DIARIO DE UN REENCUENTRO ANHELADO
LLAMA GEMELA, PASADO Y FUTURO...
Mi
querido ser, mi querido otro yo, mi amor imposible, quisiera
dedicarte estas palabras, para que me entiendas, para que puedas
verme más profundamente, para desatar y sanar el dolor de toda esta
espera que tanto tiempo me ha perseguido, para que comprendas mis
temores, mis errores, mis anhelos.
Ni
siquiera hoy por hoy puedo saber con exactitud quién eres, sólo
asomo a percibir lo que he ido conociendo de tu persona, del hombre
que eres en este plano, a través de lo que tú me has ido
comunicando.
Te
he estado viendo en mis sueños tantos años, tanto tiempo, te he
estado sintiendo tan cerca, te he presentido, sabiendo que existías,
que en algún lugar de este planeta habías encarnado para vivir esta
experiencia de ser humano.
Estaba
convencida de que podía encontrarte, pero los obstáculos me
vencieron, la mente tiene muchos razonamientos para seducirnos y
ponernos de su parte, así que la creí...
- “¡¡¡No puede ser real, es sólo un sueño!!!”
Es
tan fácil caer en el juego de lo que es real o irreal, ¿cómo
diferenciar un oasis de un espejismo cuando estamos tan sedientos y
cansados de buscar, de caminar, de creer...? ¿Cómo creer en los
sueños cuando estos no son palpables?
Recuerdo
la primera vez que te vi, en un mes de septiembre, con casi diez y
seis años, allí estabas, tras esa puerta que nos separaba, pero que
a la vez nos había reunido en ese mundo onírico, vestido con tu
camisa de lino blanca, tus pantalones marrón claro, tus pies
descalzos, sentado en el suelo de aquella casa donde crecimos en
nuestra vida anterior, con los ojos cerrados, como si me llamaras en
una meditación profunda. Tu pelo rubio, peinado con el flequillo a
un lado, caía lacio, fino, tu piel tan blanca me sorprendió,
siempre me habían atraído los chicos morenos, de pelo oscuro, pero
tú, ahí, frente a mí, me hiciste explotar el corazón nada más
escucharte decir que me necesitabas.
Cada
noche que nos encontrábamos en esos mundos etéreos me salvabas de
mis miedos, de lo que mi ego inventaba. Todo parecía fantasía,
romanticismo, irrealidad, pero era feliz contigo, muy feliz.
El
tiempo fue pasando, mientras te entregaba mi amor en esos mundos
creados para amarnos, para crecer, para ayudarnos, para sentirnos,
sin entender bien qué estaba pasando, sencillamente fluyendo en amor
para sentirme dichosa con tu presencia.
Pero
mi vida transcurría y cada día te añoraba más y más, no
comprendía qué ocurría, necesitaba tenerte físicamente, ya no me
conformaba con verte mientras dormía. Ya contaba con diez y nueve
años cuando me decidí a no creer en ti, a no confiar en tus
palabras.
Recuerdo
que por fin vi tus ojos azul claro, tu mirada amorosa mientras
llorabas nuestra despedida...
- No puede ser real, eres un sueño, no puedo estar enamorada de un sueño, y además, me llevas más de diez años, es imposible, lo nuestro es imposible.
Tú,
intentando no derramar las lágrimas que tu alma se guardaba con la
esperanza de convencerme de que no te dijera adiós, estabas frente a
mí, acariciando mi rostro con tu suave y delicada mano.
- No lo es -me aseguraste- es posible, yo te amo, podemos vernos aquí siempre que queramos, no es necesario despedirnos.
- No puedo, -insití con un dolor que me desgarraba el corazón- estoy sufriendo, te estoy buscando en el plano físico, no te encuentro, no puedo seguir con esto, necesito una vida normal.
- Pero yo estoy también encarnado, hemos pactado estar juntos, nos tenemos que encontrar.
No
sabía si estaba haciendo lo correcto, sin embargo, mi obsesión por
ti me había llevado a necesitarte tanto que ya no soportaba la vida
sin ti, tenía que aprender a vivir sin verte, sin sentirte, para
poder adaptarme a la sociedad. Una adolescente enamorada de un chico
que sólo conocía a través de los sueños no era lo más habitual,
era imposible encajar con el resto.
