Decidir
adentrarse en lo más profundo de uno mismo es un acto desafiante,
pues ahí, sumergido en ti, puedes hallar todos los miedos de los que
tienes miedo, todo aquello que no te atreves a enfrentar.
Por
más que el camino es andando y por más que crees que ya pareces
haber superado casi todos los obstáculos, resulta que un día te
descubres a ti mismo frente a ti mismo, y ves que todavía hay mucho
por sanar, mucho por aceptar.
Entonces
te das cuenta de que eres vulnerable ante tus temores y que permites
que otros los reflejen en sus palabras, en sus actos, siendo entonces
presa de la imagen que te devuelve el espejo que ellos representan.
Es
como descubrir que tienes más defectos de los que creías, aunque no
se trata de eso, se trata ser consciente de que ciertos programas
instalados en tu mente están activados provocándote reacciones que
no controlas, que no deseas, que no son tú.
Y
de pronto te ves en un bosque oscuro, dando pasos hacia delante a
ciegas, sin conseguir entender nada, sintiendo el terror más atroz
que has experimentado en tu vida, pues es el pavor hacia tu propia
noche oscura.
Ya
habías paseado por zonas ensombrecidas en tu caminar, ya habías
llorado en un rincón del bosque sintiéndote desamparado, odiando
ser tan vulnerable, negándote a ser ayudado por un enfado que va
contra ti, que genera un castigo, una queja hacia uno mismo por no
estar a la altura de las circunstancias.
Sin
embargo, estás actuando contigo mismo como nunca lo harías con
otro, ¿por qué no aceptarse incluso cuando ves lo peor de ti?
Tampoco
se trata de que haya algo mejor o peor de ti, sino de que hay que
comprender que somos alma y mente, y que la mente tiene unas
estructuras que van quedando obsoletas y el alma las está
desmoronando. Eso crea resistencias que generan reacciones egoicas
que nos arrastran a mil preguntas.
Y
entonces ahí aparece la cuestión más indispensable ¿qué me está
ocurriendo? ¿por qué de pronto me siento tan bloqueada?
Es
genial preguntarse tanto porque eso nos lleva a respuestas que
estaban ahí antes de que pudieras ser capaz de formular dichas
preguntas, es ilógico, pero así funciona. Las respuestas son
inherentes a ti, aunque no las entiendes, y luego te preguntas a ti
mismo qué está pasando y hallas las respuestas ahí, dentro de ti
mismo.
Ya
hace tiempo que me di cuenta de que los demás no tienen nunca la
culpa de lo que yo estoy viviendo, o sintiendo, la única
responsabilidad recae sobre mí, así que cuando grito fuertemente
“¡no me permiten vivir!”, se trata de un grito de mi alma hacia
mí misma, un reclamo para que me dé cuenta de que soy yo la que no
se permite vivir.
Resulta
duro ver eso, porque entonces llega la pregunta ¿qué hago yo para
no permitirme vivir y por qué lo hago?
Y
con una sonrisa casi insultante, tu alma te dice:
- Eh, amigo humano, mira dentro de ti, en la estantería número siete, entre los libros de anatomía humana y los de vidas pasadas y encontrarás un libro que se llama “programaciones mentales y cómo desprograrmarlas”. En el capítulo veintinueve hallarás algo muy interesante.
Así
que vas a tu propio registro personal y te pones a buscar ese libro
tan interesante que ya estaba ahí pero que no sabías que estaba
hasta formular esa dichosa pregunta.
Pero
no es tan sencillo, ahí hallas lo que buscas, sí, pero después de
leerlo tienes que pasar a la acción. Primero te haces consciente,
luego actúas.
Y
ahí llega la siguiente pregunta:
- ¿Y ahora qué hago?
- Pues querido humano, ahora depende exclusivamente de ti, yo ya te he dicho lo que hay, así que ¡¡actúa!!...
La
experiencia ayuda a no atascarse de nuevo, a no permitir que las
lágrimas nos impidan ver más allá, a investigar por qué te has
sumergido en esa parte de ti mismo y has permitido que te afectase
hasta el punto de que algunas emociones ya olvidadas aflorasen para
darte una buena sacudida.
En
todo proceso de autoconocimiento hallamos lugares llenos de luz de
uno mismo, y lugares con menos luz, pero todo forma parte de
nosotros, nada es bueno o malo, sólo Es.
No
emitir juicios es algo que se aprende poco a poco, pero a veces no
nos percatamos de que esos juicios los formulamos contra nosotros
mismos.
Se
acabaron los juicios, las críticas, los ataques por no sentirse lo
suficientemente bueno para hacer esto o lo otro, o por no sentirse un
humano digno de ser aceptado en un clan o grupo social.
Se
acabó sentirse extraño, diferente, siempre con la tendencia de ser
inferior a otros por ser más sensible de lo normal, se acabó el
esperar que otros te amen o te admitan, o reconozcan como válido.
Cada
alma y cada ser humano es único, como cada estrella, cada uno tiene
su propio brillo, su propia esencia maravillosa, amar a esas
estrellas y valorarlas implica necesariamente valorarse y amarse a
uno mismo,porque lo mires por donde lo mires, tú eres una estrella
brillando hacia otras estrellas desde tu propia luz interior, y esas
otras te devuelven su brillo a ti desde su interior...
Amarse
a uno mismo es el objetivo principal, pero las estructuras mentales
deben ser derrumbadas, y eso duele más de lo que parece...
Es
todo un gran desafío...
Inicié
ese camino hace tiempo, no me arrepiento, sin embargo realmente
pienso que conforme aprendo más y más, me doy cuenta de que más
tengo que aprender...
Arael
Líntley.
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