El
viento acariciaba suave y sutilmente mi rostro, contrastando con la
terrible rabia que me invadía, aquella ira que estaba escondida tras
la tristeza que tanto tiempo había estado arrastrando. Las lágrimas
por la impotencia de mi situación me golpeaban el alma, me rasgaban
la piel al derramarse ácidas por mis mejillas vencidas. El deseo de
morir, de rendirme, era tan poderoso que no sabía ni siquiera lo que
estaba pensando, pues incluso mis pensamientos estaban ardiendo entre
los sollozos de mi corazón exhausto de tanto sufrimiento, harto de
tantas ideas absurdas y maloientes que se quebraban en mi pecho
desequilibrando mi autoestima, mi deseo de vivir, mi ilusión por
hallar otros como yo que se identificaran con el amor eterno, con el
alma, con ese mundo que va más allá de lo tangible.
Di
un paso, pero tenía miedo, mucho miedo, pánico.
La
idea del suicidio era la más clara en aquellos instantes, pero en lo
profundo de mí había algo que parecía intentar convencerme de que
cambiara de parecer al recordarme y hacerme sentir mi vértigo.
- Está demasiado alto, no me atrevo, no puedo saltar, no puedo.
Pero
estaba decidida, ya no merecía la pena vivir, el dolor se había
vuelto demasiado profundo, se había abierto camino entre mi alma y
la había contaminado, la había desintegrado, la había despedazado
por completo, ya no había escapatoria, ni salvación para mí,
¿quién iba a salvarme?, nadie se interesaría por mí, no importaba
lo que me sucediera, porque yo era insignificante, no era nada, sólo
dolor.
Me
había puesto aquel vestido azul de raso, aquel que tanto me gustaba,
entallado a la cintura, con la espalda descubierta, era un vestido
precioso, sí, pero nunca había tenido ocasión de ponérmelo, de
todas formas, si debía morir, al menos deseaba hacerlo bien vestida.
Me había maquillado como nunca, sombra de ojos oscura, rimel, base
de color, labios perfilados y pintados en un rosa malva brillante...
Me había tomado la molestia de estirarme el cabello y luego
ondularlo y marcarlo para estar bien atractiva. La verdad es que era
algo totalmente incongruente, siempre me había ocultado del mundo,
nada de maquillaje, nada de joyas, nada de cuidados de ningún tipo,
sólo yo, una mujer sencilla, que pasaba inadvertida siempre, una
mujer poco estremada, una mujer que estaba en contra de toda esa
artificialidad que otorgaba al sexo femenino de una fuerte
connotación de sumisión a las tendencias de la moda del momento,
algo que detestaba.
Pero
claro, cuando uno se va a morir prefiere morir guapo, lo cual era
también bastante contradictorio teniendo en cuenta que me iba a
estampar contra la acera.
El
motivo de decidir morir así era muy claro, siempre había deseado
volar, escapar de este mundo de horror, donde todo lo que se valora
está basado en la apariencia, en la belleza exterior, en la
hipocresía, en el falso amor, y yo, me sentía fuera de lugar en
cualquier lugar, así que, ¿para qué continuar aquí?, era mejor
abrir mis alas y saltar al vacío.
Volví
a mirar hacia abajo, y de nuevo el vértigo hizo acto de presencia.
- No puedo saltar, no puedo, está muy alto.
Entonces,
aquella dulce voz comenzó a expresarse, a manifestarse, mientras yo
la escuchaba temblando por el pavor de ese gran salto que estaba a
punto de realizar.
- No temas, sé que estás asustada, pero debe morir, esa parte de ti debe irse, ya no puedes seguir así, sé honesta contigo misma, deja de vivir fingiendo ser quien no eres, deja de engañarte a ti misma, sé valiente. -Dijo aquella extraña voz.
- Pero muchos sufrirán por mi muerte, lo sé, tal vez he subestimado el amor de mi familia, de mis hijos, de mi esposo, de mis amigos...
- No, querida Arael, has subestimado tu amor hacia ti misma.
- ¿Y por eso debo morir?
- No, sólo morirá la mujer que has estado siendo hasta ahora, sólo ella, pero ella debe morir para que tu verdadero yo pueda vivir, resurgir con fuerza y alzarse valiente ante este mundo que tanto miedo te da.
- Pero, esta parte de mí, yo, también la amo, debería amarla, ¿no?- pregunté algo confusa.
- Sí, ¿acaso crees que el significado de la muerte está ligado al hecho de la ausencia de amor?. La muerte es sólo un crecimiento, un cambio, una nueva vida.
- Sí, es cierto, pero si dejo morir a esta parte de mí, siento que la estoy matando yo.
- Y sin embargo no es así, sólo estás permitiendo que se vaya, ella ya cumplió su función junto a ti, ahora le toca a tu verdadero yo Ser y existir.
