Lloraba
sentada en la orilla de la playa, con los pies descalzos, hundidos en
la cálida arena, con el pensamiento extraviado en su dolor.
La
vida le parecía dura, difícil, nunca se había sentido en casa en
ningún lugar, pero había tenido demasiado miedo para buscar más
allá de su realidad, para dar un paso más allá de lo que ella
consideraba seguro.
Así
que, lloraba, lloraba porque no encontraba su sitio, lloraba porque
deseaba irse de allí, de este mundo que no entendía, de este
planeta, y miraba al cielo pidiendo respuestas.
A
lo lejos, un hombre descalzo, con sus pantalones de lino blancos
doblados para no mojárselos, caminaba hacia ella.
Su
camisa semitransparente, de un tono beige claro, dejaba entrever
levemente su torso, su rostro tenía una expresión dulce aunque algo
angustiada, su mirada parecía estar a punto de pronunciar palabras
de sufrimiento, su pelo rubio y lacio bailaba con el viento en una
danza de nostalgia insaciable, y su alma, su alma entonaba la canción
del anhelo eterno.
Al
pasar junto a la mujer y percibir su llanto se detuvo por un impulso
voraz de consolarla, como si haciéndolo pudiera también recibir así
su propio consuelo.
- Perdona mi intromisión, pero ¿puedo preguntarte qué te pasa?. ¿Qué ha ocurrido en tu vida que haya hecho que esté aquí ahora mismo?
Ella,
le miró algo sorprendida y le sonrió sin saber por qué sentía
aquella familiaridad especial y le contestó:
- Si supiera cómo explicarlo...
- Inténtalo, soy un desconocido, a veces cuesta menos hablar con alguien que no conoces.
- Sí, es cierto, pero aun así, no sé bien cómo expresar lo que siento.
- Tal vez pueda ayudarte.
- No sé. Es que no sé qué estoy haciendo aquí, no sé qué estoy haciendo con mi vida, no sé quién soy, me siento perdida.
- Comprendo.
- Es complicado.
- Pero te entiendo, a mí me pasa algo parecido, ¿sabes?
- ¿Ah sí?
- Vaya, ¿tanto te sorprende?, creo que no eres la única persona que se siente así.
- Sí, es verdad, pero es la primera vez que alguien me lo confiesa.
- También es la primera vez, me imagino, que tú lo estás confesando, ¿o me equivoco?
- No, no te equivocas, pero...
- ¿Pero?
- Aún hay más, más amargura, más dolor, más desorientación en mí, siento que he venido a hacer algo que no estoy haciendo, algo que no logro realizar, siento que debo estar con alguien, alguien que es mi compañero, pero no hablo de romanticismo, ni de parejas, hablo de un compañero que tiene que estar conmigo.
- Bueno, tal vez sí estás hablando de amor, ¿no?
- Tal vez sí, pero no es el tipo de amor común que los seres humanos conocemos, es otra cosa, siento que es algo más grande.
- Bueno, ese es el sueño de muchos hombres y mujeres.
- No, no es un sueño, es una certeza que siento en mí desde niña, y es una certeza que crea añoranza, mucho dolor por su ausencia y mucho desconsuelo, porque sé que existe, que está en algún lugar y que no le puedo encontrar.
- Bueno, tal vez esté más cerca de lo que tú piensas.
- Creo que lo sabría.
El
hombre se sentó frente a ella, y le pidió que le diera las dos
manos. Sus manos eran bellas, de piel blanca, pálida, las de ella
pequeñas, bonitas, de piel algo más morena. El roce de sus manos
fue algo muy especial, una conexión entre dos cuerpos físicos,
energéticos, álmicos...
Sus
miradas se encontraron frente a frente, en un segundo eterno y lleno
de magia, algo que jamás habían sentido ninguno de los dos.
Era
tal la abrumación que les envolvía que un silencio grácil y
hermoso se apoderó del momento. Pero la voz masculina y serena del
hombre irrumpió en ese instante.
- Vamos a hacer un trabajo energético, es algo que he aprendido a hacer no hace mucho tiempo. ¿Te parece bien?
- Sí -asintió ella algo desconcertada.
- Céntrate en ti, cierra los ojos y respira profundamente. Aleja de tu mente todo pensamiento, bueno o malo, da igual, aléjalo, y siente tu respiración, siente los latidos de tu corazón, siéntete a ti misma. Siente la energía que hay en ti, siente cómo se está creando entre tú y yo un circuito energético que nos une, nos hace ser uno, somos uno, siéntelo...Dime, ¿qué ves? ¿qué notas?
- Te veo a ti, aunque tengo los ojos cerrados, eres una silueta de luz blanca que cae en cascada, y estamos unidos, nuestra energía se comparte, fluye como si fuera agua a través de nuestros brazos y se expande por nuestros cuerpos, nos estamos mezclando...
