
lograr escuchar a nuestra esencia, y para seguir sus dictados, sólo
así podremos amar y comprender a los demás verdaderamente y sin
reservas, sin condiciones.
Para
amar al prójimo incondicionalmente, primero debemos aprender a
amarnos a nosotros mismos...
Sueña
lo que tu alma sabe que es una realidad y así llegarás a
materializarlo en este mundo terrenal.
Arael
Líntley