- No puedo saltar, tengo mucho vértigo, me dan miedo las alturas.
- Si quieres avanzar debes hacerlo, debes superar tus miedos, y debes confiar.
- ¿Cómo se puede confiar en algo que no se ve? ¿Cómo puedo saber que no me ocurrirá nada malo?
- No lo puedes saber, sólo debes confiar, nada más. Siente en tu corazón la certeza de que todo está bien, salta, salta al vacío, hazlo, permítete ser tú, di o que sientes, ama sin miedo, sin restricciones, ama libre, y deja que tus sueños lleguen a ti. ¡Salta!Miré hacia el suelo, era terrible el pánico que me invadía, pero tenía razón, había llegado el momento de dejar atrás una vida que no era lo que deseaba, sin embargo, un espacio de mí aún se negaba a aceptar que todo cambiaría, mientras otro lugar en mí se alegraba porque esperaba ansioso la libertad.
Tomé
aire, cerré los ojos, recordé lo vivido, lo experimentado, la
felicidad que había comprendido, la capacidad de amar en lo físico,
en lo tangible, el deseo de ser madre, el apreciar poder serlo, la
complicidad de tener un buen compañero de camino, un gran apoyo
durante años, un amor que se había transformado, porque mi deseo de
amar se había elevado y engrandecido, se alzaba en busca de
horizontes más lejanos, recuperando lo que había estado amando
desde siempre, desde lo más profundo de mi alma. Recordé quién
era, cuánto me había rechazado a mí misma por ser diferente,
cuánto me había ocultado de lo que era, cuánto miedo había
sentido de amar tanto, tanto, tanto, y de amar a alguien que no sabía
dónde estaba con todo lo que yo era, mi yo completo.
- Pero no puedo perder lo que tengo por algo que no sé si llegará algún día -me dije abriendo de nuevo los ojos.
- Arael -rompió de nuevo el silencio la voz- no vas a perder nada, vas a ganarte a ti misma, vas a ser honesta con tu alma, vas a ganar el amor de tu corazón, vas a trascender tu miedo a vivir, a amar con toda tu capacidad de amar, sin desprestigiarte por ser como siempre has sido.
- No, yo sólo soy...soy como una niña, demasiado inocente, demasiado ignorante, demasiado crédula, y tal vez soy demasiado amor.
- Sé demasiado amor, Arael, sé lo que eres, y si eres como una flor indefensa, así debes ser, pero recuerda que la flor es y existe sin importarle que el viento sople con fuerza, sólo se limita a ser lo que vino a ser, no intenta ocultar su naturaleza por miedo a que el viento la arranque del suelo. Si tu vida transcurre bajo el dominio de tus miedos, nunca te permitirás vivirla, sólo sobrevivirás, te perderás tu propia vida, dejarás de ser la protagonista de ella y pasarás a ser el personaje secundario de la vida de otros, donde sus necesidades fueron volcadas en ti, y tú, sometida a sus deseos, interpretarás el papel que ellos decidieron para ti...¿De verdad deseas eso?
- ¡No! Yo quiero ser libre, libre, ¡quiero ser libre!
- Deshazte de las cadenas que esta sociedad te impuso, desabrocha la soga que llevas por tus experiencias pasadas, por el dolor de lo que ya aconteció, ya no tienes que llevar esa carga, desata tus manos, eres libre, ya no tienes que ser el borrador de lo que viniste a ser, ahora ya no. ¡Salta!
Abrí
mis brazos en cruz, cerré de nuevo los ojos, expandí mi corazón, y
me dejé caer como una pluma, como una hoja que danza con el viento,
como un ángel que emprende su vuelo, que cae y cae, pero que vuela y
vuela... El viento susurraba que me amaba, y yo confiaba, sentía en
mi alma el sabor del amor libre, de la libertad de mi ser.
Y
entonces, vi como una parte de mi cuerpo descendía hasta llegar al
suelo, y allí, desaparecía, mientras yo, milagrosamente, volaba con
mi elegante vestido azul ondeando al son del viento, y unas enormes
alas de plumas blancas me sostenían en mi vuelo, volaba...volaba...
Era feliz...
Era feliz...
Y
desde entonces, aún vuelo, libre, y cada vez que me elevo más y
más, me voy desprendiendo de partes de mí que aún me pesan, para
alzarme más alto, para tocar las nubes, el sol, el universo, para
alcanzar mis sueños...
Y
ahora, la brújula de mi corazón me guía, y ahí es cuando le
presiento, noto que mi compañero de alma está cerca, mientras desde
mi corazón, desde mi alma, le envío cada noche el mismo mensaje de
amor eterno y le digo:
- ¿Saltas conmigo?...
Arael...
te quiero, j.r.
ResponderEliminaryo deseo que sigas siendo tu, de corazón
ResponderEliminartu mirada es preciosa aunque no sonrías
y tu sonrisa me encanta cuando miras
J.R