- Es hermoso, ¿verdad?
- Sí -dijo emocionada- es mágico.
- Ahora céntrate en la luz que emerge de ti, ¿cómo es?
- Blanca, y surge desde el centro de mi pecho, como una fuente inacabable, pero también la siento entrando por mi cabeza, como si una fuente de luz que procede desde el universo penetrara en mí a través de mi cabeza, y por mis pies siento como si saliera también energía que se ancla en el suelo...
- Muy bien...¿Qué más ves?
- Algo muy curioso.
- ¿Qué es?
- Hay un cordón diferente, está entre la fuente de luz de mi corazón y la fuente del tuyo, va desde mi pecho hasta el tuyo, es de varios colores, rosa, plata, no lo acabo de diferenciar, pero es como si estuvieran mezclados, son colores que no sé si existen en esta realidad, por eso no los sé describir. Ese cordón brilla muchísimo y es muy fuerte, si me muevo- dijo desplazándose hacia atrás- se extiende, no se corta, ni se rompe, es extraño.
- Eso está bien, ¿ves algo más?
- Sí, veo algo que me sorprende.
- Cuéntame.
- Estamos dentro de una esfera, nuestra energía ha formado una esfera, ya no está separada, es como si no hubiera diferencia entre tú y yo.
- Y no la hay, mi preciosa llama gemela.
- ¿Cómo me has llamado?
- No importa, cuando te despiertes sabrás a qué me refería, y recordarás esto, lo recordarás...
- ¿Quién eres tú? -preguntó algo inquieta mientras abría los ojos.
- Cuando estés preparada lo sabrás, cuando puedas entender el lenguaje de tu corazón, el lenguaje de tu alma, cuando sea el momento.
- Pero siento que te conozco de algo, ¿de otra vida?
- Sí, también coincidimos, pero eso no es lo importante ahora.
- ¿Adónde vas? -preguntó exaltada al ver que el misterioso hombre se levantaba.
Ahora
él ya no parecía triste, estaba feliz, su expresión había
cambiado, su corazón vibraba, su felicidad se hacía presente y
evidente.
- Debo irme ya -afirmó él satisfecho por los avances que había hecho con ella.
- ¿Por qué? - preguntó ella deseando convencerle de que se quedase un poco más.
- Porque ahora ya sabes lo que tienes que hacer cuando te sientas tan triste y con tanta añoranza, debes entrar en ti, y cuando entres en ti me encontrarás a mí.
- ¿Qué quieres decir?
- Ay mi pequeña llama, pronto lo entenderás mejor, ahora busca dentro de ti lo que hay ahí para que dejes de sentirte sola, para que dejes de sentir el anhelo, y cuando me halles en ti, empezarás a hallarme aquí fuera.
- No comprendo mucho lo que estás diciendo.
- Lo sé, pero era el momento de que te lo dijera.
- ¿Cómo te llamas?
- Mi nombre no es importante, pero puedes elegir el que tú quieras para mencionarme.
- Bueno, de acuerdo, pero ¿volveré a verte?
- Sí, y me encontrarás haciendo lo mismo que tú, compartiendo tu mundo.
- ¿A qué te refieres?
- Vive, haz tu camino, crece, sé tú misma, expándete, sé la luz y el amor que hay en ti, deja de llorar y brilla, brilla y resplandece para que yo pueda verte.
El
hombre la besó suavemente en los labios y se despidió. Luego, ante
el asombro de ella, ante su quietud y su falta de reacción, él se
alejó por el mismo camino por el que había venido.
Ella
se puso la mano en el pecho, aún sentía ese amor, ese cosquilleo,
esa sensación tan extraña y desconocida que la había hecho
emocionar. ¿Podía ser que se hubiera enamorado de un extraño y le
amase tanto como sentía que le amaba?
- ¡No te vayas! -gritó.
Y
el grito la despertó, su propia voz suplicando a aquel hombre que
volviera la trajo al mundo de la vida cotidiana. Estaba en su cama,
había soñado algo maravilloso, algo inusual, algo insólito, pero
algo hermoso, algo increíble.
Sin
embargo, el anhelo inexplicable que había estado sintiendo toda su
vida, ya tenía un nombre y un rostro, ahora sabía que, no sólo
extrañaba su verdadero hogar, sino que además ya sabía quien era ese alguien que
tenía que hallar...
Y
aquí comenzó su aventura...
En
busca de aquel hombre misterioso que la había venido a ver entre
sueños...
¿Querrá
la vida que se encuentren en algún momento mágico en el que ambos
estén preparados para enfrentarse al reto de amarse por encima de
todo?
Y si es así...¿Podrán superar todos los obstáculos que se les presenten?
Eva Bailón
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