- No sé dónde buscarte, no sé ni por dónde empezar, no sé nada de ti, ni siquiera sé en qué país estás.
- Me conoces, soy parte de ti, has visto mi aspecto, sientes que soy real, estoy enamorado de ti. -me dijiste con la voz temblorosa mientras tus lágrimas rodaban por tus mejillas.
- Y yo de ti, pero no puedo, no puedo más. Cada chico que me atrae se convierte en un problema para mí, siempre tengo la esperanza de que dentro de ese cuerpo diferente de ti, estés tú.
- Pero yo soy como me ves, soy así, como me muestro.
- Lo sé, pero me estoy volviendo loca, ¡no te encuentro! Y estoy segura de que tú ni siquiera sabes de mi existencia. No te imaginas cómo me duele saber que tú, tal vez, ni siquiera recuerdes estos sueños, que tú estarás viviendo tu vida ajeno a mí, que aunque te encontrara no me reconocerías.
- No puedo dejar que te vayas, no lo hagas por favor, te reconoceré cuando llegue el momento, te lo prometo.
Recuerdo
tu beso tierno, dulce, desesperado por retenerme, un beso que me
partió el alma, el beso que me hizo llorar, el beso que me llevé
clavado en mí para siempre, mientras me iba para no volver más.
Ahí
comencé a tratar de creer que eras un ángel, un ángel al que
amaba, tal vez el recuerdo de un hombre al que amé en otra vida,
pero no real en este mundo, no real como yo misma, sólo un
espejismo, sólo un gran amor imposible al que debía dejar en los
sueños para tratar de encajar con las personas de mi edad.
Pero
no lo conseguía. Tu presencia me acompañaba, te sentía a mi lado,
como un ángel guardián que me protegía, pensaba en ti muy a
menudo, explicaba mis sueños como se explica una anécdota extraña,
seguía fijándome en cada chico rubio de ojos claros, pero ninguno
eras tú, tu rostro era inconfundible. Te dibujé mil veces,
guardando tu rostro como un tesoro en mi carpeta, para poderte mirar
con el consuelo de tener algo tuyo más allá de lo intangible.
El
tiempo se me escapaba, yo quería saber qué era amar a una persona
física, había añorado tanto tiempo escuchar los latidos de tu
corazón bajo mi cuerpo, que me había marcado el firme objetivo de
acariciar el sonido de las palpitaciones de aquel muchacho que fuera
mi pareja, de aquel que me aceptara como yo era, con mis rarezas, con
mi inadaptación a este mundo.
Y
apareció él, alguien que me colmó de amor y felicidad, alguien que
me dio el regalo más grande que el ser humano puede recibir, un alma
gemela que me cuidó, me comprendió, me creyó. Siempre supo de ti,
siempre conoció mi historia, siempre fui honesta con él y siempre
me apoyó. Sin embargo no pude olvidarte nunca, siempre permaneciste
en mi alma, pues no eras sólo otra alma gemela, eras mi complemento,
mi otra mitad, mi única y verdadera llama gemela, aunque eso yo aún
no lo sabía.
Pasaron
los años, muchos años, y tú volviste cuando más te necesitaba...y
te pedí que te quedaras...
Eso
hizo que todo cambiara, desde aquel momento, un mundo nuevo se abrió
ante mí, volvieron mis percepciones, volvió mi conexión con mis
guías, los mensajes, pero con más fuerza que nunca, y todo en mí
se transformó para siempre, lentamente pero con una fuerza brutal...
y me quedé sola, de nuevo esperándote...
A
través de tus misterios, en los sueños me fuiste mostrando el
camino, pistas, frases que no entendía...
- Somos como dos ríos que siempre se han ido uniendo y separando, pero ahora ya no tendremos que separarnos más.
- No entiendo a qué te refieres, pero no quiero separarme de ti.
En
realidad nunca acababa de entender lo que me querías decir, pero me
iba escribiendo los sueños en un cuaderno para recordarlos más
tarde, para no perder los detalles.
La
conversación que más me impactó fue aquella que me hizo vibrar,
aquella que me dio la esperanza de que todo era real...
- Tú sabías que somos llamas gemelas, ¿por qué no me lo dijiste?-me preguntaste mientras me abrazabas apoyado en una columna.
- Porque tenías que sentirlo tú en tu corazón.-Te contesté temblando por la energía y el amor que nos envolvían.
- Yo lo siento en mí, dentro de mí, ahora ya no falta mucho para que nos encontremos, lee lo que te he dejado escrito -me dijiste mientras me dabas aquel libro con una nota de papel.
- ¿Qué es lo que tengo que leer?
- Lo sabrás cuando llegue el momento.
- Está bien, estaré atenta.
- Fíjate en mis manos -me dijiste- estoy cerca...
- ¿Qué quieres decir?, no te comprendo.
- Sólo recuerda eso.
Y
mensaje tras mensaje, me fui imaginando la manera en que, quizás, te
encontraría, en algún curso, alguna reunión, tal vez algún amigo
en común nos presentaría. Fantaseaba con tu imagen, ya habían
pasado veinticuatro años desde que empecé a verte en sueños, y continuaba
viendo tu rostro joven, el rostro de un muchacho de apenas unos treinta
años, y ya no tenías esa edad, así que trataba de vislumbrar tus
arrugas, tu aspecto, tu sonrisa, tu pelo, ¿cuánto habrías
cambiado?. Creí que tendrías unos diez años más que yo, como
mucho, y sentía en mí que eras un hombre al que le interesarían
los temas espirituales, que tal vez hicieras yoga, que salieras a
correr muy a menudo, un hombre al que le gustara pasear cerca de la
playa, que leyera mucho, solitario, seguro de sí mismo, fuerte, pero
sensible, reservado y serio, aunque amigable y con don de gentes,
algo aventurero, un hombre que había viajado, que había dejado su
país y regresado en varias ocasiones, un hombre profundo, y según
lo que tú me decías, un hombre que buscaba a su otra mitad, aunque
muy exitoso con las mujeres, debido a su imagen.
Pensé
que tal vez fueras alemán, por tu apariencia, holandés, inglés, o
incluso barajé la posibilidad de que fueras francés. Siempre se me
dieron bien los idiomas que proceden de las lenguas románicas, así
que, por mi afinidad con el francés me pareció una opción
razonable.
Pero
la realidad a veces supera la imaginación...
Tú
ya sabes todo lo que hemos vivido, cuántas señales he recibido,
como aquella en que me dijiste aquellas palabras tan fuera de lugar
“Dominem, dominem” ¿qué significaría eso?, tal vez lo
importante fuera el hecho de que aquel autobús en el que nos
encontrábamos me llevaba a Sant Gervasi, aquel lugar que tú sabes
que tiempo después tuve que frecuentar durante tres años seguidos.
También
recuerdo cómo huíamos por las calles del barrio gótico, en
aquellos sueños en los que predominaban los carruajes, las calles
con adoquines, la oscuridad de la noche y los besos furtivos...
Pareciera
que he vivido en dos mundos a la vez, y en realidad ha sido así, sin
embargo, quisiera que por fin te manifestaras en este plano, sin más
misterios, sin más miedos, sin pistas por resolver, sin más pruebas
agotadoras, sólo con la certeza de dos corazones que se han
encontrado.
Continuaré
mi camino, porque sé que estás ahí, mirándome, porque, después
de tanto camino, tantos años, mi alma es incapaz de no
reconocerte...
Hace
muy poco tiempo me hiciste ver una película para darme un mensaje
más, un mensaje de aliento, para darme fuerzas, para que no desfallezca, y fue algo maravilloso para mí, así que no voy a olvidar esa
última frase, pues es justamente lo que estoy viviendo...
“Todos
tenemos un destino, algunos deciden perseguirlo y otros no, por
suerte yo decidí hacerlo...”
Gracias por lo que me has dado en los otros planos, por amarme a través de la distancia, del tiempo, por tenerme presente siempre en tu alma, por encontrarme en el mundo de los sueños y mostrarme quién eres, por guiarme hasta ti en este plano, gracias, porque aunque tal vez no te encuentre, o porque aunque, aun haciéndolo, tú no sepas quién soy si sigues dormido en tu inconsciente, me has enseñado el verdadero amor del alma, me has conectado con mi propia esencia, me has impulsado a ser luz, me has otorgado la gracia de poder guiar y ayudar a otros en sus caminos, gracias porque eres la luz que me inspira, me eleva y me sana, gracias por existir, estés donde estés, tengas el nombre que tengas, seas en este plano quien seas... Gracias...
...
Arael.
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